PRACTICANDO LA VERDAD

Santiago 1:19-27

Hace años, en mi primer año de la universidad, tuve que tomar, durante un semestre, una clase llamada “Orientación.” Si asistías a clase, pasabas el curso. Si no asistías a clase, te jalaban. No había ningún otro requerimiento. No había que tomar notas, o completar tareas, o pasar ningún examen.

El único requerimiento era de ir a clase, y escuchar las charlas. Este curso creó cualquier cantidad de oyentes apáticos. Como nadie demandaba nada de nosotros, no hicimos nada. Era fácil escuchar las palabras, sin tener que prestar atención al contenido.

Un oyente apático es alguien que puede escuchar un discurso, o una charla, o un sermón, sin proponerse a hacer nada al respecto. Un oyente apático e indiferente puede cometer el error de pensar que “oír y aprender” es lo mismo que obedecer a Dios.

Santiago nos advierte que no debemos de ser oyentes apáticas… e indiferentes. Hemos escuchado muchos mensajes de la Palabra de Dios, hemos aprendido nuevas verdades, y hasta ¡HEMOS NACIDO DE NUEVO! En este pasaje, Santiago quiere saber si “somos estudiantes solamente”… o si nos hemos convertido en practicantes…

A Dios no le gusta, que la gente simplemente vaya a una charla cristiana. Él quiere que absorbamos Su mensaje, y que cambiemos nuestras vidas como resultado. Oyentes apáticas e indiferentes… que no producen ningún cambio, es una desgracia en la vida de la cristiana.

EMPECEMOS EN ORACION

Padre, glorificamos tu nombre. Eres Dios, y como Tú, no hay nadie. Queremos escuchar tu Palabra con nuestros corazones abiertos… deseosos de escuchar lo que tienes que decirnos. Señor, no queremos ser oyentes apáticas e indiferentes.

Queremos aplicar tus verdades a nuestras vidas. Si no ponemos Tu Palabra a la práctica, no habrá transformación en nuestras vidas. Señor, no queremos ser estudiantes solamente, sino convertirnos en practicantes de Tu Palabra. En el nombre de Jesús. Amén.

La semana pasada concluimos el tema de las tentaciones, hablando del nuevo nacimiento. Y ahora, en este pasaje, Santiago nos dice que el “nuevo nacimiento” se debe de revelar, a sí mismo, en la forma como actuamos.

La Palabra de Dios, no solo nos da vida al nacer de nuevo, sino que también nos guía a vivir la vida de forma práctica, como hijas de Dios.

El título de este mensaje es “PRACTICANDO LA VERDAD” y está dividido en tres fundamentos: (I) Escucha a Otros; (II) Aplica la Palabra; (III) Ayuda al Necesitado. Así que, comencemos con el primer fundamento…

I. Escucha a Otros (Santiago 1:19-21)

19 Por eso, amados hermanos míos, todos ustedes deben estar dispuestos a oír, pero ser lentos para hablar y para enojarse. 20 porque quien se enoja no promueve la justicia de Dios. 21 Así que despójense de toda impureza y de tanta maldad, y reciban con mansedumbre la palabra sembrada, que tiene el poder de salvarlos.

La expresión “deben estar dispuestas a oír,” es una bella forma de captar la idea de que debemos escuchar activamente. No debemos simplemente de abstenernos de hablar. Debemos estar listas y dispuestas a escuchar. Obviamente, el escuchar se debe de hacer con discernimiento.

Debemos de asegurarnos de que lo que escuchamos, está de acuerdo con la Palabra de Dios. Si no escuchamos, de forma activa y cuidadosa, nos expondremos a ser guiadas a toda clase de errores, y enseñanzas falsas. Estar dispuestas a oír, pero ser lentas para hablar, debieran de ser tomadas, como dos caras, de la misma moneda.

Lentas para hablar significa hablar con humildad y paciencia, no con palabras alocadas, ni cotorreando… sin parar. La persona que habla “constantemente” no deja que la otra persona hable. Sabiduría no es siempre tener algo que decir. Involucra escuchar detenidamente, considerando lo que se dice en oración, y hablando con suavidad.

Cuando hablamos mucho, y escuchamos poco, les comunicamos a otros que pensamos que nuestras ideas, son mucho más importantes, que las de ellos. Santiago nos dice sabiamente, que cambiemos completamente esta manera de actuar.

