Hudson Taylor fue un gran misionero inglés de los años 1800’s. Él fue el fundador de la Misión del Interior de China, y un gran siervo del Señor. Pero después de la terrible rebelión de la guerrilla china, llamada los Boxers, en el cual cientos de sus compañeros misioneros fueron asesinados, Taylor quedó emocionalmente destrozado, y su salud comenzó a fallarle.

Llegando al final de su vida, él escribió, “Estoy tan débil que no puedo trabajar. No puedo leer mi Biblia. Ni siquiera puedo orar. Solo puedo estar quieto en los brazos de Dios, ‘como si fuera un niño’… ¡y confiar!”

¿Has estado pasando por una época en que tu cuerpo está cansado, y tu corazón se siente enfermo? ¿Se te hace difícil enfocar tu mente en las promesas bíblicas? ¿Se ha vuelto difícil para ti orar?

No te des por vencida, como si fueras una condenada espiritual. A decir verdad, tú eres parte de una multitud “de gente de Dios” que ha experimentado la noche oscura del alma.

Cuando sufrimos esos tiempos, todo lo que podemos hacer – es quedarnos “quietecitas” en los brazos de nuestro Padre celestial. ¡Las palabras no son necesarias! ¡Dios sabe “que necesitamos Su cuidado amoroso!” En tiempos difíciles, ¡Su misericordia nos sostiene!

Nosotros podemos confiar que Él nos llevará a través de la noche oscura del alma, a la luz del amanecer. Cuando no nos queda nada más que Dios… ¡nos damos cuenta que Dios es todo lo que necesitamos!

Hay muchas oraciones registradas en la Biblia, pero el libro de los Salmos está dedicado a los hijos de Dios, a aquellos que le hablan a Dios todo el tiempo. Los salmos están llenos de las emociones intensas de la gente de Dios. La tristeza, el gozo, la confusión, la ira, la desesperación, la alabanza y el lamento pueden ser leídos de principio a fin.

Nosotros, muchas veces, buscamos los salmos cuando necesitamos aliento para compartir con Dios “nuestros sentimientos más profundos”. Los salmos no solo nos enseñan acerca de Dios, sino que nos permiten ver cómo la gente “del antiguo Israel” se acercaba a Dios… tanto individualmente, como colectivamente.

A pesar de que había ritos y rituales ordenados para el templo, los salmos nos muestran a Dios, “como un Dios personal”, que se relaciona “con nosotros” cuando tenemos preocupaciones.

El Salmo 94:2, 16-17 dice, Tú eres el Juez de la tierra, ¡ven y dales su merecido a los soberbios! 16Quién me defenderá de los malvados? ¿Quién se pondrá de mi parte contra los inicuos? 17Si el Señor no me ayudara, pronto mi ser se quedaría en silencio.

Así que. ¿Qué es lo que haces, a donde corres, que es lo que te dices a ti misma, o como respondes cuando te quedas sola, en este mundo quebrantado? De alguna forma, ¡ESTO NOS PASA A TODAS! Creadas para vivir en comunidad con Dios, y con otros, nos encontramos alienadas y solas.

Esa soledad corta profundamente, “y duele mucho”, precisamente, porque hemos sido diseñadas para ser seres sociales. Fuimos hechas para vivir en amor, y en paz unos con otros. Las palabras hirientes, los actos desleales, las intenciones difamatorias, y los momentos violentos nunca debieran infectar la comunidad, para la cual fuimos hechas.

En el momento en que Adán y Eva desobedecieron a Dios, las tensiones y acusaciones surgieron en su relación. Y luego, “esa relación se volvió MALA rápidamente”. Caín, el hijo de Adán y Eva, mató a su hermano en un arranque de celos.

Desde que el pecado infectó nuestro mundo… ¡el mal sigue infectando nuestras relaciones! Este destroza la comunidad, en la cual Dios quería que viviéramos, y nos deja “a muchas de nosotras” solas. Esta soledad toma muchas formas: Las amigas les dan la espalda a las amigas. Los esposos y las esposas se divorcian. Las vecinas se mudan.

Los empleados son despedidos. Los hijos rechazan a sus padres. Las iglesias se dividen. Los problemas de la vida crean un abismo entre nosotros. Los amigos y los parientes pierden contacto. ¡La vejez nos deja solas! La muerte se lleva a nuestros seres queridos. ¡Si! en algún momento de tu vida… ¡tú te quedarás sola!

