Juan Todd nació en Vermont en los Estados Unidos en los años 1800’s, a una familia que tenía varios hijos. Cuando los hijos todavía eran chicos, los padres de estos niños murieron. Una tía muy querida ofreció criar al pequeño Juan.
La tía mandó un caballo y a su sirviente, César, para que recogiera al niño -- que en ese entonces tenía solo seis años. En camino a la casa de la tía, una conversación muy dulce surgió.
Juan le preguntó a César: ¿Estará mi tía esperándome? César contestó: “Claro que sí. Ella estará ahí esperándote”. Juan continuó: ¿Me gustará vivir con mi tía? César le dijo: “Sin duda alguna, que estarás en buenas manos”. Juan agregó: “¿Me amará mi tía?” César le aseguró: “Por supuesto, tu tía tiene un gran corazón”.
Juan siguió preguntando: “¿Tendré mi propia habitación? ¿Me dejará mi tía tener un perrito”? César le respondió: “Ella tiene todo dispuesto. Creo que hasta tiene algunas sorpresas para ti.” Juan siguió haciendo preguntas: “Tú crees que mi tía se irá acostar antes de que lleguemos?
César le dijo: “¡O, no! Ella te estará esperando. Ya verás. Apenas salgamos de este bosque, podrás ver la vela prendida en la ventana”.
Efectivamente, a lo que se acercaban a la casa, Juan vio una vela prendida en la ventana, y a su tía parada en la entrada de la casa. A lo que Juan tímidamente se acercaba a la entrada, ella lo abrazó y lo besó, y le dijo, “Bienvenido a casa, Juanito”.
Juan Todd creció en la casa de su tía, y luego se convirtió en un gran ministro y famoso autor de treinta libros. Su tía fue una madre para él. Ella le dio un segundo hogar.
Años más tarde, su tía le escribió a Juan para contarle acerca de su muerte inminente. Estaba muy mal de salud. Ella se preguntaba lo que iría a ser de ella. Esto fue lo que Juan Todd le contestó:
Mi querida tía, Hace años, yo dejé la casa de la muerte, no sabiendo a donde iba. No sabía si yo le importaba a nadie, y si ese sería el fin de mi vida. El viaje fue largo, pero tu sirviente me alentó mucho durante el camino.
Finalmente llegué. Tú me recibiste con los brazos abiertos, y me diste un nuevo hogar. Tú me estabas esperando afuera. Me sentí seguro. ¡Tú hiciste todo esto por mí!
Ahora te ha llegado tu turno de irte. Te estoy escribiendo para que sepas, que Alguien te está esperando, que tu vivienda está lista, la luz está prendida, y la puerta está abierta. ¡Jesús te está esperando! ¡Yo lo sé! Una vez vi a Dios de pie en la entrada de tu casa… ¡hace muchos años cuando llegué!
Jesús dijo en Juan 14:1-3, No se turbe su corazón. Ustedes creen en Dios; crean también en mí. 2En la casa de mi Padre hay muchos aposentos. Si así no fuera, ya les hubiera dicho. Así que voy a preparar lugar para ustedes. 3Y si me voy y les preparo lugar, vendré otra vez, y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, también ustedes estén.
En el Aposento Alto, Jesús les habló a Sus discípulos acerca de la inminente traición y muerte que se le venía. Las horas más oscuras de la vida terrenal de Jesús y de Sus discípulos se acercaban. Jesús los consoló asegurándoles de que Él iría a preparar un lugar para ellos en el cielo.
Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús acerca de todo esto, Él recapituló la historia que habían vivido juntos, y los milagros que Él había hecho delante de ellos. Aunque ellos se afligirían por la muerte de Jesús y Su ausencia, Él les recordó que podían contar “con que Él cumpliría todo” lo que les había prometido.
Aun en medio de nuestras horas más difíciles, nosotros podemos confiar que Jesús nos guiará a un lugar de bondad. A lo que caminamos con Él, nosotras también aprenderemos a confiar más y más en la fidelidad de Jesús.
No se turbe su corazón, les dijo Jesús a Sus discípulos. El terrible día de la crucifixión se acercaba. Jesús sabía que ellos solo podrían soportar la tormenta si confiaban en Él, a pesar de que parecía que la maldad había triunfado.
Hoy en día, nosotras nos podemos enfocar en los problemas del mundo, y de nuestras vidas, o nos podemos enfocar en la victoria que tenemos en Cristo, porque después de Su muerte, Jesús resucitó.
Este hecho tan maravilloso le da un nuevo significado a las palabras de Jesús en Juan 16:33, En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo.» Cuando mantenemos nuestra mente puesta en Dios, Dios nos da la tranquilidad del Espíritu.
El famoso evangelista, Billy Graham, solía decir que cada persona tiene tres hogares: el hogar de la familia; el hogar celestial; y el hogar de una iglesia local”. El hogar de la familia se supone que es un refugio donde una criatura es cuidada e instruida… de donde él o ella puede aventurarse al mundo conforme va creciendo.
El hogar de la iglesia local es otro lugar, en el cual él o ella podrá pertenecer y crecer en sus relaciones con otros creyentes. Aun y todo, lo que un hogar de la familia o un hogar de la iglesia local pueda carecer, todos los creyentes pueden esperar ansiosos al hogar celestial, que Jesús está preparando para nosotros.
No le faltará nada a nuestro hogar celestial, y será mucho más maravilloso de lo que nos podamos imaginar.
Una y otra vez, la gente que ha estado cerca de la muerte, ha dicho cosas, como: “Estoy viendo cosas demasiado maravillosas para describirlas”. o “He visto el cielo, pero no lo puede describir”. Pero más que nada, lo que hará al cielo “grandioso” será la presencia de Dios.
Hace poco me reuní con mi amiga, Lucy, para tomarnos un tecito juntas. Su mamá había muerto unos meses antes. Lucy me contaba que la muerte de su madre había sido algo precioso. Mientras que su mamá yacía en la cama muriendo, Lucy le acariciaba tiernamente la cabeza.
En eso su mamá abrió los ojos, se sentó en la cama, y con una brillante sonrisa, extendió sus brazos, y exclamó, ¡Jesús! ¡Jesús! Entonces cerró los ojos, y murió. Jesús había ido a recogerla para llevarla a la casa de Su Padre, donde tenía un lugar preparado especialmente para ella. A lo que yo la escuchaba, mis ojos se llenaban de lágrimas.
El hogar de la familia es un concepto importante y ocupa un lugar muy especial en nuestros recuerdos, nuestros anhelos y nuestros sueños. El hogar representa tanto lo bueno como lo malo de la familia, pero siempre es un lugar que nos hace desear volver.
A pesar de que nuestro hogar terrenal es importante, no durará para siempre. Tenemos el consuelo de saber que Jesús ya está en nuestro verdadero hogar – para que todo esté listo cuando lleguemos.
¿Qué es lo que se te viene a la mente cuando piensas en la casa en que creciste? ¿En tu hogar? ¿Tienes buenos recuerdos o malos? ¿Y qué te parece la idea de llegar a tu verdadero hogar en el cielo con Dios? ¿Estás anticipando ir con alegría, recordando que estamos en este mundo solo de paso?
¿Te puedes imaginar la maravilla que el cielo será? A pesar de que quisiéramos quedarnos en esta vida por mucho tiempo, solo de pensar en los bellísimos aposentos y viviendas que Jesús nos está preparando, nos pueden dar destellos de los preciosísimos momentos que nos esperan.