LA MUJER EN LA IGLESIA
EXODO 28:1
¿Es verdad que la Biblia solo elige a hombres para dirigir a la Iglesia? ¿Y si es así, por qué? ¿Es esa prohibición parte de las reglas que ya no aplican hoy en día? Si la Biblia efectivamente prohíbe a las mujeres a que prediquen o enseñen, ¿las hace eso inferiores o poca cosa?
¿Y si ese es el caso, cómo es que la gente moderna puede aceptar la Biblia como verdadera, si sabemos que las mujeres tenemos el mismo valor y las mismas habilidades que los hombres?
Esta enseñanza no es solo para la mujer en el ministerio... es también para la mujer de negocios, la secretaria, la doctora, la maestra, sicóloga, administradora, la esposa y madre que conoce su valía... y que quiere servir a Dios.
En este pasaje veremos que Dios quiere que Su Iglesia siga el orden que El ha establecido. El hace diferencias entre hombres y mujeres... no solo en el hogar sino en la Iglesia también. En este pasaje el apóstol Pablo nos enseña que el liderazgo espiritual de la Iglesia recae sobre los hombres, y la sumisión discreta y de apoyo, recae sobre las mujeres.
Los hombres han sido elegidos por Dios para predicar y enseñar la doctrina con autoridad, y a dirigir a la Iglesia. Y las mujeres a servir en otras esferas, ya sea solas, o al lado de los hombres, como compañeros.
El título de esta enseñanza es “La Mujer en la Iglesia.” Y vamos a estudiar tres puntos: (1) El Orden de Dios en la Biblia, (2) El Orden de Dios en la Iglesia y (3) El Orden de Dios en el Ministerio.
EMPECEMOS EN ORACION
I. El Orden de Dios en la Biblia – (Éxodo 28:1)
28 Haz que comparezcan ante ti (Dios hablándole a Moisés) tu hermano Aarón y sus hijos Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar. De entre todos los israelitas, ellos me servirán como sacerdotes.
En la Biblia vemos que Dios escoge a los hombres para las posiciones de liderazgo. La Ley decía claramente que los sacerdotes de Israel debían ser hombres – los hijos de Arón, no las hijas.
Los monarcas también tenían que ser hombres. (Deut 17:14-20) Los hijos de Arón eran los sacerdotes de Israel, mientras que los hijos de David eran los monarcas. (2 Sam. 7:12-16) Israel solo tuvo un monarca mujer, la Reina Atalía, porque ella usurpa el trono, asesina a sus rivales, y le dedica su reino a los dioses paganos. (2 Kings 11)
En Mateo 10:2-4 vemos que Jesús escoge a doce hombres para que fueran sus apóstoles.
Éstos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; 3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el recaudador de impuestos; Jacobo, hijo de Alfeo, y Tadeo; 4 Simón el Zelote y Judas Iscariote, el que lo traicionó.
Pablo asumía que los líderes de la Iglesia serían hombres. Los primeros misioneros y aquellos que plantaran las iglesias en el libro de Hechos, eran todos hombres. Todos los acompañantes de Pablo mencionados en sus epístolas eran hombres, como: Barnabé, Silas, Lucas, Timoteo, Tito, Juan Marcos, entre otros.
Pero si hacemos un estudio más cuidadoso, esta figura, tal vez, no sea tan monolítica. La gran mayoría de los profetas y jueces eran hombres, pero también había algunas mujeres. ¿Se acuerdan de Débora, la jueza? ¿O de Huldá, la profetisa?
También las mujeres mandaban y dirigían... pero solo al lado de hombres. Miriam, la hermana de Moisés, era profetisa, y mandaba lado de su hermano, cuando ella dirigía a las mujeres de Israel a cantar acerca de la salvación de Dios. Cuando Miriam guiaba a las mujeres, lo hacía bajo el liderazgo de Moisés.
De la misma forma, el evangelio de Lucas menciona que la anciana Ana, quien era profetisa también, servía al lado de Simeón en el templo. Ella no predicaba. Más bien, ella le hablaba a los fieles judíos de Jesús.
Pablo alaba a las mujeres por su ayuda invalorable mientras que él plantaba iglesias.
