Los Estados Unidos se está volviendo “en una nación” de gente irritable, y de mal genio. Ya sea si se trata del enojo al volante, la ira en un avión, la furia en un supermercado, o la violencia en los eventos deportivos… la prensa está reportando acerca de estos “estallidos emocionales” con una frecuencia increíble.

La mayoría de la gente siente “que el mal comportamiento del enojo” ha aumentado en lugares, como los aeropuertos y las autopistas. Hasta las azafatas, “y los pilotos de avión” están reportando “un aumento dramático” de incidentes con pasajeros pesados.

Jaime Garbarino, profesor “del desarrollo humano” de la Universidad de Cornell, reporta este gran cambio social. Hay una “desintegración general” de las normas sociales… ¡y hasta de los modales! ¡Estos están dándole permiso a la gente a ser agresiva!

Garbarino también observa un aumento en la vulgaridad. Las lisuras y las malas palabras son ahora comunes en los cables de televisión, y la violencia se está promoviendo… ¡hasta en los conciertos!

Efesios 4:26-27 dice: “Enójense, pero no pequen; reconcíliense antes de que el sol se ponga.” 27Y no den lugar al diablo.

Un día Manuelito tuvo una pelea con su hermano, y toda esa experiencia lo dejó amargo. Cuando su hermano quiso hacer las paces, Manuelito no quiso escucharlo. A decir verdad, no le habló a su hermano en todo el día.

Cuando llegó la hora de acostarse, la mamá le dijo a Manuelito, “¿No crees que deberías perdonar a tu hermano antes de irte a dormir? Recuerda que la Biblia dice, Reconcíliense antes de que el sol se ponga.

Manuelito parecía perplejo. Lo pensó por un momento, y luego, exclamó, “Mami, ¿cómo puedo hacer para que el sol no se ponga?”

Pocas cosas” son más destructivas” que el enojo. El enojo hace que perdamos el control, y digamos y hagamos cosas que nunca hubiéramos pensado decir o hacer. Si dejamos que el enojo se apodere de nosotros, se volverá en una amargura… ¡que corroerá nuestros corazones!

La Escritura les ordena a los creyentes “continuamente” a que desechen el enojo. Hay momentos en que tratamos de defender nuestra “enojo,” citando Efesios 4:26: “Enójense, pero no pequen.” Y como prueba, sacamos a relucir que Jesús limpió el templo -- con una “indignación justa.”

Efesios se refiere a un enojo… ¡que no lleva a pecar! ¡Jesús podía enojarse sin pecar! Cuando Jesús desalojó el templo, la escritura no nos dice que Jesús estaba molesto. Tengamos mucho cuidado “de no tratar de justificar nuestro enojo”, usando la escritura. Efesios 4:31 nos ordena “bien claro” a desechar “todo enojo”.

Eso no quiere decir que dejemos de tener fuertes convicciones, o de perder nuestro deseo por la justicia. ¡NO! Lo que “sí significa” es que nosotros no debemos permitir, que los pecados de otros, ¡nos hagan pecar! El enojo no trae la obra redentora de Dios. Más bien, puede dificultar lo que Dios está tratando de hacer.

Pablo Hauck, en su libro, “Cómo Superar la Frustración y el Enojo” dice, “Para superar el enojo, tienes que, primeramente, olvidarte de lo que te han enseñado toda la vida, “de que es la otra gente la que te hace enojar”. ¿Pero quién te hace enojar realmente? ¿Quién hace que te pongas furiosa? ¡TÚ MISMA! Es tu propia reacción a otra persona… ¡la que te hace ponerte furiosa!

Cuando sientes ira o frustración acerca de cómo te tratan algunas personas… ¡te sientes motivada a molestarte! Tú podrás decirte a ti misma, “¡Mira lo que me han hecho! Fue injusto que me quitaran eso. Nadie presta atención a lo que yo necesito. Pero cuando me molesto… ¡entonces me escuchan!”

Tú inventas toda clase de razones para explicar… ¡el porqué de tu enojo! El enojo es como un cartel “que cuelgas como una placa” diciéndoles al mundo entero… ¡QUE TÚ QUIERES ALGO!

¡LA BIBLIA NO DICE QUE NO DEBEMOS ENOJARNOS! ¡NO! Lo que “sí dice” es que debemos lidiar “con nuestro enojo” de manera apropiada. Si nos desahogamos violentamente, heriremos a las personas y dañaremos nuestras relaciones. Si reprimimos nuestro enojo, podríamos amargarnos y sentirnos descorazonadas.