Necesitamos poner un cronómetro mental a nuestras conversaciones, y mantener control de cuanto hablamos, y cuanto escuchamos. Cuando la gente te habla, ¿siente que sus ideas y puntos de vista tienen valor para ti?

Hay una historia muy simpática acerca del presidente Roosevelt, de los Estados Unidos, quien muchas veces, tuvo que aguantar largas filas de invitados durante las recepciones en la Casa Blanca. Él se quejaba que la gente no prestaba atención a lo que él decía, mientras caminaban por las filas de recepción.

Un día decidió hacer un experimento. A cada persona que pasaba, él le murmuraba, “Maté a mi abuela esta mañana.” Los invitados sonreían, mientras contestaban con un simple, “¡Ay! ¡Qué Maravilla!” O “Lo felicito.” O “¡Que Dios lo bendiga, señor presidente!” Obviamente, nadie había escuchado ni media palabra del presidente.

Finalmente, el presidente saludó al embajador de Bolivia, que realmente había escuchado sus palabras. Así que, perplejo, el embajador se inclinó, y dijo en voz baja. “Estoy seguro que se lo merecía.”

Algunas veces, nosotras mismas somos duras de oído. Hay momentos que “mentalmente” estamos en la Conchinchina, y las palabras, que la gente nos dice, nos entra por un oído y nos sale por el otro.

¿No hemos contestado “todas” con un vago “aja, aja” a una historia que realmente no estábamos escuchando? O durante la comida, decimos un “superficial” “qué bueno, mi amor,” ¿en contestación a una de las historias de nuestros esposos acerca del trabajo”?

Con respecto a escuchar a Dios, cuantas veces nosotras también hemos sido “espiritualmente” duras de oído. Como la gente en la fila de recepción de la Casa Blanca, nos encanta poder codearnos con Dios, pero realmente, no escuchamos lo que Él nos dice.

Frecuentemente, estamos tan ocupadas pensando en lo que queremos decirle a Dios, que no prestamos atención a lo que Él nos está diciendo. Por eso, San Francisco de Sales dijo: “Media hora al día “escuchando a Dios” es esencial, excepto cuando estamos muy ocupadas. Entonces, una hora completa es necesaria.”

20 porque quien se enoja no promueve la justicia de Dios. También debemos de ser lentas para enojarnos. El enojo, cierra nuestras mentes a la verdad de Dios. Proverbios 13:3 dice: “El que cuida su boca se cuida a sí mismo; el que habla mucho… tendrá problemas.”

La ira estalla cuando “nuestro yo” es lastimado. Es esta clase de ira que crece debido a nuestro mucho hablar… y poco escuchar. No nos debemos de molestar cuando no ganamos un argumento, o cuando nos sentimos ofendidas o descuidadas. La cólera egoísta nunca ayuda a nadie.

Efesios 4:2 dice, “Enójense, pero no pequen; reconcíliense antes de que el sol se ponga.”

El enojo, que resulta de un carácter desconsiderado y descontrolado, lleva a palabras impulsivas e hirientes que no honran a Dios. La explosión de ira tiende a ser incontrolable. ¡Es como un volcán que hace erupción! Derrite todo lo que está a su paso.

Por eso, un arrebato de cólera puede sentirse tan intensamente, como un volcán, cuando está dirigido directamente a otro miembro de la familia. Aunque ese mal momento puede pasar rápido, dejará atrás un desastre emocional, y sentimientos bien amargos.

Muchas veces, es bien triste, que las personas que más queremos, terminan siendo el blanco de nuestras palabras hirientes. Pero aun cuando sentimos que hemos sido provocadas, siempre podemos elegir entre… ¿Responder con cólera, o con bondad…

Jorge Martín cuenta esta historia verdadera. “Yo me acuerdo de un muchacho, QUE UN DIA, en un arranque de cólera, le escribió una carta bien insultante a su papá. Como ambos trabajábamos juntos en la misma oficina, yo le aconsejé que no mandara la carta, porque la había escrito estando muy molesto.

El muchacho no me hizo caso, cerró la carta, y me pidió que la pusiera al correo. Yo simplemente me la metí al bolsillo hasta el día siguiente. A la mañana siguiente, el muchacho llegó al trabajo todo preocupado. “Jorge,” me dijo “Como quisiera no haberle mandado esa carta a mi papá. Le va a romper el corazón.

