El primer libro de Samuel comienza con el llanto de una mujer piadosa. Mientras que la gente de Israel lloraba por un rey… ¡Ana lloraba por un bebé!
1 de Samuel 1:1-2 dice, En los montes de Efraín, vivía un varón llamado Elcana. 2Elcana tenía dos mujeres; una de ellas se llamaba Ana, y la otra, Peniná. Peniná tenía hijos, pero no así Ana. 3Todos los años Elcana [con su familia] salía de su ciudad para ir a Silo y adorar allí al Señor.
En el Antiguo Testamento, una sola palabra marcaba el deseo ardiente de toda pareja judía… ¡NIÑOS! Los padres creían, qué a través de las vidas de sus hijos, ellos tendrían la oportunidad de moldear el futuro del mundo. ¡Así que ellos querían tener cualquier cantidad de hijos!
El Salmo 127:3,5 declara, “Los hijos son un regalo del Señor; los frutos del vientre son nuestra recompensa. Dichoso aquel que llena su aljaba con muchas de estas flechas.” Sin embargo, el Señor no le había dado hijos a Ana. Dios le había cerrado la matriz. No había sido Satanás; ni había sido un accidente; ni algo de la naturaleza. ¡DIOS ES SOBERANO!
Daniel 4:35 dice Dios hace de acuerdo a Su voluntad. Ana se enfrentaba a una batalla “que ella no podía ganar por sí misma”. ¡Ana anhelaba desesperadamente tener su propio bebé!
8Un día [cuando estaban en Silo] Elcana le preguntó” “Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué estás afligida? ¿Acaso no soy para ti mejor que diez hijos? 9Ana se levantó, después de comer y beber en Silo… [y se dirigió al templo del Señor.]
10Entonces ella “oró y lloró al Señor” con mucha amargura, 11 y le hizo un voto. Le dijo: Señor de los ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de esta sierva tuya, y te acuerdas de mí y me das un hijo varón, yo te lo dedicaré, Señor, para toda su vida.
El Señor escuchó la petición de Ana… ¡y le contestó! Nueve meses después, ella dio a luz a un hijo, al que llamó Samuel. Éste creció y se convirtió en profeta y juez de todo Israel.
¿Habría nacido Samuel “si Ana no le hubiera pedido a Dios” que le diera un hijo? La Biblia parece indicar que la respuesta es “NO”. Samuel apareció en la escena “como respuesta directa” a la petición sincera de Ana.
PAUSA
¡La vida está llena de momentos inolvidables! El primer día de colegio, la primera licencia de manejar, la primera cita, la graduación, un nuevo trabajo, el matrimonio, una nueva casa, el retiro. ¡Pero nada se compara “al gozo” que el nacimiento de un bebé da! Por años, ¡Ana había vivido con ese desaliento!
Y para remate, las burlas de la esposa rival, Peniná, la sacaban de quicio. Peniná no dejaba de pavonearse acerca de la cantidad de hijos que ella tenía. Finalmente, ¡Dios le dio a Ana el tan ansiado hijo! El nombre, “SAMUEL”, significa “DIOS OYE”. Como Dios le concedió su petición… ¡Ana le devolvió su hijo al Señor!
El gozo de Ana lo vemos expresado en 1 Samuel 2:1-2, Mi corazón se alegra en el Señor! El Señor me ha fortalecido. Ahora tengo una respuesta para mis enemigos; me alegro porque Tú me rescataste. 2Nadie es santo como el Señor! Aparte de ti, no hay nadie; no hay Roca como nuestro Dios.
Ana alabó a Dios porque Él le concedió “su petición” de tener un hijo. Su poética oración expresa “su confianza en la soberanía de Dios” y su agradecimiento por todo lo que Él había hecho. ¶ La historia de Ana nos recuerda “otro incidente” que sucedió generaciones después… ¡FUE OTRO MOMENTO INOLVIDABLE!
María, la madre de Jesús, usó la oración de Ana “como modelo” para su propia canción de alabanza, la cual es llamada “La Magníficat” (en Lucas 1:46). Como Ana y María, “Nosotras debemos confiar “que Dios tiene control absoluto” sobre los acontecimientos de nuestra vida, y debemos estar agradecidas “por la manera como Él” nos bendice siempre.
Ana alababa a Dios por ser una Roca, es decir, por ser firme, fuerte e inmutable. En nuestro mundo acelerado --los amigos van y vienen -- y las circunstancias cambian. ¡Es difícil encontrar una base sólida que no cambie!
Aquellos que dedican su vida a cosas transitorias -- como los logros, las causas o posesiones -- nunca obtienen una seguridad firme. Las posesiones -- que nos esforzamos tanto en obtener -- PASARÁN… ¡pero Dios permanece para siempre”! ¡Pon tu esperanza en Jesús!
Ana no podría jamás “reclamarle a Dios” el regalo de su hijo. Y el deseo de Ana “no era que su hijo asistiera a las mejores universidades”, o que ganara mucho dinero. ¡NO! ¡SU MAYOR DESEO ERA QUE SU HIJO SIRVIERA A DIOS!
