En Mateo 28:18-19, Jesús dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. 19 Vayan y hagan discípulos en todas las naciones. La palabra “autoridad” significa en griego “libertad de elegir”. Cuanto mayor sea la autoridad, mayor es la autonomía “que uno tiene” de escoger y actuar.

Dios tiene el poder absoluto de llevar a cabo Su voluntad. Él puede darle autoridad a quien Él escoja. ¡Él le dio a Su Hijo toda autoridad! Y el Hijo, a su vez, les da autoridad a aquellos “que Él escoge”, para que lo representen. Marcos 3:14 dice, A doce de ellos [Jesús] los designó para que estuvieran con él, para enviarlos a predicar.

Dios demostró Su autoridad sobre las tradiciones, sobre las leyes de la naturaleza, sobre el poder del pecado, y sobre el control de la muerte misma. Como cristianas, nuestra autoridad es relacional. ¡ES UNA AUTORIDAD EN EL NOMBRE DE JESÚS!

El énfasis debiera estar en hacer el bien, y no de hacer lo que uno quiere. No tenemos la libertad de hacer nuestra voluntad, sino de actuar de acuerdo a la voluntad del Señor.

El mismo Jesús, que tiene el poder de crear el universo de la nada, y que tiene el poder de perdonar pecados, y el poder de echar fuera demonios… ¡ES QUIEN SUSTENTA TODAS LAS COSAS POR EL PODER DE SU PALABRA! ES EL MISMO JESÚS, que les dijo a Sus discípulos y a nosotras, que llevemos el evangelio a todas las naciones.

DIOS… NO NOS DA ALGO… para que nosotras lo guardemos. Ya sea dinero, percepción, o la verdad, Él nos llama a compartirla. Por eso Jesús dijo, 19 Vayan y hagan discípulos en todas las naciones.

Jesús les dijo a Sus discípulos que ellos no debían guardarse la verdad… ¡QUE ÉL LES HABIA ENSEÑADO! Más bien, ellos debían compartir todo lo que habían recibido.

La pequeña María, de diez años, vivía en una zona rural en la parte central de Chile. Cuando su mamá murió, María se convirtió en “el ama de casa” cuidando de su papá, que trabajaba en el turno de noche en una mina que quedaba relativamente cerca.

María limpiaba y cocinaba, y se aseguraba que la cena de su papá estuviera lista, cuando él se fuera a trabajar por las noches. María amaba a su papá, y estaba muy preocupada por lo desanimado que él estaba, desde la muerte de su esposa, la mamá de María.

María iba a la iglesia los domingos, y trataba de convencer a su papá para que fuera con ella, ¡PERO ÉL SIEMPRE SE NEGABA! Su corazón estaba demasiado vacío… Una tarde, mientras María preparaba la lonchera de su papá, ella puso un pequeño folleto del evangelio en su lonchera. Un folleto que le había regalado una misionera.

María oró para que su papá leyera el folleto, y que encontrara el consuelo que ella había encontrado, en el gran amor de Dios.

Eran la una de la madrugada, cuando de repente María se despertó asustada por un sonido ensordecedor – era el silbato de emergencia que estaba resonando en la mina, en medio de la oscuridad, llamando a la gente del pueblo a que fuera corriendo con palas, y manos dispuestas, para ayudar a rescatar a los mineros atrapados en la mina.

María corríó por las calles del pueblo hacia la mina en busca de su papá. Montones de hombres estaban limpiando “desesperadamente los escombros del túnel”, que se había derrumbado.

¡Uno de los hombres atrapados en ese túnel, era el papá de María! Equipos de emergencia trabajaron toda la noche, y finalmente abrieron una brecha a una pequeña caverna, donde encontraron a los mineros. Desgraciadamente, había sido demasiado tarde. Los ocho hombres se habían asfixiado.

Los trabajadores de rescate estaban devastados. A lo que examinaban la escena, notaron que los hombres habían muerto sentados en un pequeño círculo.

Cuando los trabajadores se acercaron, descubrieron que el papá de María tenía un pequeño folleto del evangelio sobre sus rodillas -- abierto a la última página -- donde el plan de salvación estaba claramente explicado. En esta página, el papá de María le había escrito “un mensaje especial” a su hija.

“Mi querida María, cuando tú leas esto, yo estaré con tu mamá en el cielo. Yo leí este pequeño libro, luego se lo leí a los hombres, varias veces, mientras esperábamos ser rescatados. Nuestra esperanza se está desvaneciendo en esta vida, pero no para la próxima.