¡Ay! Daría cien dólares por tener esa carta de vuelta en mi poder.” Sacándola de mi bolsillo, se la di. Y le dije lo que había hecho. El chico se alegró tanto, que realmente, me quería pagar los cien dólares, por no haber mandado esa dura carta.

Si tú pudieras retroceder el tiempo, y poder hacerlo de nuevo, no hubieras dicho esas palabras, o herido a esa persona, o cometido ese error. Pero nosotras no podemos deshacer el camino andado. Y los pecados una vez cometidos, no se pueden anular.

Por eso Efesios 4:32 dice que seamos bondadosas y misericordiosas, y que nos perdonemos los unos a los otros, así como también Dios nos perdonó en Cristo.

Eclesiastés 7:9 dice “No dejes que el enojo te haga perder la cabeza. Solo en el pecho de los necios halla lugar el enojo.” Proverbios 16: 32 dice: “Ser paciente es mejor que ser valiente; es mejor dominarse uno mismo que tomar una ciudad.”

Si estás luchando con el enojo crónico, que está dañando tus relaciones, ENTREGA estas emociones al poder de Cristo. Pídele a Dios que te perdone por tu ira incontrolable, y que te muestre como poder moderar tus emociones, y que te enseñe a honrar, y mostrar deferencia hacia los demás.

Cuando busquemos amar a otros sinceramente, y agradar a Dios, podremos obtener la victoria sobre un temperamento volcánico.

21 Así que despójense de toda impureza y de tanta maldad, y reciban con mansedumbre la palabra sembrada, que tiene el poder de salvarlos.

La palabra griega, “despojarse” indica “hacer algo” DE UNA VEZ POR TODAS. Porque no puede haber progreso en nuestra vida espiritual, si no vemos al pecado, por lo que es. Debemos de dejar de justificarlo, y debemos rechazarlo de una vez por todas.

Una vez que nos deshacemos de nuestros malos hábitos, entonces necesitamos aceptar el mensaje de Dios, con humildad, buscando vivir de acuerdo a Su Palabra, PORQUE ESTA HA SIDO SEMBRADA EN NUESTROS CORAZONES, para que puedan ser parte de nosotras mismas.

La tierra de nuestro corazón, donde la Palabra es plantada, tiene que ser acogedora para que la Palabra pueda crecer. Para hacer nuestra tierra acogedora, debemos deshacernos de las impurezas de nuestra vida.

Tal vez NO PUEDAS ESCUCHAR la Palabra del Señor, PORQUE YA TIENES DECIDIDO “EN TU MENTE” LO QUE QUIERES HACER.

Por eso Santiago te dice que recibas la Palabra de Dios, con humildad, como diciendo: “Señor, estoy pasando por esta prueba, o esta tentación, o esta dificultad, y necesito dirección de tu parte.

Necesito que tu Palabra me dirija, si no, no voy a poder hacer BIEN. Por eso vengo a Ti, mi Señor, no con mi propio plan, pero humildemente. Lo que Tú me digas, eso haré.” Mucha gente NO ESCUCHA AL SEÑOR CUANDO LEE LA PALABRA DE DIOS, porque les falta un espíritu de mansedumbre… un espíritu de humildad… ante Dios.

Cuando nos apropiamos de las características, que nos enseña la Biblia, estas se manifestarán en nuestro diario vivir. Las pruebas y tentaciones nos pueden derrotar, si no aplicamos las verdades de Dios, a nuestras vidas.

ASÍ QUE, YA VIMOS QUE ES IMPORTANTE “ESCUCHAR A OTROS,” AHORA VAYAMOS A NUESTRO SEGUNDO FUNDAMENTO…

II. Aplica la Palabra (Santiago 1:22-25)

22 Pero pongan en práctica la palabra, y no se limiten solo a oírla, pues se estarán engañando ustedes mismos. 23 El que oye la palabra pero no la pone en práctica es como el que se mira a sí mismo en un espejo: 24 se ve a sí mismo, pero en cuanto se va, se olvida de cómo es.

25 En cambio, el que fija la mirada en la ley perfecta, que es la ley de la libertad, y no se aparta de ella ni se contenta sólo con oírla y olvidarla, sino que la práctica, será dichoso en todo lo que haga.

Es obvio, que por el simple hecho de que estar sentadas en un garaje, no nos convierte en un carro. Y el hecho de estar sentadas en una iglesia, no nos convierte en cristianas. Del mismo modo, escuchar buenos sermones bíblicos, no nos hacen seguidoras de Jesús…. ni tampoco el hecho de leer la Palabra de Dios religiosamente.