También alaba a las mujeres que instruían a los niños. (2 Tim. 1:5) y exhorta a las mujeres mayores para que le enseñaran a las mujeres más jóvenes. (Tito 2:3-4)
También Priscila ministraba a los hombres con enseñanzas privadas. Priscila instruye a Apolos, un hombre de Dios, con una conversación realmente teológica.
El ministerio de Huldá confirma lo mismo. Huldá le hablaba privadamente a los emisarios del rey. Ella no iba a la corte; la corte venía a ella. Ella no iba a predicarles; ellos venían a escucharla.
Los hombres venían a su casa... La escuchaban y obedecían sus consejos. El rey Josías tenía máxima autoridad sobre el pueblo; sin embargo, él seguía los consejos de Huldá. Ella no decretaba la acción a tomar... ella solo proponía la acción a tomar... y el rey y la nación la tomaban. Ella guiaba sin mandar.
Y como Huldá, Débora era profetisa y jueza de Israel. Ninguna otra mujer ha tenido un título tan alto. Pero por otro lado, el libro de Jueces nunca dice que ella enseñaba o profetizaba públicamente. Como otras mujeres que hemos examinado, ella también enseñaba en privado.
Así que podemos ver más claramente que las mujeres instruían a los hombres en privado, pero no daban discursos formales a las masas que se congregaban para ser instruidas. Ellas aconsejaban y exhortaban a los hombres, por muy importantes que fueran, pero no dictaban los decretos de Israel o de la Iglesia.
A pesar de que las mujeres mandaban al lado de los hombres en Israel y en la iglesia, ninguna llega al rango de Abraham, Moisés, Elías, Isaías, Pedro, o Pablo, como líder principal.
Cuando Miriam trata de igualarse a Moisés e instiga una pequeña revolución contra él, Dios le llama la atención. Cuando Barac trata de evadir su liderazgo, Débora lo empuja a que tome el mando. Ella no toma las riendas del mando, pero estaba a su lado para alentarlo y aconsejarlo.
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Durante la época de Cristo, los judíos consideraban a la mujer, mentalmente y espiritualmente, inferior al hombre. Sin embargo, Jesús trataba a las mujeres como seres humanos.
Jesús les recordaba a todos que Dios había creado al hombre y a la mujer a Su imagen. Por eso, Jesús no solo enseñaba a las mujeres, sino que también les ofrecía Su amistad.
Las mujeres desempeñarían un papel vital en la vida de Jesús... de principio a fin. Muchas mujeres ricas apoyaban económicamente el ministerio de Jesús.
Eran las mujeres las que permanecerían fieles al pie de la cruz. Y serían ellas las primeras en testificar acerca de Su resurrección.
Jesús no se dejaba influenciar por las tradiciones judías. Más bien, El hablaba libremente con las mujeres;. Hasta deja que una mujer pecadora le ungiera los pies. ¡Eso era nunca visto! ¡Una pecadora tocando al rabino! ¡Jamás!
Jesús hasta busca a una mujer enferma, que toca Su manto, en medio del gentío. ∐Cuando estaba en camino al Calvario para ser crucificado, Jesús se detiene por un momento para hablarle a un grupo de mujeres que lamentaban Su muerte inminente.
En sus conversaciones con mujeres, Jesús era sincero y tierno. Cuando se encuentra con la mujer en el pozo de Samaria, El le pide agua, pero luego le habla claramente acerca de sus cinco divorcios, acerca del hombre, con quien estaba viviendo, que no era su esposo.
La conversación dura largo rato... hablan del pasado de ella, de cómo debían adorar a Dios, y de la salvación. Hoy en día esa conversación, entre un hombre y una mujer, parecería común, pero en esa época no era bien visto. ¡La samaritana no podía creer que un Judío le estuviera hablando!
Es ese mismo candor, que lo hace ver y perdonar el pecado de la mujer, que le unge Sus pies con aceite... con lágrimas y besos.