Pablo nos enseña, “que debemos lidiar “al toque” con nuestro enojo, “para que edifique nuestras relaciones, en vez de destruirlas. Si fomentamos nuestro enojo, le daremos la oportunidad al diablo para dividirnos. ¿Estás molesta con alguien? ¿Qué puedes hacer para resolver la situación?

“Un hombre dijo, “Mi esposa y yo nos hemos prometido que nunca nos iremos a la cama enojados. ¡No hemos dormido juntos en siete años!

¿Sabías que el enojo y la depresión son primos segundos? Por lo general, la depresión viene “un poquito antes” que el enojo. De la depresión crecen sentimientos de enojo y venganza. Comienzas a desarrollar una actitud “de querer desquitarte de la gente” que culpas por tu situación.

Tú te dices a ti misma, “Si no fuera por ella, yo no estaría en esta situación”, o “si no fuera por él, yo no hubiera respondido de esa manera.” El enojo te parece justificado, porque sientes “que otras personas” NO SON tan buenas ni santas como tú”. El enojo “puede hacer” que te pongas el manto de la bondad, y pretender que todo lo que haces, ¡ES CORRECTO!

¿Quién hace que te molestes?¡TÚ MISMA! ¡SI! Pero, ¿Cómo puedes superar esta tendencia? La Biblia no dice que no debemos enojarnos, sino que es importante “manejar nuestro enojo” adecuadamente. No debemos complacer nuestros sentimientos, ni dejarnos llevar por el orgullo, el odio o la altivez.

Jesucristo se enojó con los mercaderes en el templo, PERO FUE UN ENOJO RECTO… ¡que no lo llevó a pecar! Los creyentes deben seguir el ejemplo de Jesús. Por supuesto que debemos enojarnos “cuando vemos que nuestro Dios está siendo deshonrado”, o cuando alguna persona está siendo tratada injustamente.

Si nos enojamos, ¡DEBEMOS HACERLO SIN PECAR! Para hacer eso, debemos lidiar con nuestro enojo antes de que el sol se ponga. Obramos contra el Espíritu Santo, y le damos ventaja al enemigo -- cuando permitimos que el enojo desenfrenado y la amargura -- nos dominen.

La falta de perdón no solo nos mantiene atadas, sino que nos corroe como un ácido, y nos consume llegando a lo más profundo de nuestros corazones. Cuanto más tiempo alberguemos sentimientos -- unos en contra de otros -- más devastadora se vuelve la situación, porque obstaculiza la obra del Espíritu Santo en nosotras.

Aristóteles dijo, “¡Cualquiera se puede enojar! ¡Eso es fácil! ¡Pero estar enojada con la persona correcta, con el grado correcto, en el momento correcto, con el propósito correcto, y de la forma correcta… ¡ESO NO ES FÁCIL! ¶ Y también, como dice el dicho: “Habla enojada, y darás el mejor discurso… ¡que lamentarás siempre!”

27y no den lugar al diablo.

Satanás puede obrar “aun” cuando estemos durmiendo. Si estás molesta con tu esposo o con tu amiga, cuando te vayas a dormir, tú le darás al “enemigo” la oportunidad de plantar “una raíz de amargura dentro de ti,” y te despertarás al día siguiente… ¡MOLESTA!

Si sientes “que tienes un enojo justo por algo que ha ocurrido”, asegúrate que no haya enojo en tu corazón… ¡para que no peques! ¿Se ha vuelto tu enojo en amargura?

¿Te está haciendo hablarle a alguien de una manera poco cristiana, o chismeando acerca de él o ella? ¿Te está haciendo “dar excusas” por tu comportamiento cruel?

Nuestro comportamiento puede desacreditar nuestro testimonio cristiano, hacer que los no-cristianos tropiecen, ofender a los creyentes, y dañarnos “a nosotras mismas” espiritualmente y físicamente”. Debemos examinar cualquier enojo “que tengamos dentro”, y dejar que Dios quite cualquier actitud pecadora… ¡que nuestro enojo haya producido!

Una vida llena de enojo, una iglesia llena de gente enojada, le causará dolor al Espíritu Santo. ¡ÉL NO OBRARÁ AHÍ! Él no puede obrar ahí, porque Él respeta Sus propias leyes. Nosotras debemos lidiar con nuestro enojo… ¡para el bien de nuestras almas y la vida de la Iglesia! ¿AMEN? ¡AMEN!