En 1970, los Beatles, famoso grupo de rock de Inglaterra, considerado como el grupo de rock más influyente de todos los tiempos, comenzaron a trabajar en un documental queriendo mostrar como hacían su música.
Pero en vez de revelar el proceso de su creatividad musical, el documental mostró el egoísmo, las discusiones y las peleas, que estaban sucediendo detrás del telón. Los miembros del grupo estaban más preocupados, cada uno, por sus propias canciones, que por el progreso del grupo.
Al poco tiempo de haber completado el documental, el grupo se disolvió debido a las discordias entre ellos. Este gran grupo de músicos, que cambió la forma como el mundo veía el rock, se disolvió.
Este es un problema muy antiguo. En el siglo primero, el apóstol Pablo tenía miedo que los creyentes en la iglesia de Filipo, cayeran en la trampa del egoísmo. Él sabía, que el deseo “de superación personal” anularía el interés el uno por el otro. Y que esas actitudes se volverían destructivas.
Para contrarrestar esta peligrosa tendencia, Pablo escribió en Filipenses 2:3-4, No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. 4Cada uno debe velar, no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás.
El egoísmo es la característica de nuestros tiempos. Todo es acerca de “mí”, “mío”. Que no nos sorprenda, que sea el egoísmo, lo primero que aparece en este pasaje. ¿Por qué?”
Porque el egoísmo es la raíz de todos los demás pecados. Satanás cayó del cielo “al tratar de imponer su voluntad” sobre la voluntad de Dios. Y cuando Adán y Eva, impusieron sus propias voluntades sobre la de Dios, trajeron el pecado al mundo.
Y desde ese entonces, el egoísmo ha sido el elemento principal de todo pecado. ¡El egoísmo es un pecado destructivo! El egoísmo fomenta la ira, el resentimiento y los celos. El egoísmo es el deseo de ser “Numero 1”, cueste lo que cueste.
El fundamento que Pablo menciona aquí, se encuentra “básicamente” en todo el Nuevo Testamento. Por su naturaleza, la persona “no-creyente” se pone a sí misma primero, pone a otros, segundo, y a Dios, último. Ella piensa que se merece ese orden. En cambio, la Biblia nos enseña lo contrario: Dios debe ser primero; los otros, segundo, y nosotras, últimas.
Por eso, Gálatas 6:2 dice, Sobrelleven los unos las cargas de los otros, y cumplan así la ley de Cristo. Romanos 12:10 expresa, Amémonos unos a otros con amor fraternal; respetemos y mostremos deferencia hacia los demás.
Y Romanos 15:2 declara, Cada uno de nosotros debe agradar a su prójimo en lo que es bueno, con el fin de edificarlo.
El egoísmo puede arruinar a una iglesia. Sin embargo, “la humildad sincera” puede edificarla. Ser humilde significa tener “una perspectiva realista” de nosotras mismas. Esto no significa que nos menospreciemos. Ante Dios… ¡todos somos pecadores! ¡SOLO POR LA GRACIA DE DIOS SOMOS SALVAS! Y, por lo tanto, tenemos gran valor en el reino de Dios.
Uno de los discípulos del famoso filósofo griego, Sócrates, le preguntó al maestro, “Señor, ¿por qué es que usted le dice a todos los que quieren volverse sus discípulos, que vayan a mirar al lago, y que le digan lo que ven?” El sabio le contestó, “Es muy simple, mi amigo.
Yo estoy dispuesto a aceptar a todos aquellos que vean a los peces nadando en el lago. Pero aquellos que solo ven su imagen reflejada en el agua, están enamorados de sí mismos. ¡Esos no me sirven para nada!”
Debemos dejar de lado el egoísmo, y tratar a los demás con respeto y cortesía. Si consideramos los intereses de los demás, como más importantes que los nuestros, esto nos unirá a Cristo, quien es el verdadero ejemplo de la humildad.
Juan Ray era un rayo de alegría en la Universidad de Carolina del Norte. Por tres años, Juan actuó como la mascota del equipo, llevando consigo el disfraz de la mascota a los eventos de deportes “un día”, y a los hospitales de niños al otro día. ¡Él disfrutaba sirviendo a otros!
Pero un día, en marzo de 2007, mientras Juan estaba “con su equipo” listo para participar en un torneo de basquetbol… ¡un carro lo atropelló! ¡La noticia fue terrible! En el hospital, su familia esperaba ansiosa los resultados de la operación. Desgraciadamente, el muchacho de veinte-un-años, sucumbió a sus heridas y murió.
¡Pero su historia no termina ahí! Dos años antes, Juan había hecho todo el papeleo para donar sus órganos y sus tejidos… después de su muerte. Su acto de compasión salvó la vida de cuatro personas, y ayudó a muchos otros.
Un muchacho, en lo mejor de su vida, y con toda una vida por delante, se preocupó por el bienestar de otros, y actuó debidamente. Aquellos individuos, que fueron ayudados… y sus familias, estaban profundamente agradecidos a este joven, que pensó en otros. ¿Cómo podemos considerar a otros como más importantes?
5 La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús. 6Quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios, como algo a qué aferrarse. 7Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos.
Jesucristo mostró humildad, y estuvo dispuesto a renunciar a Sus derechos a fin de obedecer a Dios, y servir a la gente. Al igual que Cristo, nosotros deberíamos tener la actitud de un siervo. Esto sale del amor por Dios y por otros… ¡y no por temor o culpa!
¡Recuerda que tú puedes elegir tu actitud! Tú puedes enfrentarte a la vida, ya sea como alguien que espera ser servido, o como alguien que busca la oportunidad de servir a otros. La encarnación fue un acto del Hijo “preexistente” de Dios, por medio del cual Cristo adoptó “voluntariamente” un cuerpo humano, y una naturaleza humana.
Sin dejar de ser Dios, Él nació como ser humano – como un hombre llamado Jesús. Él no renunció a Su deidad -- para hacerse humano -- sino que dejó de lado el derecho a Su gloria y poder. En sumisión a la voluntad del Padre, Cristo limitó Su poder y Su conocimiento.
Jesús de Nazaret estuvo sujeto a un lugar, a un tiempo y a las muchas otras limitaciones humanas. Lo que hizo de Su humanidad “algo único” fue que Él estaba libre de pecado. 2 Corintios 8:9 dice, Ustedes ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo que, por amor a ustedes, siendo rico se hizo pobre, para que con su pobreza ustedes fueran enriquecidos.
Muchas veces, la gente justifica su egoísmo, su orgullo o maldad reclamando sus derechos. Piensan: “Yo me voy a copiar este examen de Jaimito. Después de todo, yo me merezco pasar el curso. O puedo gastarme todo este dinero en lo que “yo” quiero. Después todo, sudé la gota gorda para obtenerlo.
¡O puedo abortar a este bebé! ¡Yo tengo el derecho de controlar mi propio cuerpo!” Pero como creyentes, nosotros deberíamos tener una actitud totalmente diferente. Una actitud, que nos permita “poner a un lado nuestros derechos” a fin de servir a otros. Si decimos que somos seguidoras de Cristo, también debemos decir que queremos vivir, como Él vivió.
¿Quieres vivir para otros? ¿En el trabajo, en tu casa? ¿Con amigos, enemigos, o parientes? SI ERES UNA CREYENTE DEL SEÑOR JESUCRISTO, ESTO NO SOLO ES POSIBLE… ¡SINO ES TAMBIEN UN ASPECTO IMPORTANTE DE TU LLAMADO!