En Juan 16:32 Jesús les dice a Sus discípulos, La hora viene, “y ya ha llegado”, en que ustedes serán esparcidos, cada uno por su lado; y me dejarán solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Si… ¡la gente y las circunstancias te pueden dejar sola!

Sin embargo, “es imposible” para una hija de Dios “estar completamente sola”, porque nosotras tenemos “un Padre en el cielo” que siempre está con nosotros, y que nunca nos dejará, pase lo que pase. Hoy día… “recuérdate a ti misma” -- como hija de Dios -- que no importa cuantas personas se hayan ido de tu vida… ¡tu soledad será una cosa del pasado!

18 Cuando dije: «Estoy a punto de caer», tú, Señor, por tu bondad me sostuviste. 19Cuando me vi abrumado por la angustia, tú me brindaste consuelo y alegría.

Los problemas de la vida pueden ser devastadores físicamente, emocionalmente, y hasta espiritualmente. Sin embargo, cuando aprendemos a confiar en el cuidado de nuestro Padre, podemos tener la paz que sobrepasa todo entendimiento. ¡Y también podemos superar nuestra ansiedad! Podemos descansar… ¡porque estamos en las manos de Dios!

Debe haber habido momentos, en que el salmista se preguntaría… “¿Quién me va a defender contra el poder de los malvados?” ¡Él nunca fue dejado solo! ¡El Señor lo ayudó siempre! Si no fuera así, él hubiera terminado en el cementerio.

Cuando la ansiedad y las dudas plagaban su mente, el Señor calmaba y acariciaba su alma con toda clase de consolaciones. Y lo que hace que estos dos versos “sean tan especiales” es la insistencia del salmista “de que Dios era el único que lo había consolado”. ¡Y no es que él no buscara a otros! ¡Él sí los buscó!

Él buscó a alguien que lo ayudara contra los malvados. ¡Pero no encontró a nadie! ¿TE HAS SENTIDO “TÚ” ALGUNA VEZ ASÍ? ¡ESTOY SEGURA QUE SÍ! ¡PERO NO DEBIERA SER ASÍ! Los cristianos debemos estar “uno al lado del otro” para ayudarnos mutuamente.

Cuando el apóstol Pablo estuvo preso, él escribió que todos lo habían abandonado… todos aquellos en Asia. En mi primera defensa, dijo Pablo, nadie estuvo a mi lado; todos me desampararon. Pero el Señor si estuvo a mi lado, y me dio fuerzas.

Mientras Paco esperaba el tren “en la estación” para hacer su viaje semanal al trabajo, pensamientos muy negativos comenzaron a llenar su mente.

Se comenzó a estresar pensando en las deudas que tenía, en los comentarios desagradables que le había hecho alguien, “y la ira que tenía” por la injusticia que le habían hecho a su hermano. Así que, para el momento en que el tren “finalmente” llegó a la estación para recoger a los pasajeros, Paco ya estaba de muy mal humor.

Una vez en el tren… ¡otra idea se le vino a la mente! Le iba a escribir una nota a Dios, dándole todas sus quejas. Al terminar de escribirlas en su diario, sacó su teléfono celular, y se puso a escuchar canciones de alabanza. Y sin darse cuenta, su mal humor comenzó a disiparse.

Paco – sin querer -- había seguido el mismo patrón “que el salmista nos da aquí,” en el Salmo 94. Primero, el salmista le dio a Dios todas sus quejas”: Tú eres el Juez de la tierra, ¡ven y dales su merecido a los soberbios! ¡El salmista no se guardó nada! Una vez que se lamentó ante Dios... ¡él siguió adelante alabando a Dios!

Tú, Señor, eres mi refugio; eres mi Dios y la roca en que confío. Dios nos invita a que le llevemos nuestras quejas a Él. Él puede cambiar nuestros miedos, tristezas, y desánimos… ¡CON LA ALABANZA! ¡La alabanza tiene el poder de aligerar nuestras cargas!

Cuando Dios es tu Ayuda, cuando tienes la fortaleza de Dios que viene de Su Palabra… ¡TÚ PUEDES HACERLE FRENTE A CUALQUIER COSA!