Estamos a punto de embarcarnos en una gran aventura. Finalmente, después de deambular por el desierto durante 40 años, los israelitas estaban de pie ante la tierra… ¡que Dios les había prometido! ¡Ellos podían verla en todo su esplendor!

Al principio del libro de Josué, los israelitas se encontraban acampados en la orilla del rio Jordán justo a la entrada de la Tierra Prometida. Ellos estaban por terminar el periodo de luto por Moisés, quien acababa de morir. Dios le había prometido a Moisés que la gente conquistaría la tierra.

Era la misma promesa, que años antes, Dios le había hecho a Abrahán y sus descendientes. Moisés había sido el líder humano “más grandioso” que Israel había conocido. Sin embargo, Moisés ya no estaba. ¡Ya era tiempo de seguir adelante! Es importante recordar el pasado. ¡SI!

¡Nosotros debemos apreciar lo bueno, y aprender de lo malo! Pero en el caminar de fe, no podemos vivir con los ojos puestos en el pasado. ¡Necesitamos seguir adelante! Así como el Éxodo es la historia de Dios guiando a Su pueblo a salir de Egipto. Así mismo, Josué es la historia de Dios guiando a Su pueblo a la Tierra Prometida.

Treinta y nueve años antes (después de pasar un año en el monte Sinaí recibiendo la ley de Dios), los israelitas habían tenido la oportunidad de entrar en la Tierra Prometida… ¡pero ellos no confiaron en que Dios les daría la victoria!

Y como resultado, Dios no permitió “que esa generación desobediente” entrara en la tierra. Más bien, los hizo vagar por el desierto hasta que muriera toda esa generación.

Ahora… mientras deambulaban por el desierto, los israelitas obedecieron las leyes de Dios y le enseñaron “a la nueva generación” a hacer lo mismo para que se les permitiera entrar en Canaán.

A medida que los hijos crecían, se les recordaba, a cada rato, que la fe y la obediencia a Dios traen victoria, mientras que la incredulidad y la desobediencia, traen calamidad.

Una vez, que todos “los de esa generación desobediente murieron”, y la siguiente generación llegó a ser adulta, los israelitas ya estaban listos para poseer la Tierra Prometida… ¡que habían anhelado por tanto tiempo! La historia de Josué muestra la forma “como Dios cumple la promesa” que les había hecho generaciones antes.

Dios le dice a Josué en Josué 1:2, Moisés, que fue mi siervo, ha muerto. De ahora en adelante tú estarás al frente del pueblo. Crucen ahora juntos el Jordán, este pueblo y tú, y vayan a la tierra que voy a darles a los hijos de Israel.

Durante los cuarenta años deambulando por el desierto, Moisés tomó “la excelente decisión” de escoger a Josué, como su asistente. Más adelante, esa elección fue confirmada “por Dios mismo” cuando le dijo a Moisés “que comisionara a Josué” como su sucesor.

¿Pero quién era Josué? Josué nació en Egipto, como esclavo. Él desempeñó un rol muy importante en el éxodo de Egipto. El libro de Josué… ¡no es solo la historia de un hombre! Es también la historia de una conquista – la conquista de Canaán -- “por las tribus” que Moisés sacó de Egipto.

La misión -- que Dios le había dado a Josué – lo había dejado muy intranquilo. ¡Ser el sucesor de Moisés era una tarea increíble! Por medio de Moisés, Dios había convertido las aguas de Egipto en sangre, había partido el Mar Rojo, destrozado el ejército egipcio, y había alimentado a la nación durante cuarenta años.

Dios le había hablado a Moisés en el Monte Sinaí, y le había dado Su ley. Josué se estaría preguntando… “¿cómo voy a poder seguir “yo” los pasos de Moisés?” ¡Dios le estaba dando a Josué una posición de mucha responsabilidad! ¡Estoy segura “que la enormidad de este reto” lo debe haber hecho temblar!

¿Cómo podría seguir “él” a un gran líder como Moisés? ¡Definitivamente, no por su propio esfuerzo! Sería imposible “para él” llevar a la gente “por sí solo” a la Tierra Prometida. Y para eliminar todas las dudas que Josué tenía, Dios le asegura, que todas las hazañas que Moisés había hecho -- las había hecho -- gracias a la presencia de Dios.

5-6Mientras vivas, nadie podrá hacerte frente, porque yo estaré contigo como antes estuve con Moisés. No te dejaré, ni te desampararé. 6Esfuérzate y sé valiente.

