Beatriz se preguntaba, “¿por qué no puedo dejar de pensar en todo esto? Mis emociones son una mezcolanza de tristeza, culpabilidad, ira y confusión.

Hace unos años, Beatriz tomó la dolorosa decisión de terminar su amistad con Sarita, que había sido su mejor amiga. Después de tratar de abordar el tema acerca de lo mal que Sarita la había tratado, esta simplemente negó todo lo que Beatriz le estaba diciendo.

Un día, después de enterarse que Sarita estaba en la ciudad visitando a su familia, los pensamientos de Beatriz se dispararon recordando y repitiendo el doloroso pasado en su mente, una y otra vez. A lo que Beatriz luchaba por calmar sus pensamientos, ella escuchó una canción, que tocaba en la radio.

La canción expresaba, no solo la angustia de la traición, sino también el profundo anhelo de cambiar y sanar el daño, que esa persona le había hecho. Los ojos de Beatriz se llenaron de lágrimas, a lo que escuchaba la canción, que daba voz a sus anhelos más profundos.

Romanos 12:9-10 dice, Nuestro amor debe ser sincero. Aborrezcamos lo malo y sigamos lo bueno. 10Amémonos unos a otros con amor fraternal; respetemos y mostremos deferencia hacia los demás.

En la época de Pablo, como en nuestra época, era muy común que la gente fingiera amor, usando palabras que sonaban cariñosas, pero carecían de sinceridad. Fingir amor es una hipocresía. Pablo estaba diciendo realmente, “No sean hipócritas, no finjan amor. Demuestren amor genuino uno por el otro.”

La mayoría de nosotros hemos aprendido a ser corteses: cómo hablar con gentileza, cómo evitar herir los sentimientos de las personas, y cómo aparentar interés en lo que dicen. Hasta podemos fingir que sentimos compasión cuando escuchamos de alguna necesidad, o indignación acerca de alguna injustica.

Sin embargo, Dios nos manda a que tengamos un amor real y genuino, que vaya más allá de las apariencias y la cortesía. El amor genuino requiere “intención” y esfuerzo. Significa ayudar a otros “a que sean mejores personas”. Demanda nuestro tiempo, dinero y participación.

Nadie puede ministrar a una comunidad entera “por cuenta propia”, pero si lo puede hacer el cuerpo de Cristo, al que perteneces. Encuentra a las personas de tu comunidad que necesitan tu amor, y averigua como tú y tus hermanos en Cristo, pueden amarlas en el nombre de Jesús.

Nuestro amor debe de ser sincero, escribió Pablo, recordándonos que no todo lo que parece ser amor, es amor genuino. Nuestro anhelo más profundo es de conocer el verdadero amor – un amor que no es interesado, egoísta o manipulador – sino un amor que es compasivo y entregado.

El amor cristiano es… “quedarte callada cuando tus palabras puedan herir. Tener paciencia cuando tu vecina es brusca. No prestar atención cuando un escándalo está circulando. Tener consideración de la aflicción de otro. Y tener valentía cuando la tragedia llega.”

Un amor sincero -- que no es controlador – es el de aquel que se ha comprometido al bienestar de otro. ¡ESAS SON LAS BUENAS NOTICIAS DEL EVANGELIO!

10 Amémonos unos a otros con amor fraternal; respetemos y mostremos deferencia hacia los demás.

Honrarse unos a otros “es realmente” la esencia de las relaciones cristianas. Crecer en la convicción que cada persona -- ya sea redimida o no -- ha sido creada a la imagen de Dios. Hay dos maneras de honrar a los demás.

Una de ellas involucra “malas intenciones.” Por ejemplo, podemos honrar “a nuestro jefe” para que nos suba el sueldo, a nuestros empleados para que trabajen más, a los que tienen dinero para que contribuyan a nuestra causa, y a los poderosos para que utilicen su poder a favor nuestro, y no en contra nuestra.

En cambio, la otra manera es la de Dios, e involucra el amor sincero. Como cristianos, honramos a las personas porque fueron creadas a la imagen de Dios, porque como creyentes, son nuestros hermanos en Cristo, y cada uno aporta algo único y particular para la iglesia de Cristo.