Hicimos lo que este libro nos dijo, Y ORAMOS, pidiéndole a Jesús que viniera a nuestros corazones. María, yo te amo mucho, y algún día muy pronto, estaremos todos juntos en el cielo”.

Como María, nosotras también debemos ir a nuestros padres, familiares, vecinos, compañeros de trabajo, O HASTA A OTRO PAÍS, y hacer discípulos. Esta no es una opción, sino un mandato, para todos los que dicen, que Jesús es su Señor.

No todas nosotras somos evangelistas en el sentido formal de la palabra, pero todas hemos recibido dones que podemos usar para contribuir al cumplimiento de esta gran comisión. Cuando obedecemos, encontramos ánimo “SABIENDO” que Jesús siempre está con nosotras.

PAUSA

De la población mundial, 33 % profesan ser creyentes, y 67 % dicen no ser creyentes. Si alineamos a todas las personas no creyentes del mundo -- uno al lado del otro -- esta línea daría la vuelta al globo treinta veces, y cada día esta cifra sigue creciendo treinta-y-dos kilómetros más de largo. ¿Cómo reaccionas tú a estas cifras?

Antes que Jesús dejara la tierra y regresara al cielo, Él les dio órdenes a Sus discípulos. Noten que Jesús no le dijo al mundo “que fuera a la iglesia”. Mas bien, Jesús, a través de la gran comisión, le dijo a Su iglesia, ¡VAYAN A TODO EL MUNDO!” Así que, ¡considera la gran comisión!

¿Cuándo fue la última vez que le hablaste a una amiga, o a una vecina, o a una compañera de trabajo acerca de Jesús?

Una chiquita estaba parada junto a un grupo de gente, mientras que su papá daba su testimonio acerca de lo que Jesucristo había hecho en su vida. Su papá estaba testificando, como el Señor lo había salvado, y liberado de su antiguo estilo de vida, la vida de un borracho.

En aquel día, había un cínico parado a un lado de la multitud que estaba harto de escuchar tanta tontería religiosa. Así que gritó, “Viejo, por qué no te callas la boca, y te sientas”. ¡ESTAS SOÑANDO! Al poco rato, este escéptico sintió un jalón en la manga de su saco. Miró hacia abajo, y vio a esta chiquita.

Ella lo miró directamente a los ojos, y le dijo, “Señor, ese es mi papá, de quien usted está hablando. “Usted dice que mi papi es un soñador. Déjeme contarle acerca de mi papá”. “Mi papi era un borracho, y cuando llegaba a casa por las noches, le pegaba a mi mamá. Ella lloraba todas las noches. ¿Y sabe qué”?

Nosotros no teníamos buena ropa que ponernos, porque mi papá se gastaba toda la plata en whiskey. A veces yo ni siquiera tenía zapatos que ponerme para el colegio. ¡Pero mire mis zapatos y mi vestido ahora! Ahora mi papi tiene un buen trabajo.

Luego, señalando hacia al otro lado donde la gente estaba reunida, dijo, “¿Ve usted a esa mujer sonriendo? Ella es mi mamá. Ya no llora por las noches. Ahora ella canta”. La chiquita continuó, “Jesús ha cambiado a mi papi. Jesús ha cambiado nuestro hogar. Señor, si mi papi está soñando, “por favor, no lo despierte”.

Jesús vino a la tierra “a buscar y a salvar lo que se había perdido” y regresó al cielo, dando este mandato, “VAYAN”. ¡Asegurémonos que estamos obedeciendo Su mandato! Tu único rol en la salvación de otros es el de hablar…. de compartir. Después de eso, el resto depende de Dios. Que no te de miedo hacer tu parte: ¡HABLA EL EVANGELIO!

¡Apréndetelo! ¡Y luego proclámalo! Tú no tienes que discutir o debatir. ¡Solo comparte el evangelio! Y luego deja que Dios obre en sus corazones. Recuerda, qué si nadie hubiera compartido el evangelio contigo, tú todavía estarías perdida, e insegura acerca de tu destino, y de tu rol en esta vida.

¡ASI QUE! ¡CUÉNTALE A TODO EL MUNDO ACERCA DE LAS “BUENAS NOTICIAS” DE LO QUE JESÚS HA HECHO POR TI! ¡SI! ¡PROCLAMEMOS “TODAS” EL EVANGELIO!