El Rostro Maravilloso de Dios

Colosenses 115-20

¿Se acuerdan cuando los cosmonautas hicieron su primer viaje espacial alrededor de la tierra? Regresaron alardeando: “Hemos estado en el espacio. Hemos viajado alrededor de la tierra. ¡Pero no hemos visto a Dios!”

Al domingo siguiente, el Dr. Criswell, pastor de la Iglesia Bautista de Dallas, dijo: ¡Ah! ¡Si esos cosmonautas se hubieran quitado sus trajes espaciales, hubieran visto a Dios!

ABRAN SUS BIBLIAS COLOSENSES 1:15

El apóstol Pablo escribió esta epístola, esta carta, a los Cristianos de Colosas. Colosas era un pequeño pueblo en la provincia romana de Asia.

Tal parece que una falsa doctrina se había infiltrado en la iglesia diciendo que Jesús no era plenamente Dios… ni hombre, sino uno de los seres semi-divinos que servían de puente para salvar el abismo que existía entre Dios y el mundo.

Por lo tanto, se decía que Cristo no tenía autoridad ni capacidad para satisfacer las necesidades de los colosenses. Y es aquí, por medio de esta carta, que Pablo proclama el Señorío de Cristo. Su supremacía y suficiencia.

EMPECEMOS EN ORACION

El título de este mensaje es El Rostro Maravilloso de Dios, y en este pasaje veremos tres declaraciones maravillosas de quien es Cristo: (1) Cristo es Dios; (2) Cristo es Cabeza; y (3) Cristo es Redentor.

I. Cristo es Dios (Colosenses 1:15-17)

15 El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. 16 Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades;

Todo fue creado por medio de él y para él. 17 Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten.

Jesús es la imagen de Dios. ¡El es el Rostro maravilloso de Dios! En los tiempos del apóstol Pablo, la palabra “imagen era usada para mostrar efigies, o personificaciones en monedas, retratos y estatuas. La palabra “imagen” en griego es “Eikoen,” que significa “semejanza,” o “similitud.”

Es usada en Mateo 22, cuando habla del retrato de César en una moneda, y en Apocalipsis 13, cuando habla de la estatua del Anticristo. “Imagen,” en el griego antiguo, es el equivalente más cercano a nuestra fotografía moderna. Jesús es la representación perfecta de Dios. ¡El es el Rostro maravilloso de Dios!

El Almirante Miguel Grau fue uno de los grandes héroes de la guerra con Chile del siglo diecinueve, y era conocido como el Caballero de los Mares. Respetado no solo por los peruanos, sino por los chilenos también.

Para todas las que vivimos en el siglo veintiuno, Miguel Grau es, como quien dice, un personaje invisible. No lo hemos visto con nuestros propios ojos, ni tampoco lo hemos conocido personalmente.

Sin embargo, todas sentimos que lo conocemos, porque hemos visto fotografías, estatuas y pinturas de él. Hasta hay un busto de Miguel Grau en Miami.

¿Se acuerdan cuando la moneda del Perú era el Inti? El billete de $5,000 intis llevaba impresa la imagen de Miguel Grau. Esa imagen era su representación y manifestación.

De la misma forma, Dios, quien es invisible, es representado… es manifestado… en Cristo. Es realmente a Dios a quien vemos. Cuando decimos que Cristo es la imagen de Dios, no estamos diciendo que El es como Dios, sino que El es Dios.

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Esto me recuerda la historia de una chiquita, que miró hacia el cielo y le preguntó a su mamá si Dios estaba allá arriba. Cuando la mamá le aseguró que “SI” que Dios estaba allá arriba, ella dijo, “¿No sería lindo si Dios asomara Su cabeza para que lo pudiéramos ver?”

Dios ha asomado Su cabeza. Lo hemos visto. ¡Es más! El dejó el cielo, se hizo hombre, y vivió en esta tierra. No solo lo pudieron ver muchos, sino que lo pudieron tocar también. Jesús es Dios en un cuerpo. El es el retrato perfecto de Dios. ¡El es el Rostro Maravilloso de Dios!