A la mujer con un sangrado crónico, le dice, “Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz.” (Lucas 8:48) Luego a una mujer, a la cual le endereza la espalda encorvada, le dice “Hija de Abraham” (Lucas 13:16). Hasta llora con María y Marta cuando su hermano Lázaro muere. (Juan 11:22-42)
Las mujeres eran sus amigas. Les enseña, les da sus derechos legales, y les ofrece todos los beneficios del discipulado. Jesús ama, sirve, respeta, y dignifica a la mujer, como jamás hombre alguno había hecho.
Hoy en día, hay algunos que se quedan perplejos de que Jesús no hubiera escogido a una mujer para ser Su apóstol; ya que los evangelios nos dicen que las mujeres eran también, el objeto de la gracia de Jesús, y miembros de Su reino. El las curaba, las instruía, y las hacía Sus discípulos.
Las invitaba a que lo siguieran, a que ofrendaran, a que conversaran con El, y a que testificaran de Su resurrección. Aun así, Jesús no derriba todas las distinciones entre hombres y mujeres.
Jesús establece un precedente cuando nombra a hombres, como Sus apóstoles, mostrando que los líderes de la Iglesia debían de ser hombres. Las mujeres podían ejercer el liderazgo informal que estaba disponible a toda creyente, pero Jesús solo elige a doce hombres -- a ninguna mujer. -- para que mandaran como apóstoles.
Jesús nombra a Sus apóstoles como Sus testigos principales. Los entrena para que testificaran de lo que sus oídos habían escuchado; de lo que sus ojos habían visto, y de lo que sus manos habían tocado durante Su ministerio.
Después de Su resurrección, los apóstoles mismos verían las heridas de Sus manos y Sus pies. No solo las verían, sino que también las tocarían. Ellos creerían y testificarían de Jesús. Ellos predicarían y escribirían el mensaje fundamental de la Iglesia.
Ese fue el orden, el ejemplo y el precedente que deja Jesús para Su Iglesia.
Así que, ya vimos el Orden de Dios en la Biblia... ahora vayamos al punto
II. El Orden de Dios en la Iglesia (1 Timoteo 2:11-15)
“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en trasgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia.”
¡Ay, Pablo! ¡Van a pensar que eres machista! Mucha gente acusa a Pablo de ser enemigo de las mujeres. Lo critican por sus instrucciones acerca de las viudas y las vírgenes (1 Cor. 7) y por silenciar a las mujeres en la Iglesia de Corintios. Las feministas se quejan de sus instrucciones acerca de la iglesia local. (1Tim. 2:9-15)
Estos versículos no tienen nada que ver con machismo. La pelea de las feministas no es con Pablo, sino con Dios. Las instrucciones, inspiradas por el Espíritu Santo, son parte de la Palabra de Dios. Pablo es simplemente el maestro, el portador de la Palabra.
La Verdad de la Palabra viene de Dios. Pablo simplemente escribe, bajo la inspiración directa e infalible del Espíritu Santo, lo que Dios quería que dijera acerca de las mujeres.
A decir verdad, Pablo le tenía mucho cariño a las mujeres de la iglesia y menciona a muchas de ellas afectuosamente en sus epístolas.
Solo los ignorantes pueden acusar a Pablo de odiar a las mujeres. Debo de admitir que las declaraciones de Pablo, con respecto al papel de la mujer en la iglesia, son bastante firmes.
Pero si tenemos algún problema con lo que la Biblia dice acerca de las mujeres en la iglesia, el problema no es con Pablo... ni con Pedro, sino con Dios que nos dio Su Palabra.
(11a) “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.”
La palabra “silencio” irrita a muchas mujeres... Algunas se quejan “¿Por qué las mujeres tienen que estar en silencio en la iglesia?
Silencio es una traducción desafortunada porque da la impresión que una creyente nunca puede abrir la boca en la asamblea. Esta es la misma palabra griega que significa “apacible” o “serena.” Algunas mujeres abusarían de su nueva libertad en Cristo y crearían alboroto en la iglesia interrumpiendo constantemente el culto.
Como la Biblia es la Palabra de Dios... y es divinamente inspirada, absoluta e infalible, las instrucciones que contiene deben de ser aceptadas incondicionalmente porque son infalibles y verdaderas, y precisas para todos.