Dios le recuerda a Josué, que la tierra prometida “ya” se las había dado. Sin embargo, “esto no quiere decir” que ellos debían quedarse sentaditos “felices y contentos” sin hacer nada, esperando que los habitantes de esa tierra “simplemente” se fueran de Canaán por sí solos, dejándoles el camino libre para entrar. ¡NO! ¡ASÍ NO ES LA COSA! ¡HAY QUE LUCHARLA!

El nuevo trabajo de Josué consistía en llevar “a más de dos millones de personas” a una tierra que no conocían… ¡y conquistarla! ¡Qué tal desafío! Era una tarea bien difícil, incluso para un hombre del calibre de Josué. ¡Todo trabajo nuevo es un desafío! Sin Dios, ¡puede darnos miedo! Pero con Dios… ¡puede ser una gran aventura!

Así como Dios estuvo con Josué, así también Él está con nosotros, cuando nos enfrentamos a nuevos desafíos. Quizás no tengamos que salir a conquistar naciones, pero todos los días nos enfrentamos a situaciones complicadas, a personas difíciles y a tentaciones. Sin embargo, Dios promete que nunca nos abandonará, ni dejará de ayudarnos.

Si le pedimos a Dios que nos oriente y nos dé sabiduría, podremos conquistar muchos de los desafíos de la vida. A lo que escuchas las historias de la obra milagrosa de Dios -- a través de hombres y mujeres de la Biblia -- “te estarás preguntando” si Dios todavía hace esos milagros hoy en día.

El mismo Dios que caminó con Moisés, Josué, Elías, Pedro, Santiago, Juan, y Pablo… ¡VIVE AHORA EN TI! Ningún poder puede derrotar al Dios que te guía. El Dios que los bendijo a ellos – también puede obrar Sus propósitos -- a través de tu vida. Y el Dios que los guio en sus decisiones… ¡está listo para obrar “poderosamente” en tu vida también!

Los héroes de la fe tenían “una cosa en común…” “¡ellos eran gente común y corriente”, sin ningún poder por sí mismos! ¡La diferencia era la presencia del Dios todopoderoso! Los tiempos pueden cambiar ¡SI! pero el efecto de la presencia de Dios… ¡NO CAMBIA!

Cuando el Señor nos da una tarea difícil, Él nos da “lo que necesitamos” para hacerla. Si Dios te ha dado “un trabajo especial” para hacer…” ¡Él te ayudará a hacerlo, y a salir adelante! ¡Porque adónde Dios guía… ¡Él provee!

De muchas maneras, la vida y liderazgo de Josué “ilustra lo que Jesús mismo haría” por la gente de Dios. ¡Hasta sus nombres son parecidos! El nombre original de Josué era Oseas, que significa salvación. Tiempo después, Moisés le cambió el nombre “a Josué”, que significa “el Señor salva.”

En el griego -- que es el lenguaje del Nuevo Testamento -- el nombre Josué es Jesús, que también significa “salvador.”

El ángel le dijo a María que llamara a su hijo “Jesús”, porque “Él salvaría a Su gente de sus pecados.” Josué y Jesús “realizaron roles similares” en el plan de Dios. Josué guio a la gente de Dios a la tierra “que Dios les había prometido”, llevándolos al tan ansiado lugar de descanso.

Jesús murió en la cruz y resucitó para que nosotros pudiéramos conocer a Dios, “y darles a nuestras almas el descanso”, ¡que tanto anhelamos! Como los israelitas, muchas de nosotras estamos vagando “por un desierto de esperanzas que no se han cumplido…” y de muchos fracasos.

Pero Jesús nos llevará a la tierra prometida, donde podremos descansar en la fidelidad de Dios… ¡y en la obra terminada de Cristo! Nuestro descanso es dejar que Jesús “viva a través nuestro” por medio de Su Espíritu Santo.

Como Josué ayudó a la gente de Dios ha derrotar a sus enemigos, Jesús nos da la victoria sobre nuestros propios enemigos, que son el pecado, y Satanás. Cuando la nación pecó, ellos fueron derrotados en la batalla. ¡Pero Josué le oró a Dios por la gente!

De la misma forma, Jesús le habla a Dios Padre “continuamente a nuestro favor”. ¡NO HAY NADIE COMO JESÚS! ¡ÉL ES NUESTRO SALVADOR Y GUIA !