Nuestro Señor Jesucristo, la segunda Persona de la Trinidad, satisface nuestros anhelos de un Dios, que tiene toda la sabiduría, el amor, el poder y la santidad que asociamos con Dios, pero también es Uno al que podemos ver, tocar, oír y hablar.

El es la imagen del Dios invisible. El le da expresión visible al Dios invisible. J.B. Phillips dice que Jesús es Dios enfocado. Vemos a Dios en Cristo. Jesús dijo en Juan 14:9, “El que me ha visto a Mi, ha visto al Padre.”

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Los antiguos griegos, famosos por su ciencia, filosofía, arte, y política, eran unos ignorantes en cuanto a su conocimiento de Dios. La gran ciudad de Atenas era conocida por sus estudios y aprendizaje. Sin embargo, estaba totalmente entregada a la idolatría.

Su religión llenaba el Monte de Olimpo con dioses hechos a la imagen del hombre. Ellos llevaron las líneas de la personalidad humana, y las extendieron hasta el infinito, y crearon a Dios como una versión más grande de sí mismos.

Este razonamiento no era mala idea. El problema era que ellos proyectaron al infinito las líneas del hombre caído, y por consiguiente, terminaron con dioses caídos – dioses dedicados a la lujuria, al odio, a las guerras, y que estaban totalmente entregados a los placeres carnales.

Luego vino Jesús. Era Dios y siempre había sido Dios. Solo que ahora era “Dios manifestado en la carne.” El nacimiento de Jesús marcó un momento nunca visto en los anales del tiempo y la eternidad.

Cuando un bebe nace, una nueva persona es creada, y una nueva personalidad empieza. Sin embargo, cuando Jesús nació,El no fue la creación de una nueva personalidad, sino la llegada al mundo de una Persona que había existido desde la eternidad.

Dios se hizo hombre sin dejar de ser Dios. Lo humano y lo divino se unieron en Uno. Juan 1:14 dice que “El Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado Su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.”

Podemos llevar las líneas de SU personalidad, única y perfecta, y proyectarlas al infinito – y es así como Dios es. Dios es como Jesús. Lo que Dios es, Jesús es. Lo que Dios hace, Jesús hace. Lo que Dios dice, Jesús dice.

No hay ninguna diferencia entre Dios en el cielo y Jesús en la tierra. Es por eso que Jesús le dijo a Felipe, “El que me ha visto a Mi, ha visto al Padre.” Por treinta tres años, nuestro Señor Jesucristo vivió en este planeta, como Hombre habitado por Dios.

El puso delante de nosotros, prácticamente, un audio visual perfecto. Una demostración en tercera dimensión, y a todo color, de cómo es Dios. Jesús es “la imagen del Dios invisible.”

La mezcla de lo humano con lo divino en la Persona de nuestro Señor Jesucristo es como la túnica que El se ponía, la cual no tenía costura, sino que era de una pieza tejida de arriba abajo.

Es imposible decir donde termina Su humanidad y donde comienza Su divinidad, o decir donde termina Su divinidad y donde comienza Su humanidad.

En los evangelios, vemos a un Ser, que era realmente, muy humano. Jesús creció, fue al colegio, y trabajó como carpintero. Sintió hambre, sed, y también se cansaba. Sintió todas las emociones del corazón humano, a excepción del pecado.

Hizo preguntas. Disfrutó del compañerismo. Era saludable, encantador, y perfectamente balanceado en todo momento. Era un ser humano maravilloso y atractivo, quien atrajo toda clase de gente.

Al mismo tiempo, era Dios. Los demonios lo reconocían inmediatamente como tal, y estaban aterrados de El. Jesús podía cambiar el agua en vino, o multiplicar unos cuantos panes y peces en un banquete para multitudes.

Podía caminar sobre las olas y calmar la tormenta. Podía sanar a los leprosos, curar toda clase de enfermedades, y resucitar a los muertos. Y podía hacer todo esto, como si nada. Sus enemigos podían conspirar contra El, pero no podían tocarlo, hasta que Jesús voluntariamente se los permitiera.

Y, a pesar de que lo clavaron a una cruz, no podían matarlo. Jesús dijo en Juan 10:18, “Nadie me arrebata [la vida], sino que Yo la entrego por mi propia voluntad.”