( 11b) Con toda sujeción. La palabra sujeción significa: “sometimiento” o “someterse” Someterse significa literalmente “alinear por rango.”
Las que están familiarizadas con las fuerzas armadas saben que “rango” tiene que ver con orden y autoridad, y no con valor o habilidad. El rango del coronel puede ser más alto que la del soldado raso, pero eso no significa que el coronel sea necesariamente mejor hombre que el soldado.
PAUSA
Si compramos un artefacto eléctrico, ¿no creen que sería buena idea seguir las instrucciones del manual para no electrocutarnos o quemar el aparato? De la misma forma, la Biblia es el manual de nuestro Creador para Su iglesia. El orden de Dios debe de ser cumplido para que la Iglesia funcione adecuadamente.
Obviamente, la iglesia es mucho más compleja que un simple artefacto eléctrico, pero este ejemplo nos da una lección objetiva de la importancia de seguir las instrucciones del fabricante o del Creador.
La Iglesia es un organismo. Fue sembrada desde la eternidad; y está compuesta de gente diversa... de gente con diferentes estilos de vida, y de gente de todas partes del mundo. La Iglesia viene con sus propias instrucciones que se encuentran en la Biblia, principalmente, en las epístolas del Nuevo Testamento.
(12) “Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.”
A las mujeres SI se les permite enseñar. Tito 2:3-4 dice que “La mujer mayor le debe de enseñar a la mujer joven. La mamá y la abuela de Timoteo le enseñaron las escrituras desde niño en su casa (2 Tim. 1:5; 3:15)
No tiene nada de malo que una mujer piadosa le enseñe a un hombre en privado (Hechos 18:24-28); pero ella no debe de asumir autoridad en la Iglesia ni tratar de tomar el lugar del hombre. Ella debe de tener una actitud serena y prudente, y ayudar a mantener el orden en la Iglesia. ¡NO DE CREARLO!
(VV 13-14) “Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en trasgresión.”
Adán fue formado primero, y después Eva. Pero recuerden que prioridad no significa superioridad. Ambos el hombre y la mujer fueron creados por Dios... a la imagen de Dios. La cuestión aquí es autoridad: El hombre fue creado primero. A Él le corresponde la autoridad. ¡No hay vuelta que darle!
Además, Satanás engaña a la mujer para que pecara (2 Cor. 11:3; Gen. 3). Sin embargo, el hombre peca con los ojos bien abiertos. El sabía lo que estaba haciendo. Adán hace caso omiso al orden que Dios quería para la humanidad.
En vez, él escucha a su esposa en algo que él sabía estaba mal; desobedeciendo a Dios, y trayendo pecado y muerte al mundo.
En una ocasión, Abraham escucha el consejo de su esposa Sara, y ambos se meten en tremendo lío. (Gen. 16) Pero luego, Sara le da otro consejo, y Dios le dice a Abraham que le hiciera caso. Las mujeres pueden dar apoyo y consejería, pero eso no quiere decir que tengan que usurpar la autoridad del hombre en el hogar o en la Iglesia.
La sumisión de la esposa a su esposo es parte del plan original de la Creación. El desorden que tenemos hoy en día en la sociedad es el resultado de la violación del orden establecido por Dios.
Personalmente, no conozco a ninguna mujer de Dios, que quiera dirigir realmente las cosas en la Iglesia. Sin embargo, a nosotras nos encanta ser parte del ministerio de mujeres de la iglesia… de compartir la Palabra de Dios, de orar juntas y exhortarnos las unas a las otras, y de poder gozar de bellos momentos de compañerismo.
1 Tim. 5:14, Pablo dice, “Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos, y gobiernen su casa...”
Todas nosotras debemos criar a nuestros hijos, ya sean hijos biológicos o espirituales, para que sigan a Cristo con todo su corazón, para que puedan convertirse en los hombres y mujeres del mañana, en quienes Dios quiera confiar, como líderes en la iglesia.
Y también le dice a las mujeres mayores en Tito 2:4-5 “Que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.”
