La casa de Eduardo Castro, fue una de las 500’s casas destruidas por el incendio del Bosque Negro en Colorado. Después de varios días, las autoridades permitieron que Eduardo regresara a su casa, para chequear los escombros… las cenizas. ¡El fuego parecía haberlo consumido todo!

Eduardo tenía la esperanza de encontrar “un bello recuerdo familiar”, hecho por su esposa. Esta era una figurita de cerámica del “Bebé Jesús” del tamaño de una estampilla. Mientras que Eduardo buscaba entre las cosas quemadas de su casa, él se preguntaba una y otra vez, “¿Estará el “Bebé Jesús” todavía aquí?”

Cuando nuestras vidas son sacudidas por el desaliento, las pérdidas y las derrotas, nosotras tal vez nos preguntemos si Jesús “todavía” está con nosotras. La respuesta de la Biblia es un rotundo ¡SI! ¡JESÚS ESTÁ CON NOSOTROS!

En un rincón de lo que había sido su garaje, Eduardo encontró los restos del pequeño nacimiento. ¡Y ahí también encontró la estatuita del “Bebé Jesús”! Por la gracia de Dios, no había sido dañada por las llamas.

Cuando el Canal 13 de Televisión lo entrevistó, Eduardo dijo, “Hemos pasado del temor y la inquietud… A LA ESPERANZA DE QUE VAMOS A PODER RECOBRAR “ALGUNAS DE LAS PARTES DE NUESTRAS VIDAS” -- QUE PENSÁBAMOS QUE HABÍAMOS PERDIDO! ¿Está Jesús todavía aquí? ¡Si! ¡Él está aquí! Si tú conoces a Jesús… ¡TÚ NUNCA CAMINARÁS SOLA!

Dios nos ama incondicionalmente. Estamos rodeadas por el amor de Jesús en todo momento. Cuando todo está yendo bien en nuestras vidas, nosotras disfrutamos del calor de ese amor. Pero cuando las cosas se comienzan a desmoronar -- sin ninguna razón aparente – comenzamos a buscar una explicación, en lo más hondo de nuestro corazón.

¡Es muy fácil comenzar a cuestionar el amor de Dios! ¿Cómo puede permitir un Padre amoroso que Sus amados hijos sufran?

Romanos 8:35 dice, ¿Qué podrá separarnos del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada? Estas palabras fueron dirigidas a los romanos, que poco tiempo después, experimentarían una terrible persecución. Las situaciones hipotéticas -- de las que Pablo habla -- llegarían a ser una dolorosa realidad.

Este pasaje reafirma el profundo amor de Dios por Su gente. Pase lo que pase, dondequiera que estemos, nunca estaremos separadas de Su amor. Cuando sufrimos a causa de Dios… ¡NO DEBEMOS ALEJARNOS DE ÉL! Sino más bien, debemos identificarnos con Él, y acercarnos a Él, para que Su amor nos sane, y nos de fuerzas.

Pablo estaba hablando por experiencia propia. Él sabía que los peligros y desastres eran los “beneficios extras” de seguir a Jesús. Él también reconocía, que la adversidad no significaba que Dios lo amaba menos que antes. Y que los buenos tiempos no eran una señal de que Dios lo amaba más, de lo que ya lo había amado.

La experiencia más grande en la vida es de conocer el amor de Dios. Una vez que entramos en esta relación de amor, a través de fe en Jesucristo, experimentamos un amor puro, sellado por la promesa de que Dios nunca nos dejará, pase lo que pase.

37 Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores, por medio de aquel que nos amó. ¿Qué significa ser más que vencedores? Significa tener la ayuda de “ALGUIEN” que obtiene la victoria por nosotras. ¡Que nunca dejará que seamos derrotadas! LA VICTORIA ES DE CRISTO… ¡NO NUESTRA! La vida victoriosa no es nuestra vida. ¡Es la vida de Cristo!

El vencedor es uno que va a la guerra, pelea la batalla, y gana. Pero ser “más que vencedor” es ir a la batalla -- habiendo ganado ya. ¡Eso es lo que nosotros somos! ¡MÁS QUE VENCEDORAS! ¡Satanás ya ha sido derrotado! ¡No hay condenación para nosotras! ¡No hay forma de estar separadas del amor de Dios!