Tampoco pudieron mantenerlo en la tumba. El mismísimo día que El había predicho, resucitó de entre los muertos. Sin embargo, nadie podía trazar la línea entre Su divinidad y Su humanidad.

Por ejemplo, lo vemos durmiendo profundamente en el bote de Pedro. Esa era Su humanidad. Momentos después, está parado en medio de las olas enormes y los vientos rugientes, ordenándoles que se calmaran. Esa era Su divinidad.

Lo vemos en la tumba de Lázaro. El presenció el dolor de Marta, las lágrimas de María, y El también, lloró. Esa era Su humanidad. ►Momentos después, Jesús le ordena a Lázaro que regresara de la muerte, sin importarle que el proceso de descomposición del cuerpo ya hubiera comenzado. Esa era Su divinidad.

¿Donde terminaba la una, y comenzaba la otra?

Esta mezcla misteriosa de lo humano con lo divino sobrepasa todo entendimiento. Sabemos que Jesús fue un ser humano perfecto. Sabemos, también, que es eterno… no creado. Jesús es Dios… la segunda Persona de la Trinidad.

No era como si Dios encarnado… ahora era Hombre… ahora era Dios. ¡NO! ¡Era ambos – todo el tiempo!

15b “[Jesús] el primogénito de toda creación.”

Mucha gente lucha internamente con la idea de que Jesús es “el primogénito,” aduciendo que este término implica que Jesús es menos que Dios. Pero “primogénito” aquí no significa que Jesús nació primero; sino que es un término de posición y preeminencia.

Por ejemplo, en el Antiguo Testamento leemos que el patriarca José tenía dos hijos, Efraín y Manasés, Manasés nació primero. Y como primogénito, se merecía la bendición doble. Sin embargo, cuando Jacob, el abuelo, fue a darles la bendición a los chicos, puso su mano derecha sobre Efraín, dándole a él, y no a Manasés, la bendición mayor.

José le dijo: “No papá, dale la bendición más importante a Manasés… El es mi primogénito,” pero Jacob intencionalmente, se la dio a Efraín. (Gen 48:13-20). Luego vemos que Dios dice en Jeremías 31:9, “…Yo soy el Padre de Israel; mi primogénito de Efraín.”

Podemos ver claramente que “primogénito” se refiere al más prominente, no al que nació literalmente primero.

Dios desechó a Ismael (el primogénito de Abraham) y escogió a Isaac. El desechó a Esaú y escogió a Jacob. Dios le predijo a Rebeca, “El mayor servirá al menor,” antes de Esaú o Jacob nacieran.

Espiritualmente, Dios descarta “la vieja naturaleza en la creyente” y elige “la nueva naturaleza”Adán es reemplazado por Cristo… la “carne” es reemplazada por el Espíritu.

16 Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.

Una noche, cuando Napoleón Bonaparte regresaba a Francia después una expedición a Egipto, un grupo de sus oficiales empezaron a discutir acerca de la existencia de Dios. Totalmente influenciados por el espíritu de “ateísmo” de la época, los oficiales llegaron a la conclusión, unánimemente, de que Dios no existía.

Finalmente, alguien sugirió que le preguntaran a Napoleón, quien estaba parado solo en la cubierta del barco. Cuando escuchó éste la pregunta, “¿Existe Dios?” El levantó su mano y apuntó a las estrellas, y simplemente preguntó, “¿Señores, quién creen que creó todo esto?”

PAUSA

En este pasaje Pablo declara que nuestro Señor Jesucristo es el Creador del universo, quien posee poder infinito y sabiduría infalible.

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Pedrito, un chiquito de 4 años, iba todos los domingos a la escuela dominical. Un día la maestra les estaba leyendo a sus alumnos la historia bíblica de Elías, el cual fue llevado al cielo en una carroza de fuego.

Después de unos minutos, la maestra le preguntó a Pedrito, si él quería ir al cielo algún día. ¡El dijo que NO! ¡Definitivamente que NO! La maestra miró por un momento a este “pequeño hereje,” y le preguntó. “¿Por qué no quieres ir a cielo?

El dijo, “Porque Jesús está ahí.” Pedrito no se estaba pasando de listo. Hablaba en serio. “¿Por qué NO quieres ir al cielo si Jesús está ahí? le preguntó ella. El contestó seriamente, “¡Por que Jesús se pone vestido!”