Jesús y Pablo alentaban a las mujeres a trascender los roles tradicionales de servir en la casa y la familia, pero nunca menospreciando esos roles. Cuando los profetas falsos empiezan a prohibir el matrimonio, y todo lo que eso conllevaba (1 Tim 4:3), Pablo afirma el matrimonio, la maternidad, y hasta el trabajo casero.
Ser madre es parte de la obra que Dios ha planeado para la mujer. ∐ La Biblia nunca dice que las mujeres se deben de quedar en casa, preñadas y sin zapatos. Nunca apoya que las mujeres se queden encerradas ni enclaustradas... algo que antiguamente era muy común.
Las mujeres participaban en muchas áreas importantes de los ministerios de Jesús y Pablo, y probablemente dejaban sus hogares para hacer algunas de ellas. ¡No hay duda que la Biblia exalta a la mujer!
Proverbios 31 alaba a la mujer que invierte su dinero en bienes raíces... que empieza un viñedo, y que cose ropa fina para su familia, para los pobres, y hasta para la venta.
Toda mujer debe de planear bien las cosas para asegurarse de que nade le falte a su familia. La Biblia no dice en ninguna parte que el hombre tiene que ganar el dinero para que la mujer se quede en la casa sin hacer nada... gastando el dinero.
La mujer debe de quedarse en casa para criar a sus hijos. Pablo recomienda, que las mujeres casadas con niños chicos, trabajen en su hogar. La Biblia le da a la mujer la libertad de trabajar, pero también afirma su papel tradicional de esposa y madre.
Mi cuñada, viuda de mi hermano, enviudó muy joven. Sin embargo, ella sacó adelante a sus tres hijos. Ella trabajó desde su casa para asegurarse de que nada les faltara económicamente; y para poderse ocupar personalmente de la crianza de sus hijos y del manejo de su hogar.
Hoy día todos sus hijos son profesionales. Ella fue fiel... siguió el papel femenino que Dios le había dado y El la bendijo grandemente. Y a muchas de ustedes, fieles mamás, las ha bendecido también.
Así que, ya vimos el Orden de Dios en la Biblia... y El Orden de Dios en la Iglesia, ahora vayamos a nuestro tercer y último punto…
III. El Orden de Dios en el Ministerio (1 Corintios 12:8-12)
Este tercer punto trata con los dones espirituales, que Dios le da a aquella persona que se entrega a Cristo, como Su Señor y Redentor, para servirlo con autoridad y poder.
( 8-12) “Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como El quiere. Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo.
La Biblia nos enseña claramente que el Espíritu Santo le da a cada cristiano un don espiritual, o más de uno. Este don es dado por Dios para capacitar a los creyentes para el ministerio. ¡Y Dios quiere que usemos esos dones! Nosotros no podemos escoger nuestro don. El da esos dones como El quiere.
Cuando ministramos y usamos nuestro don espiritual, los resultados son asunto del Señor. Cada persona es llamada a ser fiel, a usar su don espiritual, pero los resultados quedan enteramente en las manos de Dios.
Asumiendo que tú has sido responsable de tu don, no te puedes gloriar si los resultados son abundantes, y no te debes sentir culpable, si los resultados no son muy grandes.
Y no necesitas saber cuál es tu don para servir al Señor.
Algunas tienen el don de evangelismo, pero todas hemos sido llamadas a evangelizar. Algunas tienen el don de la enseñanza, pero todas debemos enseñar en una ocasión u otra. No necesariamente en un salón de clase, pero en la vida misma.
Algunas tienen el don de dar... de dar generosamente... pero se supone que todas debemos de dar con generosidad.
No debemos obsesionarnos tratando de descubrir nuestros dones espirituales, hasta el punto de sentir que no podemos servir a Dios hasta que no los descubramos. Más bien, debemos hacer las cosas que la Biblia nos manda hacer.
Entonces, conforme servimos a Dios, nos daremos cuenta que hay ciertas cosas que hacemos mejor que otras; y además otras personas lo notarán y nos afirmarán.
Cuando vemos los resultados de nuestra labor, nos damos cuenta de cual es nuestro don espiritual. Entonces podremos comenzar a enfocarnos en esas áreas.
