Roberto Kennedy, misionero americano en Sud-América, estaba visitando la selva del Amazonas. Ahí habló con un indio brasilero, que se había entregado recientemente a Cristo.

Como Roberto estaba hablando a través de un traductor, la comunicación era un poco tensa, así que Roberto no sabía que este indio “se había convertido al cristianismo”. Inocentemente, le preguntó al nativo, “¿Qué es lo que más quisieras hacer?”

Roberto esperaba la típica respuesta, “yo quisiera salir a cazar con arco y flechas’ o “viajar en canoa”. Para su sorpresa, el indio contestó, “Yo quiero estar ocupado con Dios”. ¡Roberto se quedó sorprendido con su respuesta! Le dijo al traductor, “Pregúntele de nuevo. Algo se debe de haber perdido en la traducción”.

Pero el indio dio la misma respuesta. “Yo quiero estar ocupado con Dios”. Roberto usó esta ocasión “para alabar al nativo”, que lo había bendecido grandemente con su respuesta.

Esta verdadera historia nos da una excelente definición de lo que la adoración genuina es. Una vida redimida, es estar gloriosamente ocupado con la grandeza de Dios. Es un creyente que vive “cada momento de cada día” adorando a Dios… ¡y está cautivado por Su majestad!

La adoración no significa seguir rituales, reglas, o religiosidades. Es, más bien, una realidad interna “de tener una relación viva con Dios”, por medio de Su Hijo, Jesucristo.

La adoración es un encuentro del alma con la majestad suprema de Dios, y el Cristo resucitado. La adoración es experimentar a Dios en lo más íntimo de tu ser – y todo lo que eres – en respuesta a todo lo que Él es.

El Salmo 103:2-4 dice, ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones!

El Salmo 103 es un himno de alabanza a Dios, que se desborda de un corazón totalmente consagrado al Señor. Este Salmo tiene un encanto único. Es uno de los versos favoritos de la Escritura. Bendecir al Señor significa deleitar Su corazón expresándole amor y gratitud por ser quien es, y por todo lo que hace.

Verdadera alabanza viene de un corazón agradecido, que “sinceramente” quiere glorificar y complacer al Señor. Nosotros, muchas veces, no valoramos las bendiciones de Dios, hasta que Él nos las quita.

Entonces reconocemos cuan importantes, “hasta los dones más comunes de Dios”, realmente son. ¡Este salmo penetra mi alma! ¡Se ha convertido en un rico alimento para mi vida!

3 El Señor perdona todas tus maldades, y sana todas tus dolencias. 4El Señor te rescata de la muerte, y te colma de favores y de su misericordia.

¡Nuestro Dios es un Dios de restauración! Él nos demuestra Su bondad a través de Su amor. Él se preocupa por todo nuestro ser. Dios, no solo quiere restaurar una buena relación contigo, Él también quiere restaurarle salud a tu cuerpo.

Muchas veces, cuando nos sentimos débiles “espiritualmente o físicamente”, nos podemos olvidar de las promesas de Dios. EN ESOS MOMENTOS… ¡PIENSA EN EL CARÁCTER DE DIOS!

Recuerda que Él es un Padre amoroso que quiere lo mejor para ti. Alábalo con todo tu corazón, alma y mente, y verás como Él restaurará las áreas de tu vida, ¡que más la necesitan! El amor de Dios es tan fuerte, que nos sostiene, y supera nuestra debilidad. Es la bondad de Dios la que adorna nuestras vidas. ¡y hace que nuestra vida brille!

4 [El Señor] te colma de favores y de su misericordia.

Se cuenta la leyenda de que un día… ¡el sol no salió! A las seis de la mañana estaba oscuro. A las siete todavía estaba oscuro. Llegó el mediodía, y era como si fuera la medianoche. Para las cuatro de la tarde, la gente corría espantada a las iglesias para rogarle a Dios, que hiciera salir al sol.

Al día siguiente, tempranito, las multitudes se reunieron “al aire libre” para mirar al cielo. Cuando los primeros rayos de sol salieron por la mañana, la gente comenzó a aplaudir, vitorear, y alabar a Dios por el sol. Como la bondad de Dios es “tan constante como el sol”, nosotros, a veces, nos olvidamos de las cosas que Él nos da cada día.

Si contáramos nuestras bendiciones “una por una”, nunca terminaríamos. Pero si hacemos una lista de “por lo menos” diez o veinte dones, que Dios no da cada día, nuestros corazones cambiarán. ¡Así que! ¡Contemos nuestras bendiciones! ¡Agradezcamos al Señor!

19 El Señor ha afirmado su trono en los cielos, y su reino domina sobre todos los reinos. 22 ¡Bendigan al Señor ustedes, sus criaturas, en todos los lugares de su dominio! ¡Bendice, alma mía, al Señor!

Hace años, Tomás Beecher fue llamado a reemplazar a su famoso hermano, el renombrado, Henry Beecher. Como siempre, muchos curiosos habían ido a la iglesia, esperando escuchar hablar al venerado Henry Beecher.

Cuando su hermano, Tomás Beecher apareció ante el púlpito, algunas personas se levantaron y comenzaron a caminar hacia las puertas de la iglesia.

Dándose cuenta de su desilusión, porque él estaba reemplazando a su hermano, Tomás Beecher anunció, “Todos aquellos que vinieron esta mañana a adorar a Henry Beecher pueden retirarse de la iglesia. Todos aquellos “que vinieron a adorar a Dios,” pueden quedarse.”

Adorar a Dios requiere que los creyentes siempre mantengan su enfoque en Él, nunca en el hombre. ¡Solo Dios es digno de adoración! ¡Solo Dios debe ser alabado! Cuando nosotros adoramos a Dios, estamos adorando al Rey del universo. El Señor es soberano sobre todas las cosas “que Él ha creado”, incluyendo las estrellas y los planetas.

PAUSA

Cuando David era jovencito, él se enfrentó al gigante Goliat y dijo en 1 Samuel 17:45, Tú vienes contra mí “armado de espada, lanza y jabalina”; pero yo vengo contra ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.

Y el grito final de alabanza en este salmo viene, “no de los ángeles”, sino de David, el salmista, ¡Bendice, alma mía, al Señor!

¿Alguna vez has tenido problemas alabando a Dios? ¿Alguna vez no has tenido deseo de exaltar Su nombre? ¿Alguna vez has estado tan desilusionada que has perdido tu alegría?... ¿Y se te hace difícil alabar a Dios? ¿Alguna vez te has sentido “tan deprimida” que no has querido ir a la iglesia?

¿Tal vez ni siquiera te ha provocado cantar los himnos y cantos de la iglesia? Sin embargo, cuanto más conozcamos a Dios, ¡más lo alabaremos! ¡Conocerlo es amarlo!

La clave para tener una devoción constante por Dios es de “CRECER SIEMPRE EN EL CONOCIMIENTO DE ÉL. ¡ALABA A DIOS A TODAS HORAS! ¡SI! ¡NO HAY NADIE COMO ÉL!