Después de todo, Santiago dice, que el conocimiento, sin acción, es inútil. Saber quién es Dios, y cuanto nos ama, pero no amarlo y obedecerlo a cambio, no sirve para nada.

Saber lo que Dios demanda y desea de Su gente, pero no hacer nada al respecto, no tiene sentido. El saber requiere tomar una decisión práctica. No es suficiente escuchar la Palabra, debemos practicarla.

Hay muchas personas, que tienen el concepto equivocado… de que el escuchar un buen sermón, o estudio bíblico, las hará crecer y obtener las bendiciones de Dios. ¡NO!

No es el escuchar, SINO EL HACER, lo que trae bendición. Muchas las hay que marcan sus Biblias, pero sus Biblias no las marcan a ellas. Si uno piensa que es muy espiritual, solo porque escucha la Palabra, se está engañando a sí misma.

PAUSA

Jesús dice en Mateo 7:24-25, “Cualquiera que me oye estas palabras, y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente [o a una mujer prudente] que edificó su casa sobre la roca.

25 Cayó la lluvia, vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y azotaron aquella casa, pero esta no se vino abajo, porque estaba fundada sobre la roca. 26 Por otro lado, a cualquiera que me oye estas palabras y no las pone en práctica, la compararé a una mujer insensata, que edificó su casa sobre la arena.

27 Cayó la lluvia, vinieron los ríos, y soplaron los vientos, y azotaron aquella casa, y ésta se vino abajo, y su ruina fue estrepitosa.

La vida cristiana es trabajo arduo. El cristianismo involucra esforzarse metódicamente para implementar las verdades de la Palabra de Dios a tu vida. La profundidad y madurez espiritual no vienen sin esfuerzo continuo.

Jesús acababa de dar el Sermón del Monte, donde había enseñado verdades muy profundas. Verdades jamás antes dichas. El Hijo de Dios había explicado claramente la clase de vida que le agrada al Padre. Y aun así, Jesús sabía que cuando terminara Su sermón, habría algunos que se irían, y jamás aplicarían la Palabra que acababan de escuchar.

Jesús dice que el hombre o mujer, que toma las palabras de Dios, y las aplica a su vida, es como una persona sabia, que construyó su casa en la roca. Las rocas son fuertes para construir sobre ellas. Toma mucho esfuerzo poner los cimientos de la casa sobre una roca. En cambio, construir una casa en la arena es muy fácil, y se construye en un dos por tres.

Construir en una roca es trabajo serio y TEDIOSO. Sin embargo, el que construye en la arena está en una posición muy vulnerable. El que construye en la roca, hace la casa segura.

¿Cómo evaluarías tú “la clase de cimientos” con que estás construyendo tu propia vida? Simplemente mira lo que pasa cuando viene una tormenta a tu vida. Una vida edificada en la Palabra de Dios aguantará la misma tormenta que barrerá la vida de la que no obedece la Palabra de Dios.

No hay ningún atajo, ni método rápido, para obtener la madurez espiritual. La madurez solo viene a través de trabajo duro, y de obediencia a lo que Dios dice. La próxima vez que escuches a Jesús hablar, comienza a aplicar Su verdad a tu vida inmediatamente para que ninguna tormenta perturbe o inquiete tu vida.

Por eso Jesús dice en Juan 3:21: “El que practica la verdad viene a la luz, para que sea evidente que sus obras son hechas en Dios.”

23 El que oye la palabra, pero no la pone en práctica, es como el que se mira a sí mismo en un espejo: 24 Se ve a sí mismo, pero en cuanto se va, se olvida de cómo es.

¿Se acuerdan del cuento de Blancanieves? La famosa historia del espejo que hablaba y no podía mentir. La Reina, la madrastra de Blancanieves, era muy bella, pero era orgullosa y altanera, y no podía aguantar que nadie fuera más bella, que ella. Tenía un espejo prodigioso, y cada vez que se miraba en él, le preguntaba:

"Espejito en la pared, dime una cosa: ¿quién es en este país la más hermosa?" Y el espejo le contestaba, invariablemente: "Señora Reina, eres la más hermosa en todo el país". La Reina quedaba satisfecha, pues sabía que el espejo decía siempre la verdad.

