Una revista “muy conocida” escribió un artículo acerca del Sr. Carlos Soto, un alto ejecutivo de un banco de Nueva York. La revista comentaba cómo este hombre había ascendido a un lugar de prominencia e influencia. Al principio, Carlos había trabajado como mensajero de la empresa.
Un día, el presidente del banco lo llamó aparte, y le dijo, “Carlos, quiero que vengas a mi oficina todos los días, y trabajes conmigo”. El jovencito contestó, “Pero señor, ¿que podría hacer yo para ayudarlo? Yo no sé nada de finanzas”. “No te preocupes por eso, Carlos”, le dijo el banquero.
“Tú aprenderás más rápido lo que te quiero enseñar, si te quedas a mi lado y mantienes tus ojos y oídos bien abiertos.” “Esa fue la experiencia más significativa de mi vida,” dijo el Sr. Carlos Soto. “Estar con ese banquero tan sabio, me hizo volverme como él. Yo comencé a hacer las cosas como él las hacía, y eso explica quién soy yo hoy día”.
En un sentido más profundo, nosotras mismas podemos ser transformadas teniendo una relación íntima con nuestro Señor Jesucristo. El apóstol Juan nos dice qué si permanecemos en Cristo, podremos vivir como Jesús vivió.
Si meditamos en las escrituras, si oramos y obedecemos a Jesús, poco a poco, tendremos las cualidades que caracterizan a nuestro Salvador. El cristianismo no es solo Cristo en ti, sino Cristo viviendo “Su vida” a través tuyo.
PAUSA
La enseñanza y el entrenamiento son muy valiosos en el servicio de nuestro Señor. ¡SI! Pero nada puede reemplazar el tiempo que pasamos en Su presencia. Jesús es la fuente “de cualquier impacto espiritual” que podamos tener en nuestro mundo. ¿Cuánto tiempo estás pasando tú con Jesús?
Cuando llegó el momento para que Jesús eligiera a Su equipo -- a aquellos hombres que Él entrenaría y mandaría a compartir el evangelio a todas las naciones – Jesús escogió a un grupo bastante pintoresco. © Jesús no fue a las universidades buscando a los mejores y más brillantes.
Él no fue a los pasillos de gobierno buscando a los que tenían dotes de persuasión y habilidades de organización. Jesús tampoco fue a las sinagogas para escoger a los alumnos que tenían mayor conocimiento del Tora. Más bien, Jesús fue a Galilea, buscó a un grupo de pescadores sin mucha educación, y los llamó a que lo siguieran.
Hechos 4:13 dice, Al ver el valor de Pedro y de Juan, y como sabían que ellos eran gente del pueblo y sin mucha preparación, se maravillaban y les reconocían que habían estado con Jesús.
En una de sus visitas al templo, Pedro y Juan habían curado a un hombre cojo. A pesar que los apóstoles no fueron instruidos en las escuelas de la ley judía, ellos fueron instruidos por Jesús. Los miembros del Concilio reconocían esto, y se daban cuenta que era igual de difícil discutir con los apóstoles, como lo había sido con Jesús.
Para hacer las cosas más difíciles para estos líderes religiosos, el hombre que fue sanado era una evidencia clara e irrefutable de que Cristo era el Mesías. Los gobernantes se negaron a creer en Él, y siguieron tratando de contener la verdad.
Como los apóstoles no habían quebrantado ninguna ley, y como esa sanación había aumentado la popularidad de los cristianos, los líderes judíos no se atrevían a castigar a los apóstoles.
Si esta hubiera sido una obra de ficción, la reacción del Concilio hubiera parecido hasta cómica. A ellos les sorprendió que no hubieran podido asustar a Pedro y a Juan. Estoy segura, que muchos de ellos, estaban acostumbrados a intimidar a la gente. Después de todo, ¡ELLOS ERAN DEL CONCILIO!
Estos setenta-y-cuatro aristócratas se acababan de enfrentar “cara a cara” a dos simples pescadores de Galilea -- sin educación ni entrenamiento – ¡Y HABÍAN PERDIDO! Los apóstoles estaban “asentados” en la autoridad de Cristo, y no en la de ellos.
Como Jesús les prometió a Sus discípulos antes de ascender al cielo, Pedro, Juan, y los otros apóstoles, fueron bautizados con el Espíritu Santo en el día de Pentecostés. El Espíritu les dio el poder que necesitaban para ser testigos efectivos para la causa de Jesucristo.
Ese fue el secreto -- de como estos apóstoles -- que días antes habían estado muertos de miedo y escondidos a puerta cerrada, comenzaran a predicar a Cristo abiertamente. ¡Ellos habían visto al Cristo resucitado! ¡El Espíritu de Dios había venido! ¡Estaba en ellos ahora!