No le tomó mucho tiempo a la maestra para darse cuenta de lo que estaba pasando. En la pared de la clase había una pintura de Jesús.

Era el retrato de un hombre con pelo largo, con una expresión anémica en Su rostro, y tenía puesto una túnica larga, que para un chico de cuatro años, parecía un vestido. Así que decidió, que si ese era Jesús, él no estaba interesado.

La historia nos hace gracia, pero a nosotros nos pasa, más o menos, lo mismo. Por supuesto que sabemos que Jesús no tenía pelo largo ni tampoco se ponía vestido. Pero también sabemos que todas las representaciones artísticas de Jesús, son puramente subjetivas e imaginarias.

Muchas de ellas son hasta desagradables. Sin embargo, la gente todavía ve estas rendiciones artísticas, y registra esos retratos de “Jesús” en su subconsciente.

Piensan en términos de estas pinturas, como si Jesús fuera alguien que vivió hace mucho tiempo, en una tierra muy lejana, alguien que no es relevante a nuestro mundo moderno de ciencia nuclear, comunicación instantánea, microbiología, y chips para computadoras.

¡Pero es ahí donde están equivocados! ¡Jesús lo sabe todo! El creó el universo. ¡El creó todo de la nada! ¡Por el poder de Su Palabra! Aparte de El, nada puede existir.

Vivimos en un universo enorme, complejo e increíble. Se calcula que hay cien billones de estrellas en nuestra galaxia solamente, y que hay alrededor de cien billones de galaxias, en el espacio que conocemos.

Por eso que no nos sorprenda que el rey David escribiera en el Salmo 19:1, “Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de Sus manos.”

PAUSA

17 Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;

Jesús es anterior a todas las cosas. El toma precedencia, tanto en rango como en tiempo. El es anterior a todas las cosas. El ES… NO El FUE. En Juan 8:58, Jesús le dijo a Sus críticos, “Antes de que Abraham naciera, Yo soy.”

Los judíos entendieron perfectamente a lo que se refería. El proclamó Su igualdad con Dios, diciendo que El, el Jesús del Nuevo Testamento… el Dios del Antiguo Testamento, ES anterior a todas la cosas.

PAUSA

Tomemos, por ejemplo, el centro del átomo. Este contiene protones y todos están cargados positivamente. Sin embargo, la Ley de Colombo, establece que “las cargas iguales se repelen.”

Si juntamos los polos positivos de dos magnetos, no se quedarán juntos. Se separarán. Por años los científicos se referían a esta fuerza, que mantenía unido el centro del átomo, como “una fuerza misteriosa y desconocida.” Hoy se piensa que los átomos se mantienen unidos por medio de una especie de goma.

Actualmente, los físicos están estudiando los componentes básicos de la materia, y a esa especie de goma, que se piensa, une a los átomos. ¿Pero qué hace que todo se mantenga unido?

Todavía no sabemos cual es la fuerza que mantiene todo unido, pero la Palabra de Dios nos dice Quien es el que mantiene todo unido. ¡Es Jesús! ¡Y no solo el átomo! El mantiene unidas todas las galaxias del espacio… de todo el universo!

Las fuerzas del movimiento, magnetismo, gravedad y electricidad – todas son mantenidas en forma balanceada por Jesús. Billones de estrellas y sus satélites, viajan a velocidades increíbles en sus órbitas por el espacio… Y son controladas por Jesús.

También viajan con tal precisión matemática, que los científicos pueden predecir un eclipse o la venida de un cometa, años antes de que suceda. ¡Ese es el control que Jesús tiene sobre el universo! ¡Sobre Su creación!

Jesús creó el universo. El reclama el universo. El controla el universo. Todas las entidades del espacio, materia y tiempo están en Sus manos. ¡Qué revelación tan increíble!

Hace que nuestras mentes finitas se expandan…. que domine nuestros pensamientos… y que nos cambie. Cuando entendemos quien es Jesús, y lo que ha hecho, es inconcebible que vayamos a cualquier otro lugar en busca de significado y propósito en la vida.