Blancanieves fue creciendo y haciéndose más bella cada día. Cuando cumplió los siete años, era tan hermosa como la luz del día, y mucho más bella que la misma Reina.

Un día “la Reina” le pregunta al espejo: "Espejito en la pared, dime una cosa: ¿quién es en este país la más hermosa?". Respondió el espejo: "Señora Reina, tú eres como una estrella, pero Blancanieves es mil veces más bella".

Todos los espejos tienen una cosa en común: NO MIENTEN. Así que, aun si nuestro peinado no está muy bonito en ese momento, o si tenemos una linda sonrisa, los espejos reflejan fielmente la verdad. Santiago nos enseña que la Palabra de Dios es un espejo sobrenatural que puede ver “ muy por por encima de la superficie,” y exponer al corazón.

En vez de preguntar, “¿Soy yo la más hermosa del país?” deberíamos de estar descubriendo, “¿Soy yo fiel con mis palabras y mis acciones?” El espejo de Dios revela las contradicciones que hay en nuestra vida religiosa. Así que pregúntate: “¿Escucho yo la Palabra de Dios? ¿Estoy haciendo lo que Dios me dice?”

Al mirarnos al espejo de la Palabra de Dios, nos vemos tal como somos. Santiago nos habla de los errores que la gente comete, al mirarse en el espejo divino. En primer lugar, esas personas solo echan un vistazo. No se examinan cuidadosamente al leer la Palabra de Dios.

Muchas creyentes sinceras leen un capítulo de la Biblia diariamente, PERO ES SOLO UN RITO RELIGIOSO, que no les hace ningún bien. Es más, sus conciencias las acusan… si no hacen su lectura diaria, cuando en realidad, las deberían de acusar por haber leído la Palabra de Dios, tan negligentemente.

Una lectura superficial de la Biblia no nos puede revelar nuestras necesidades cruciales. Es la misma diferencia que hay… entre mirar una foto instantánea y una radiografía. Si se fijaran atentamente, en lo más profundo de sus corazones, nunca olvidarían lo que han visto.

25 En cambio, el que fija la mirada en la ley perfecta, que es la ley de la libertad, y no se aparta de ella ni se contenta sólo con oírla y olvidarla, sino que la práctica, será dichosa en todo lo que haga.

Si vamos a usar provechosamente el espejo de Dios, debemos de fijarnos en él completamente. Un simple vistazo no es suficiente. Debemos examinar nuestro corazón y nuestra vida a la luz de la Palabra de Dios.

Este acto requiere tiempo, cuidado y entrega sincera. Así que, cinco minutos diarios a solas con Dios no son suficientes para un examen espiritual completo. Después de examinarnos, debemos recordar lo que somos… y lo que Dios dice… y luego, ponerlo a la práctica.

La bendición no viene con solo leer la Palabra, sino con hacerla. ¿Por qué llama Santiago a la Palabra de Dios la ley perfecta, la ley de la libertad? La respuesta es que al obedecerla, Dios NOS LIBERA de la esclavitud del pecado.

El Salmo 119:45 dice: “Solo así seré completamente libre, pues he buscado seguir tus mandamientos.” Y Jesús mismo dice en Juan 8:34: “De cierto, de cierto les digo, que todo aquel que comete pecado, esclavo es del pecado.”

El espejo de la Palabra, no solo nos examina y nos muestra nuestros pecados, sino que también nos limpia. Nos da la promesa de limpieza en 1 de Juan 1:9, “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.”

¿Se acuerdan cuando David cometió adulterio con Betsabé, y trató de encubrir su pecado? Entonces el profeta Natán fue a visitar a David y le contó la historia de la corderita robada. David se puso furioso contra la maldad cometida.

Entonces Natán le dijo, “¡Tú eres ese hombre David!” Y le levantó el espejo de la Palabra para que David se mirara así mismo. Esto hizo que David confesara su pecado y se arrepintiera: “¡He pecado contra el Señor!” dijo David. El espejo de la Palabra hizo el examen.

¡Y ahí no quedó la cosa! Natán usó la Palabra para restaurar a David también. En 2 Samuel 12:13, Natán le dijo, “El Señor ha perdonado tu pecado, y no vas a morir.” Esta promesa, que vino de la Palabra de Dios, le dio seguridad de perdón y limpieza a David.