Yo no sabía que tenía el don de la enseñanza hasta que algunas de las mujeres de la iglesia comenzaron a notar que yo tenía ese don, y me comenzaron a alentarme a que sirviera al Señor enseñando, no solo a las mujeres de mi iglesia sino también a mujeres de los países latinos, como el Perú, México, y Costa Rica. Y así fue. Y Dios bendijo mi obediencia.
Así que, ¿cuál es el propósito de los dones espirituales? Dios le ha dado a Su pueblo los dones del Espíritu Santo para edificar el Cuerpo de Cristo. Una congregación madura y saludable funciona con los dones del Espíritu.
Todos los dones son importantes. Los dones, en un sentido nos pertenecen, y en otro, no. Cuando recibimos algo de Dios, ese “algo” no se debe convertir en nuestra posesión o trofeo. Somos simplemente administradoras de la gracia de Dios.
El Espíritu Santo concede a las mujeres la administración de muchos de los dones, incluyendo el don de la profecía. La profecía fortalece, alienta, consuela y edifica a los creyentes. También revela los secretos del corazón humano.
¿Pero que es un don? Un don es la habilidad y el deseo de servir, dado por Dios para el uso productivo de la Iglesia. Habilidad significa que las personas con un don espiritual avanzan el reino de Dios.
Deseo de servir significa que nos gusta usar nuestros dones... Pablo dice que los líderes gobiernan diligentemente. Aquellos que muestran compasión lo hacen alegremente, aquellos que dan, lo hacen generosamente.
A las compasivas les encanta ayudar a otros. Las dotadas se sienten llenas de vida cuando usan sus dones, aun cuando traiga penurias, como las que pasó Pablo en su apostolado. Pero si alguien cree tener una habilidad o algún don, pero le disgusta el trabajo que conlleva, es muy posible que no tenga ese don. Que ese no sea su ministerio.
Los dones hacen madurar al pueblo de Dios. Edifican al Cuerpo de Cristo. Y viceversa, si alguien, por ejemplo, es un músico talentoso... pero si lo único que busca es entretener a la gente, en vez de inspirarlos ha alabar y adorar a Dios... no está bendiciendo a la Iglesia.
Los verdaderos dones espirituales se centran en Dios y en Su gloria. Muchos de los dones espirituales se encuentran en los libros de Romanos 12, Corintios 12, Efesios 4 y 1 Pedro 4.
Dios también te ha dotado a ti con un propósito. ¡Aviva el don que Dios ha puesto en ti! Úsalo. Cuídalo. Y dale gracias a Dios por él. Y verás el crecimiento, el progreso, y el ministerio, que consecuentemente, fluirá en tu vida y a través de tu vida.
Las mujeres pueden participar en un sin número de ministerios, excepto en aquellos que le pertenecen característicamente a los líderes o diáconos de la Iglesia. Las mujeres pueden organizar, reclutar, y aconsejar.
Ellas pueden dirigir al lado de sus compañeros masculinos, ayudando, adquiriendo conocimientos, y ayudando a tomar decisiones. Ellas pueden adquirir habilidades... pasárselas a otros como mentores. En la alabanza, ellas pueden orar, sugerir himnos... y ofrecer testimonios.
Así que afirmemos las labores que las mujeres hacen tradicionalmente en la iglesia. Es bueno para las mujeres enseñar a los niños en las escuelas dominicales, y discipular a los adolescentes. Las mujeres mayores deben de entrenar a las mujeres jóvenes a que amen a sus esposos y que trabajen fielmente en su casa.
También es bueno que las mujeres trabajen en las guarderías y las cocinas de la iglesia.
Las mujeres tienen el mismo derecho que los hombres de compartir su testimonio o de dar una palabra de aliento. Las mujeres pueden ser maestras en el ministerio de las mujeres. Y más que nada, las mujeres pueden orar e interceder por otros.
Un ministerio lindo para mujeres... y también para hombres, es el de hacer viajes misioneros cortos. Por ejemplo, pueden ir a la sierra o a la selva peruana y compartir el amor de Cristo, en forma tangible a la gente de esas zonas. O a otras zonas... o adonde viven personas necesitadas.