Si tienes hijos, tal vez habrá momentos en que no sentirás que son un regalo de Dios. A lo mejor te preguntarás, ¿qué clase de patrimonio estoy dejando para el futuro? Si es así, considera cuales son los deseos “a largo plazo” que tienes para tus hijos. Nuestro mundo necesita niños y niñas, cuyos corazones “ardan con el deseo” de seguir a Dios.
Tómate unos minutos “HOY” para considerar… ¿cómo estás mandando a tus hijos al mundo? ¿Oras brevemente con tus hijos antes de mandarlos al colegio? ¿Les lees una pequeña historia de la Biblia “antes que se acuesten” para edificar su patrimonio espiritual? ¿Oras diariamente para que tus hijos sirvan a Dios?
El logro más importante “para cada una de nosotras” fue el día en que le pedimos a Jesús “que entrara a nuestra vida”. ¡Qué nos perdonara nuestros pecados! Cuánto más conozcamos a Jesús, “más momentos inolvidables tendremos” PARA DISFRUTAR AHORA… ¡Y PARA TODA LA ETERNIDAD!
¡AHORA BIEN!
Imagínate a Dios diciéndote “directamente” que tus ruegos han sido escuchados, y que Él te concederá lo que le has pedido. ¿No te hace “esta declaración” desear vivir una vida de servicio a Dios, y de agradecimiento?
Samuel 3:7-10 dice, En aquel tiempo, “Samuel aun no conocía al Señor,” ni se le había revelado Su Palabra. Desde muy niño, Samuel aprendió a obedecer, aun cuando al principio, no entendía lo que pasaba. Dios quiere que gocemos teniendo una relación íntima con Él. ¡Y Él hará “todo lo necesario” para que así suceda!
Cuando Samuel era niño, él servía como asistente del sacerdote Elí.
Una noche, Samuel escuchó a alguien llamando su nombre, así que se levantó, y fue corriendo “donde Elí” para preguntarle lo que quería. ¡Pero Elí le dijo que no lo había llamado! ¡Esto sucedió tres veces!
Finalmente, Elí se dio cuenta “que Dios estaba llamando a Samuel,” y le dijo al muchachito que contestara, “Habla, Señor, que tu siervo escucha.” 9Así que ]Elí] le dijo a Samuel: «Ve y acuéstate. Y si vuelves a escuchar que te llaman, dirás: “Habla, Señor, que tu siervo escucha.”» Y Samuel fue y se acostó.
10Entonces el Señor se detuvo junto a él, y lo llamó como las otras veces: «¡Samuel, Samuel!» Y Samuel respondió: «Habla, Señor, que tu siervo escucha. Dios le informó al joven Samuel “que Elí y su familia” iban a sufrir las consecuencias de su desobediencia a Dios.
Samuel iba a ser el hombre “que Dios usaría” para cambiar a Su pueblo -- de liderazgo por medio de jueces -- a gobernar por medio de un rey. ¶ Samuel creció, y se volvió juez, sacerdote y profeta de Israel. Fue Samuel, “quien en su debido momento” ungió a Saul, y luego a David, como rey.
Cuando le creemos a Dios, nosotros también nos comprometemos a escuchar y obedecer. Pero los mensajes de Dios “no parecen ser tan claros para nosotros” como lo fueron para Samuel. A veces “puede ser difícil descifrar” lo que Dios nos está diciendo. ¡Así qué! ¿Qué debemos hacer?
Lo primero que debemos hacer, es estudiar “y poner en práctica” las palabras escritas en la Biblia. En Su Libro, “Dios nos dice claramente” lo que Él espera de nosotros, “y Él continuará revelando Su voluntad y Sus intenciones” a aquellos que lo buscan. Segundo, también escuchamos a Dios por medio de Su Espíritu Santo.
Cuando le entregamos nuestras vidas a Jesús, el Espíritu Santo comienza a residir en nuestros corazones. Gradualmente aprendemos a identificar la voz del Espíritu. Sintonizamos “Sus suaves susurros y recordatorios” durante nuestro día. Cuanto más lo conozcamos… ¡más sensitivas nos volveremos a Su voz!
Y Tercero, aprendemos lecciones a través de nuestras propias experiencias. Dios obra en todo lo que sucede en nuestras vidas para realizar lo que Él tiene en mente. ¡Edificar nuestro carácter… ¡para que nos volvamos más como Jesús! ¡SI! Cuanto más aprendamos de Dios, ¡más nos transformaremos a la imagen de Su Hijo!
Y finalmente, escuchamos a Dios… ¡cuando hablamos con Él! Cuando oramos, le hablamos a Dios acerca de nuestras necesidades y preocupaciones, de nuestra felicidad y hasta de nuestro dolor. ¡PERO LA ORACIÓN ES MÁS QUE UN MONÓLOGO!
SAMUEL DESCUBRIÓ QUE LA ORACIÓN TAMBIÉN IMPLICA QUEDARNOS QUIETAS… ¡PARA ESCUCHAR A DIOS! AUN CUANDO LA RESPUESTA DE DIOS SEA “NO”, DIOS TODAVÍA NOS HABLA… ¡Y SIEMPRE NOS DA LO MEJOR!