Después de que Dios nos restaura, Él quiere que comencemos a cambiar para que crezcamos en gracia, para no volver a cometer el mismo pecado. Muchas creyentes confiesan su pecado y piden perdón, pero no crecen espiritualmente, para poder vencer a la carne y al pecado.

2 de Timoteo 3:16 dice “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre o mujer de Dios sea perfecta, enteramente preparada para toda buena obra.”

¡Toda la Escritura es útil! Sabiendo esto, nos robamos a nosotras mismas, cuando no vamos a cada libro, a cada verdad, a cada versículo, a cada página de nuestra Biblia para leer las promesas y mandatos, que Dios tiene para nosotras. Porque cada verso de las escrituras es inspirado por Dios, y es útil para nosotras.

No debemos escoger solo los versículos que queremos leer y estudiar. No debemos afirmar solo los versos que nos gustan, e ignorar aquellos que nos condenan. Si vamos a poder ser discípulos maduros de Jesús, debemos de permitir que cada escritura nos hable, y nos enseñe lo que Dios quiere que aprendamos.

A lo que llenas tu mente con las escrituras, y a lo que obedeces Sus instrucciones, Él te guiará por los caminos de justicia. La Escritura te preparará para cualquier buena obra, a la que Dios te llame.

Si te sientes inadecuada para la tarea que Dios te ha dado, escudriña las Escrituras, porque dentro de ellas encontrarás la sabiduría que necesitas para llevar a cabo Su misión. Permite que la Palabra de Dios te impregne, te guíe… y que enriquezca tu vida.

Y POR ULTIMO, DESPUES DE ESTUDIAR LOS FUNDAMENTOS… “Escucha a Otros”; Y Aplica la Palabra”, vayamos a nuestro tercer y último fundamento:

III. Ayuda al Necesitado (Santiago 1:26-27)

26 Si alguno de ustedes cree ser religioso, pero no refrena su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión, no vale nada.

Debemos de poner en práctica la ley perfecta de Dios con nuestro lenguaje. SABER HABLAR BIEN – como lo haría un gran orador o un maestro -- no es tan importante ¡COMO CONTROLAR NUESTRA LENGUA! ES SABER QUE DECIR, A DONDE, Y CUANDO DECIRLO.

LA FORMA COMO OTROS PUEDEN VER, si tu fe es verdadera o no, es por lo que hablas, y la forma como lo hablas. Nos engañamos, a nosotras mismas, cuando tenemos prácticas religiosas que no nos llevan a un estilo de vida ético. SIN OBEDIENCIA, hasta nuestras prácticas más religiosas, no tienen valor.

Y NO PODEMOS SER OBEDIENTES, si no podemos controlar nuestra lengua. Aunque Santiago no especifica, como la lengua ofende, nos podemos imaginar cómo deshonramos a Dios con nuestra lengua – con el chisme, los arrebatos de ira, las duras críticas… las quejas… y hasta como juzgamos a otros.

Un hombre, que se la daba de muy religioso, se sentó a la mesa a comer con su familia, y solemnemente dijo: “Orémosle al Señor.” Todos inclinaron sus cabezas, y el papá comenzó la oración: “Gracias, Señor, por esta comida y por las manos que la prepararon.” Amén.

Sin embargo, durante toda la comida, no hizo otra cosa que regañar de todo: “Ay, este pan está duro. ¡No me gusta el pescado! ¡El café está muy ralo!

Y así siguió con la misma cantaleta durante toda la comida. Cuando sirvieron el postre, su hijita le preguntó: “¿Papi, tú crees que Dios te oyó cuando hiciste la oración?

Él papá contestó confiadamente, “Por supuesto.” Entonces ella le preguntó, “¿Crees que Dios escuchó lo que dijiste acerca del pan, y del pescado, y del café?” Con menos seguridad en sí mismo, el papá le contestó: “Si, pienso que sí.” Entonces la chiquita dijo, “¿Cuáles de tus palabras, piensas tú, que Dios creyó?

Aparentemente, EL PAPA, que encontraba falta en todo, era un hombre muy religioso. Se aseguraba de orar con su familia. Pero sus palabras criticonas daban una impresión muy diferente. Lo mismo es verdad con nosotras. Lo que decimos, dice mucho acerca de nuestro carácter.

Nuestras palabras muestran si somos compasivas o criticonas. Amorosas u odiosas. Generosas o codiciosas. La conversión no tiene sentido, a menos que nos lleve a un cambio de vida. Y una vida cambiada, no lleva a nada, si no sirve a otros.