Como Jesús es el Creador, que mantiene todas las cosas en perfecta armonía, incluyendo a nosotras mismas, El sabe como ordenar nuestras vidas. ¿Estás dispuesta a confiar en Jesús… con tu propia vida?

ASI QUE… HASTA EL MOMENTO HEMOS VISTO QUE CRISTO ES DIOS… AHORA VEAMOS QUE

II. Cristo es Cabeza (Colosenses 1:18-19)

18 Y El es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, el que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; 19 por cuanto agradó al Padre que en El habitase toda plenitud.

Jesús es la Cabeza. Ni el papa, ni un patriarca, ni un sacerdote, ni un pastor es la cabeza de la Iglesia. Cristo es la Cabeza. El es el que inspira, controla, decide, y sostiene el poder del Cuerpo. Su Cuerpo.

¿Pero que es exactamente la iglesia? El Nuevo Testamento nos da tres ilustraciones diferentes:

(1) La iglesia se parece a un edificio, del cual Jesucristo es el cimiento. Es un edificio, “no construido por manos humanas.”

Está compuesto de “piedras vivas” – estas son personas que han vuelto a nacer, personas moldeadas por el Espíritu Santo y puestas por El sobre la Roca, que es Cristo. Conforme cada parte del edificio descansa sobre el mismo cimiento, cada creyente descansa sobre nuestro Señor Jesucristo para su salvación, seguridad y apoyo.

(2) La iglesia también se parece a una novia, teniendo a Cristo, como su Novio. La iglesia es vista como una mujer de carácter impecable y de gran belleza. Adornada con la justicia de Cristo, su destino es de vivir y reinar con El para siempre.

La Biblia dice que estamos sentadas con Cristo en los cielos, y todo lo que es de El, es nuestro. Estamos esperando el gran día de la coronación… Que no nos sorprenda que los demonios tiemblen cuando ven a la iglesia. Después de todo, estamos bien conectadas… tenemos el amor y la lealtad del Rey.

(3) La iglesia se parece a un Cuerpo, con Cristo como la Cabeza. Un cuerpo está compuesto de muchos miembros, algunos más visibles que otros, pero todos son muy importantes en su lugar.

Todos comparten una vida en común, la vida de Cristo, y todos están siendo “lavados” constantemente por Su sangre, que nos da vida.

En el siglo diecinueve, se construyó una estructura enorme para una feria internacional. La gente de la ciudad la llamó monstruosa, demandando que la derribaran apenas terminara la exposición.

Sin embargo, desde el primer momento que el arquitecto la concibió, fue su orgullo, y la defendió fielmente contra aquellos que querían destruirla. El sabía que estaba destinada a ser grandiosa.

Hoy en día es una de las maravillas arquitectónicas del mundo moderno, y

permanece erguida como el punto más importante de Paris, Francia. El arquitecto fue Alexander Gustave Eifel. Su famosa torre fue construida en 1889.

De la misma forma, a nosotros nos llama la atención la lealtad que Jesucristo le tiene a otra estructura – a la Iglesia – la cual dejó encargada a un grupo de discípulos desconocidos, a los cuales defendió, oró por ellos, y preparó para propagar el evangelio.

Jesús, el arquitecto de la Iglesia, sabe que esta estructura está destinada para ser grandiosa cuando El regrese.

¡ASI QUE! CRISTO ES DIOS… CRISTO ES CABEZA… Y POR ULTIMO, VEMOS QUE

III. CRISTO ES REDENTOR (Colosenses 1:20)

20 y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.

PAUSA

El 15 de Abril de 1912, el famoso Titanic levantó la popa sobre las aguas heladas del Atlántico, y comenzó a hundirse lentamente hacia el fondo del mar. Esa noche, el Titanic, que supuestamente no se podía hundir, se estaba hundiendo.

En esa famosa noche se pudieron ver los extremos del comportamiento humano – desde cobardías terribles, a la belleza del amor sacrificado.

Pero con el Titanic desaparecido, y sus botes salvavidas esparcidos sobre las aguas en medio de los que se estaban ahogando, la historia se trata mayormente de la cobardía de los seres humanos.

De las 1,600 personas que no pudieron entrar en los salvavidas, solo trece fueron rescatados por los dieciocho botes, medio vacíos, que flotaban por ahí.