Uno piensa que va a aquellos lugares ha ayudar y bendecir a la gente... y es así efectivamente, pero también nosotras terminamos siendo bendecidas. Así de maravilloso es nuestro Dios.
Yo recuerdo un viaje misionero corto que hicimos a las reservaciones indias de Dakota de Sur en los Estados Unidos. Nuestra misión era los niños. Todos los días íbamos a una reservación india diferente...
Cuando llegábamos en el ómnibus, poníamos un toldo grandísimo... sillas para que los chiquitos se sentaran... preparábamos el escenario... hacíamos títeres... cantábamos con ellos... les pintábamos las caras... hacíamos juegos... le lavábamos los pies... y les regalábamos mediecitas y zapatos nuevos.
Y, por supuesto, les hablábamos de Jesús y de Su amor por ellos.
En las reservaciones indias de los Estados Unidos hay mucha pobreza... mucho alcoholismo... droga... abuso doméstico. Estos niñitos sufren mucho... Necesitan tanto de Dios...
Un día cuando estábamos visitando una reservación india, conocí a una chiquita linda. Se llamaba Mónica, y solo tenía nueve años. Era tan dulce y se apegó mucho a mí, y yo a ella. Pasamos prácticamente todo el día juntas.
Ella no quería que me fuera. Me preguntó, “¿Carmen, cuando vas a regresar? Yo le dije, “No se. Si el Señor me trae de regreso a Dakota, te prometo que vendré a visitarte.”
La chiquita estaba tan dolida de que yo me fuera. Le dije, “Mónica, tenemos la esperanza de Jesucristo. Si no te vuelvo a ver en esta tierra, ten la seguridad que nos veremos en el cielo.”
Y con palabras simples para que una chiquita de nueve años entendiera, compartí con ella las buenas nuevas del evangelio. El amor de Cristo... Su salvación... Su perdón... y la esperanza que tenemos en El de irnos al cielo... “Mónica, nos veremos de nuevo”
Y a lo que nuestro ómnibus se iba esa tarde... llevándonos de regreso a la casa misionera, noté que Mónica estaba montando su bicicleta junto a mi ventana. Ella estaba tratando de seguirle el paso al ómnibus.
Pero poco a poco... no pudo... Y a lo que nos hacíamos “adios” por última vez, la vi desaparecer en el horizonte con su manito todavía levantada... todavía haciéndome “adios”. Que alegría me dio el Señor ese día.” Esas son las bendiciones que Dios nos da cuando servimos a los menos afortunados.
Escuchen lo que Jesús dice en Mateo 25:35 “Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron.”
(40) “... Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aún por el más pequeño, lo hicieron por Mi.” Dios nos da tantas oportunidades para servir a Su pueblo... porque cuando servimos a Sus pueblo... lo servimos a El.
¡Así que!… ¿Quisiera preguntarte?
1. ¿Respetas el orden establecido por Dios para los hombres y mujeres en la Iglesia?
2. ¿Tienes una actitud sumisa y discreta?
3. ¿Confías en que Dios sabe lo que hace, y que quiere lo mejor para tu vida?
4. ¿Estas sirviendo a Dios y a tus hermanas cristianas con los dones espirituales que El te ha dado? ¿Tienes un ministerio?
5. ¿Estás resentida porque no puedes enseñar o predicar a la congregación en general?
OREMOSLE AL SEÑOR
Padre, gracias por tu Palabra. Gracias por enseñarnos y exhortarnos a que sigamos el ORDEN que Tú has establecido para Tu Iglesia. Tú haces distinción entre hombres y mujeres... no solo en el hogar sino en la Iglesia también.
Tú nos dices que el liderazgo espiritual de la Iglesia debe de recaer sobre los hombres, y que la sumisión y el apoyo deben de recaer sobre las mujeres. Padre, queremos hacer tu voluntad, no la nuestra. Solo cuando hacemos lo que a Ti te gusta, somos realmente bendecidas. Tú sabes siempre lo que es mejor para nosotras.
Padre, gracias por todos los dones que nos has dado. Queremos usarlos para Tu gloria. Gracias por todas las oportunidades que nos das para servirte, ya sea solas, o al lado de los hombres, como compañeros. En el nombre de Jesús, Amen.