27 Delante de Dios, la religión pura y sin mancha consiste en ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y en mantenerse limpio de la maldad de este mundo.”

Después de mirarnos, a nosotras mismas, Y A CRISTO en el espejo de la Palabra, debemos de mirar a las necesidades de otros. Las palabras “Que Dios te bendiga, hermanita. O estoy orando por ti,” no son ningún substituto a las obras de amor y caridad, que debemos de hacer.

Una hija de Dios debe de tener contacto personal con el sufrimiento del mundo, y los problemas, que la gente de este mundo, tiene. Aquí es donde los políticos son muy astutos. Salen a las calles y se encuentran con la gente y les dan la mano. Hacen contacto personal con ellos. De la misma forma, las cristianas deberíamos ir a donde la gente está.

Siento que hay un gran peligro en tener “una religión de la iglesia”, pero no “una religión de la calle.” Necesitamos una religión de la calle también. Debemos de tener contacto con el mundo… de forma personal… de servirlos con amor, ternura, bondad.

Una persona que practica la RELIGION PURA, como la llama Santiago, se sacrifica así misma, usando su tiempo y su dinero para cuidar de los necesitados. En el siglo primero, los huérfanos y las viudas eran los más necesitados.

Esto me hace acordar al niñito, cuya mamá se había muerto recientemente. Su papá era un hombre pobre, que trabajaba bien duro para sacar adelante a su pequeño hijo. Unos parientes, bastante ricos, se interesaron por el chiquito. Le dijeron al papá: “Tú no puedes darle a tu hijo todo lo que la vida ofrece.”

Así que el papá fue a hablar con su hijito acerca de mudarse con esos parientes. Le dijo al chiquito: “Ellos te van a dar una bicicleta. Muchos juguetes. Te darán muchos regalos por navidad. ¡Y te llevarán de viaje! Ellos harán cosas por ti, que yo no puedo hacer.”

El chiquito le dijo: “Papi, yo no quiero ir.” Y el papá le preguntó, “¿Por qué? “¿Ellos no me pueden dar a ti?” Hoy en día, hay mucha gente en el mundo que quiere ese toque personal. Tú puedes llevar el toque cristiano a esta gente con dulzura y amor… con consideración y bondad.

Y YA PARA CONCLUIR…

Cuando nuestras nietas eran chiquitas, mi esposo decidió armar una casita de muñecas en el garaje para que pudieran jugar cuando vinieran a visitarnos. A pesar de que el proceso de armar la casita NO ERA DIFICIL, mi marido chequeaba constantemente el libro de instrucciones para saber dónde iba cada pieza.

Los fabricantes de la casita, que escribieron el “libro de instrucciones” sabían exactamente cómo su producto debía de encajar. Mi marido solo tenía que seguir las instrucciones.

Nosotras también debemos de seguir las instrucciones de Dios, devotamente, si queremos vivir una vida, que honra a Dios. Obedecer la Palabra de Dios requiere ESCUCHAR A OTROS, APLICAR LA PALABRA, Y AYUDAR AL NECESITADO.

ASI QUE TE PREGUNTO… ¿Escuchas tú a otros, o eres siempre la que tiene que estar hablando? ¿Te molestas por todo? Cuando escuchas la Palabra de Dios, ¿la obedeces? ¿Controlas tu lengua?

¿Honras a Dios con tus palabras, o eres chismosa, criticona, y hasta quejosa? ¿Sirves a otros desinteresadamente? ¿Con compasión y amor?

OREMOSLE AL SEÑOR

Padre, gracias que Tu Palabra es el espejo espiritual que necesitamos para mirar nuestro propio corazón, y ver en qué áreas necesitamos cambiar. Señor, no queremos solo escuchar Tu Palabra, sino aplicarla a nuestras vidas para que ésta nos limpie de toda contaminación.

Padre, perdónanos por hablar tanto, y por no escuchar a otros. Ayúdanos a tener más paciencia con otros, y a superar nuestros arrebatos de cólera. Queremos honrarte con nuestra lengua. No queremos ser chismosas, criticonas, duras… ni ser quejosas.

Danos un corazón compasivo para amar a los necesitados. Queremos servir a otros con la misma humildad con que Jesús vino a servir al mundo. Queremos dar, no solo de nosotras mismas, sino de los recursos que Tú nos ha dado. En el nombre de Jesús. Amén.