En el Bote No. 5, cuando el Oficial Pitman escuchó los sollozos angustiados de la gente que se ahogaba, volteó el bote y gritó: “¡Señores, regresaremos al naufragio!” Pero los pasajeros protestaron, “¿Por qué vamos a perder nuestras vidas para salvar a otros del barco? ¡Será inútil!” Y Pitman terminó cediendo.

Y durante la siguiente hora, mientras este Bote No. 5 se mecía suavemente sobre el Atlántico, con cuarenta personas abordo y una capacidad de sesenta y cinco, todos podían escuchar los sollozos de los que se estaban ahogando a solo unos metros de distancia.

Y la historia fue muy parecida en los otros botes. Sin embargo, en el Bote No. 6, la situación fue al revés. En este caso, las mujeres le rogaban al Sr. Hitchens para que regresara. El se negó rotundamente pintando un vivo retrato de que el hundimiento del Titanic traería abajo al bote salvavidas. ¡Y se ahogarían todos!

Las mujeres suplicaron desesperadamente… hasta que los sollozos de los que se estaban ahogando, se dejaron de escuchar.

De los dieciocho botes salvavidas, solo un bote, el Bote No. 14 regresó ayudar – y esto… una hora después de que el Titanic se había hundido, cuando ya quedaban muy pocos por salvar.

El drama personal del hundimiento del Titanic es una parábola de un mundo malo. Nuestra humanidad caída está a la deriva en un mar hostil, alienado, incapaz de ayudar a otros, salvo en algunos casos aislados.

La maldad de todo ésto apunta al problema fundamental de la desavenencia de unos con otros por el pecado. Es el retrato de un mundo que necesita desesperadamente reconciliación, y la armonía y justicia que trae consigo.

Aparte de la terrible historia del Titanic, no hay duda que el mundo necesita reconciliación. El hombre está tan profundamente alienado de Dios ahora, como lo ha estado siempre desde la caída del hombre. Toda la creación necesita reconciliarse con Dios.

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Hace unos años, en la Ciudad de Tumbes, un hombre y su esposa se pelearon, y decidieron separase. El esposo se mudó a otra ciudad del Perú. Un día éste volvió a Tumbes en viaje de negocios, y fue al cementerio a visitar la tumba de su único hijo.

Mientras estaba parado delante de la tumba, recordando los buenos tiempos con su hijo, escuchó unos pasos detrás suyo. Se volteó y vio a su esposa. La primera reacción de ambos fue la de salir corriendo.

Pero los dos tenían un interés muy profundo en esa tumba, así que en vez de voltearse e irse, se cogieron de las manos sobre la tumba de su hijo, y se amistaron. La muerte del hijo trajo reconciliación.

Nuestra propia reconciliación, tomó nada menos, que la muerte del Hijo de Dios; pero Su muerte y sus efectos, van más allá de cualquier muerte humana.

2 Corintios 5:19, y 21 dice,

19 “Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la Palabra de la reconciliación. 21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en El.”

¡Reconciliación! En ninguna parte de la Biblia dice que Dios se reconcilia con el hombre. Dios no necesita reconciliarse con nosotros; nosotros necesitamos reconciliarnos con El. La hostilidad es toda de nuestra parte.

Las manos de Dios están extendidas hacia nosotros con amor, y lo han estado siempre. La hostilidad está siempre del lado del hombre, no del lado de Dios.

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Este punto está excelentemente ilustrado en la historia del hijo pródigo. Vemos a este joven, recibiendo su herencia. Con billetera en mano llena de plata, le dijo adiós a su papá, y se fue de lo más contento por el camino.

La “tierra lejana” lo estaba llamando. Sin embargo, la tierra lejana nunca se mide en términos de kilómetros, sino en términos morales.

Encontró amigos en todas partes, deseosos de ayudar a ese tonto a gastar su plata. Y, más que nada, pensó él, ya no tenía que hacer oración con la familia, ni tenía que perder el tiempo en la sinagoga, ni aguantar un sin fin de prohibiciones.