La muerte no puede vencernos. Los demonios no pueden vencernos. La tribulación no puede amenazarnos. ¡NADA PUEDE SEPARARNOS DEL GRAN AMOR DE DIOS! El dolor no puede, la desilusión no puede, la angustia no puede. Ayer, hoy, mañana no pueden. La guerra, el terrorismo, el hambre, la enfermedad… ¡ninguna de estas cosas puede!

¡NADA! ¡NADA puede cambiar la realidad de que somos muy amadas, completamente perdonadas, y para siempre libres por medio de Jesucristo, ¡GRACIAS A ÉL, SOMOS MÁS QUE VENCEDORAS! Dios siempre tiene un propósito principal… ¡Y ES SIEMPRE PARA NUESTRO BIEN!

Nosotros, tal vez podamos concluir que las dificultades y los problemas son una evidencia de que Dios nos ama y que Él está obrando en nuestras vidas para producir perseverancia, carácter y esperanza, a lo que compartimos en el sufrimiento de nuestro precioso Señor.

38-39 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada, nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Estos versículos contienen una de las promesas más reconfortantes de toda la Escritura. Los creyentes han tenido que enfrentarse “siempre” a toda clase de dificultades, como la persecución, la enfermedad, la prisión, e incluso el martirio.

A veces, estas situaciones, les hacen pensar que Cristo los ha abandonado. Sin embargo, Pablo declara que es imposible estar separados de Cristo. ¡Su muerte por nosotros es la prueba de Su increíble amor! Nada nos podrá separar de la presencia de Jesús. Dios nos habla de la magnitud de Su amor, para que nos sintamos completamente seguras en Él.

Una de las preguntas típicas de los ateos y los agnósticos es: ¿Por qué un Dios bueno puede permitir que cosas malas le pasen a la gente buena?

Esta pregunta no puede destruir la verdad de nuestra fe. Sin embargo, cuando nosotros somos esa gente buena, a quienes cosas malas le pasa, esto tiende a devastar “nuestra intimidad” con el Padre.

Pero si queremos que nuestra relación con Dios impacte al mundo, no podemos estar vacilando entre la seguridad y la desesperación. TENEMOS QUE ESTAR CONVENCIDAS… que ni la muerte, ni la vida, ni cualquier otra cosa, nos puede separar de Su amor.

Romanos 8:28 dice, Que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, es decir, de los que Él ha llamado de acuerdo a su propósito.

Cuando nosotros nos aferramos a estas verdades, el mundo no nos puede alejar de nuestra fe ni de nuestra alegría. Tenemos “UNA ROCA SÓLIDA” en la cual apoyarnos. ¡NADA PUEDE INTERPONERSE ENTRE NOSOTROS Y NUESTRO DIOS!

Jorge Matheson nació en Glasgow, Escocia, en 1842. De chico él había tenido solo una visión parcial, pero con el tiempo, su vista se volvió progresivamente peor, hasta que se quedó completamente ciego a los 18 años. A pesar de su discapacidad, él fue un estudiante brillante, y se graduó de la Universidad de Glasgow, y luego del seminario.

Matheson se volvió pastor de varias iglesias en Escocia, incluyendo una iglesia grande en Edimburgo, donde era muy amado y respetado. Después de haber estado comprometido con una bella joven “por algún tiempo”, esta rompió el compromiso. Ella dijo que no podría ser feliz “casada” con un hombre ciego.

Algunos creen que ese “desengaño amoroso” llevó a Jorge ha escribir un precioso himno (dedicado a Dios), que comienza con la siguiente estrofa: “¡Oh, Amor que no me dejarás! Descansa mi alma siempre en Ti; Es tuya y Tú la guardarás. Y en el océano de tu amor, más rica al fin será”.

El amor humano es, muchas veces, frágil e inconstante. Sin embargo, el amor de Dios es incondicional. Pase lo que pase, nada nos podrá separar del amor de Dios. ¡SU AMOR NO CAMBIA! ¡ÉL NOS AMARÁ SIEMPRE… ¡Y PARA SIEMPRE!