Ahora estos hombres tenían el valor de abrir las puertas, y caminar por las calles con valentía. Se enfrentaron a la persecución, y hasta al sufrimiento, por su testimonio acerca de Jesús. El poder del Espíritu Santo los movería el resto de sus vidas, aun durante las persecuciones, y bajo toda clase de adversidades.
PAUSA
Sin embargo, mucha gente no reconoció que esas palabras fueran de Dios. ¿Por qué? Porque venían de una fuente totalmente impensada. ¡Muchas veces es así con nosotras! Dios habla a través de las personas que menos nos imaginamos. Nosotros deberíamos mirar más allá del cuerpo de una persona, ¡y mirar al Espíritu de Dios!
Si Jesús se te apareciera hoy día, y te diera instrucciones, lo obedecerías al toque, ¿no es cierto? ¡Por supuesto! Pero qué si el Espíritu te hablara a través de un vagabundo, o de una persona en la iglesia que nunca parece encajar bien.
¿O qué si un predicador de la televisión -- que normalmente te parece pesado y aburrido -- estuviera hablando por Dios, a lo que cambias de canal, y hace una afirmación que viene directamente del corazón de Dios al tuyo? Nosotras, muchas veces, descartamos esos momentos, sin siquiera pensarlo dos veces.
¿Pero qué si Dios las usara para ver al Espíritu Santo, a través de ellos? Realmente, no podemos negar lo bien que Pedro manejó las escrituras. Pedro fue mucho más efectivo que los rabinos mismos -- entrenados como estaban -- en las sutilezas del argumento teológico.
Pedro usó las escrituras como una espada, para atravesar al mismísimo corazón de esos líderes. ¡La audacia y valentía de Pedro y Juan fueron increíbles! Todo a su alrededor podría haber intimidado a estos dos hombres de pueblo. Después de todo, ellos estaban de pie ante la imponente Corte Suprema de la nación.
Ellos se estaban enfrentando a los hombres más ricos, más aristocráticos, más educados y poderosos de la nación. Pedro y Juan eran solo un par de aldeanos -- que podrían haber estado parados como unos tontos murmurando disculpas -- sin siquiera levantar la vista.
¡PERO NO! Pedro y Juan estaban actuando como lo que eran realmente… ¡EMBAJADORES DE LAS CORTES DEL CIELO! ¡Ellos habían estado con Jesús! Ellos hablaban como Jesús hablaba. ¡Una vida transformada convence a la gente que Cristo tiene poder!
Él mayor testimonio que tú puedes dar acerca de Cristo es el cambio que pueden ver otros en tu vida, y en tu actitud, debido a tu fe en Él. ¡Una vida transformada por Dios es inconfundible! Los discípulos habían sido vanidosos y miedosos, cuando Jesús los reclutó.
Jacobo y Juan trataron de aprovecharse de los otros discípulos queriendo obtener un lugar de preferencia y honor al lado de Jesús. Una y otra vez, las acciones de los discípulos demostraban que ellos no entendían quién era Jesús realmente. Aun después de tres años con Jesús, Pedro tuvo miedo “de confesar a Cristo” delante de una joven sirvienta.
Obviamente, estos discípulos no eran la clase de gente con quien se podría edificar un reino mundial. Sin embargo, algo les sucedió mientras estuvieron con Jesús. ¡Y el Espíritu Santo los transformó! Ahora podían hacer milagros y predicarles a las multitudes sin miedo, y persuasivamente.
Aun sus enemigos “notaron en sus vidas cambiadas” el mismo poder que ellos habían presenciado en Jesús.
A veces nosotros queremos “desesperadamente” que otros crean que hemos cambiado, que ahora somos más piadosas, más devotas, y más controladas por el Espíritu. Pero no sacamos nada con querer “que otros crean” que hemos sido transformadas realmente por Cristo. ¡EL CAMBIO SERÁ OBVIO!
A lo que caminas con Jesús todos los días, deja que otros atestigüen acerca de los cambios que están viendo en ti. Si tienes que probarle a alguien que Dios realmente te ha cambiado… ¡ENTONCES TAL VEZ Él NO TE HA CAMBIADO!
Y YA PARA TERMINAR…
El verdadero éxito no tiene nada que ver con nuestra propia inteligencia, nuestra educación, belleza, o talento. Más bien, es acerca del Señor Jesucristo brillando a través nuestro. Pasa tiempo con Él – en oración y en la Palabra de Dios – y obedeciéndolo de todo corazón. Cuando eso pase… ¡Jesús hará cosas increíbles a través tuyo!