Podía hacer lo que le diera la gana. Ya no tenía que trabajar en los campos de la familia, ni ordeñar vacas, ni trasquilar ovejas, ni criar ganado. ¡Era libre! ¡Y estaba podrido en plata!

Como granos de arena que corren a través de un reloj de arena, el chico vio su dinero desaparecer. Había pagado la cuenta, demasiadas veces, por las juergas, las borracheras y las orgías. Llegó el día en que se quedó sin un centavo – y sin amigos.

El hambre lo llevó de chacra en chacra en busca de trabajo. Finalmente lo contrataron para alimentar, nada menos, que a chanchos… ese era el trabajo más denigrante para un judío. Poco a poco, este chico tan bellaco, volvió a sus cabales.

Comenzó a pensar en su casa… en su querido papá, su hermano… en los sirvientes de su padre, y en la buena comida que siempre abundaba. En cambio, él estaba ahí, pasando hambre. Decidió regresar, y comenzó su largo viaje de regreso a casa.

¿Que podía decir? Padre, he pecado.” Ese era el punto crítico. El había pisoteado el amor de su padre. Ahora se daba cuenta de lo bueno y bondadoso que era su papá.

Pensó decirle, “Hazme como uno de tus trabajadores.”

Que tal diferencia entre su oración de partida, y su oración de regreso a casa. Su oración de partida fue, “Padre, dame.” Su oración de regreso fue, “Padre, hazme.” Esta es la prueba de un corazón arrepentido.

Y cuando se acercaba a su casa, podía ver “en su mente” el rostro noble de su padre… Sus lágrimas… la última vez que lo vio. Cuando ya estaba llegando, su fortaleza comenzó a flaquearle.

¿Cómo podía enfrentarse a su padre? Miró sus harapos. Pensó, “Mi padre me debe de odiar.” Pero lo increíble sucedió. De repente una figura apareció corriendo desde el horizonte, llamándolo, “hijo.” ¡No lo podía creer! ¡Era su papá!”

Jesús dijo en Lucas 15:20, “20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.”

Su papá había estado esperándolo todo ese tiempo. No pasaba un día en que su padre no subiera al techo de la casa para mirar por el camino, con el corazón anheloso y dolorido, anticipando el regreso de su hijo.

Ese era el punto de la parábola. El padre no necesitaba reconciliarse con el hijo. Era el pródigo que necesitaba reconciliarse con el padre. Era él, el que le había vuelto la espalda.

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Esto me recuerda una historia muy simpática acerca de un hombre y su mujer, que iban de paseo, en carro, por la carretera. El hombre manejaba y su esposa iba sentada en el asiento de al lado. Mientras ella miraba por la ventana, vio pasar un carro con una pareja de lo más romántica, y comenzó a rememorar.

“Mi amor,” dijo ella, “¿Te acuerdas de los viejos tiempos cuando me enamorabas?” Si, me acuerdo,” dijo él.“¿Te acuerdas de cómo me agarrabas la mano?” “Claro que me acuerdo.” “¿Te acuerdas que pegaditos nos sentábamos en ese carro tuyo todo destartalado?”

“Si me acuerdo.” “¿Te acuerdas como me pasabas el brazo y manejabas con una sola mano?” “Como no me voy acordar,” dijo él. “¿Entonces cómo es que ya nunca nos sentamos así? El respondió, “Yo no me he movido.”

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Dios no se ha movido. Isaías 53:6 dice, “6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas el Señor cargó en El el pecado de todos nosotros.”

El padre nunca dejó de querer al hijo descarriado. A la primera señal de arrepentimiento… a la primera vista de su hijo por el camino… el papá salió disparado.

… Bajó del techo… salió de la casa por el portón… y afuera hacia la carretera… Tan rápido como sus viejas piernas podían… tan rápido como su corazón se lo permitía. ¡Iba a recibir a su hijo!

Y mientras él corría, su túnica volaba tras suyo, y sus brazos abiertos… ¡Iba a traer a su hijo a casa! ¡Harapos, ruina, y todo!

Dios no tiene que reconciliarse con nosotros. Nosotros tenemos que reconciliarnos con El. El cambio de actitud debe ser nuestro, no de El. ¡El no se ha movido! Hebreos 13:8 dice que “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.”