De esta manera es que el cuerpo de Cristo funciona efectivamente, y tendrá un impacto positivo en el mundo no creyente. En cada hermano o hermana en Cristo, habita el Espíritu mismo del Dios viviente. A veces nos es difícil verlo… ¡PERO ÉL ESTÁ AHÍ! Nuestras relaciones “con otros creyentes” debieran ser tierra sagrada.

Pablo exhortó a los creyentes de Filipo en Filipenses 2:3, No hagan nada por contienda o por vanagloria. Al contrario, háganlo con humildad y considerando “cada uno a los demás”, como superiores a sí mismo.

Como estaban habiendo peleas en la iglesia de Filipo, Pablo les muestra el remedio. La verdadera humildad cristiana “nos hace poner de lado” nuestros propios intereses por el bienestar de otros. No nos es natural “ser humildes” como Cristo. ¿Pero no les dijo Jesús a Sus discípulos que aquellos que lo seguirían tenían que cargar su cruz? ¡SI!

Jesús nos dice en Lucas 9:23, Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Cargar la cruz no es solo un acto inicial de sacrificio; sino debe de ser algo que hacemos todos los días.

Aquellos que no pueden aguantar los pecados de otros, aquellos que no pueden incomodarse por las necesidades de otros, aquellos que no darían su vida por sus amigos, tienen muy poco en común con Jesús. Nuestras agendas son, muchas veces, todo acerca de nosotras mismas. ¡La agenda de Jesús es siempre acerca de otra persona!

Hace dos mil años “en una colina de Judea”, la agenda de Jesús, fue “todo” acerca de nosotros. Si ese no hubiera sido el caso, nosotros no estaríamos vivas, por lo menos, no espiritualmente. No podemos llamar a Jesús -- nuestro ejemplo y nuestro Señor -- si nosotros no seguimos Su camino.

El corazón cristiano debe de estar lleno de compasión – de una devoción hacia hermanos y hermanas en Cristo, y un deseo de ver a otros ser honrados. Es la manera del Reino, y el mundo está observando para ver si el Reino vale la pena.

Debemos mostrarle al mundo una forma diferente. Mientras que los cristianos no somos perfectos en esta vida, nosotros podemos ser perfeccionados en el amor por el Espíritu de Dios. ¡ES NUESTRO LLAMADO SANTO!

Dos hermanos, Carlos y José, cultivaban la tierra juntos. Ellos vivían en casas separadas en la hacienda de la familia, pero se encontraban todos los días en los campos para trabajar juntos. Carlos era casado y tenia una familia grande. En cambio, José vivía solo. Aun así, ellos se dividían la cosecha por igual.

Una noche, José, el hermano soltero, pensó, “Mi hermano, Carlos, está luchando para mantener una familia grande, pero él solo recibe la mitad de la cosecha”. Con amor en su corazón, José preparó una caja con las cosas que había comprado con sus ganancias – cosas que él sabía que iban a ayudar a la familia de su hermano.

Él planeó poner la caja en la entrada de la casa de Carlos, y nunca decir ni media palabra. Esa misma noche, Carlos, el hermano casado pensó, “José está solo. Él no conoce el gozo de una familia”. Por amor, él decidió llevarle una canasta con un edredón, pan casero, y conservas para “mantener su casa acogedora”.

Carlos planeó dejar la canasta en la entrada de la casa de José, y nunca decir ni media palabra. A lo que los hermanos iban sigilosamente a la casa del otro, se toparon por el camino.

Ambos se vieron forzados a admitir lo que estaban haciendo, y ahí en la oscuridad, lloraron juntos y se abrazaron, cada hombre dándose cuenta, que su riqueza más grande, era tener un hermano que lo amaba sinceramente y lo respetaba.

¡Así que! ¡Amemos sinceramente! ¡Respetemos y mostremos deferencia hacia los demás! ¿Qué legado estamos creando para la próxima generación? ¿Qué estamos dejando en las mentes de aquellos “que nos sobrevivirán” para que sus vidas sean más profundas, más ricas, y mejor que lo fue la nuestra?