Cuando el hombre pecó en el paraíso, creó un problema. La santidad de Dios dijo, “Castígalos.” El amor de Dios dijo, “Perdónalos.” La solución fue simple pero sublime -- y costosísima – más allá de lo que nadie se puede imaginar.

Dios pasó sentencia contra la humanidad. La sentencia máxima equivalente a Su santidad absoluta – “la muerte,” seguida por la condena eterna en el infierno. Luego, en la Persona de nuestro Señor Jesucristo, Dios pagó la pena El mismo.

Lo que pasó en la Cruz, cuando Cristo entregó Su vida eterna, cuando sufrió el horror de una gran oscuridad, y cuando gritó en total agonía, “¿Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” estará siempre más allá de nuestra habilidad de saber o comprender.

Las demandas de la santidad de Dios y las demandas de Su amor fueron aceptadas. El Salmo 85:10 dice, “La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron.”

En el Monte Calvario dos cosas totalmente contrarias fueron exhibidas. Al crucificar al Hijo de Dios, nuestra raza humana exhibió cuan lejos puede llegar en su rebelión contra Dios. El pecado quedó al descubierto. Fue desenmascarado y expuesto por lo que realmente es. En la cruz, el hombre hizo lo peor. La maldad humana no pudo hacer más.

PERO DIOS puede y hace la paz por medio de la sangre de Su cruz. La cruz fue predicha desde el principio. Sería el medio de nuestra reconciliación.

ASI QUE PARA TERMINAR…

C.S. Lewis, doctor en letras y escritor Inglés escribió en su libro “El Cristiano Gozoso,” lo siguiente, “Notaremos, de pasada, que Jesús nunca fue considerado un simple maestro. El no produjo ese efecto en la gente que realmente lo conocía.

El produjo mayormente tres efectos: Odio – Terror – Adoración. No hubo persona alguna, que le diera una aprobación moderada. Aprobación moderada es lo que le das a un libro que acabas de leer, o a una película que acabas de ver, o a un restaurante que acabas de ir.

Aprobación moderada es buena, de seguro, pero aprobación moderada no es una crítica delirante. No es nada extraordinario. Es, algo más bien, casual…tibión.

Es imposible darle a Jesucristo una aprobación moderada cuando realmente entiendes quien es El. Jesucristo puede ser ignorado o adorado, pero no le puedes dar una aprobación moderada. Jesús es nuestro Creador, nuestro Redentor, y nuestro Juez.

¡El es la imagen del Dios invisible! ¡El es El rostro maravilloso de Dios! ¡No hay nada moderado acerca de esto!

Pablo nos dice en este pasaje, que Jesús tiene el derecho de supremacía absoluta, por ser quien es, y por lo que ha hecho. ¡Supremacía absoluta! Esto significa que tiene primer lugar en todo. Esto significa que Jesús se merece la preeminencia, y no simplemente, la prominencia en nuestras vidas. ¡El tiene que ser No. 1!

Como creyentes, no debemos permitir que ninguna otra cosa ocupe el lugar que solo Jesús se merece en nuestras vidas. También debemos de evitar el peligro, a veces sutil, de darle a Jesús un lugar de igual categoría con las otras cosas que llenan nuestras vidas.

Muchas veces, son las cosas buenas, las que ponen a Jesús a un lado. El ministerio o actividades religiosas pueden tomar el lugar de mayor prominencia. Nuestros hijos o nietos pueden ocupar el lugar más importante. Hasta podemos idolatrar a nuestros esposos.

PAUSA

La adquisición de cosas materiales, o los logros profesionales, o el dinero pueden ser las cosas por las cuales vivimos. Ninguna de estas cosas es mala, en sí, pero si pones a Jesús detrás, o al lado de ellas, le estás dando una aprobación moderada.

Jesús es la imagen del Dios invisible… el rostro maravilloso de Dios, el Creador eterno, y el Sustentador del universo. Jesús es la Cabeza de la Iglesia y nuestro Redentor, cuya muerte nos rescató del mundo de las tinieblas, y nos ha pasado al Reino de Luz.

A Jesús lo podemos ignorar… Realmente, lo debemos adorar. Pero darle aprobación moderada... ¡Jamás!

OREMOSLE AL SEÑOR…