El Salmo 46:10 dice, Quédate quieta y reconoce que Yo soy Dios. ¡Yo seré exaltado entre las naciones! ¡Yo seré enaltecido en la tierra! Este versículo contiene un mandato con una promesa. ¿Cuál es el mandato? Quédate quieta. En silencio. Ponte de rodillas. ¿Y cuál es la promesa? Reconocerás que Yo soy Dios.
Tú no puedes conocer a Dios si estás corriendo de aquí para allá, con miles de compromisos y ocupaciones que te jalan en diferentes direcciones. Tienes que aprender a decir ¡NO! a algunas de las peticiones que la gente te hace.
El lugar de la Presencia de Dios es un lugar de quietud. Cuando sabemos quién es Dios – no solo intelectualmente, sino en nuestro corazón -- tendremos la paz que sobrepasa todo entendimiento. Sabemos que Su voluntad es buena, y que Su poder puede llevarla a cabo. Por lo tanto, podemos calmarnos, dejar de luchar, y descansar en Dios.
Puede que sea un descanso activo e intencional, PERO SERÁ SIN DUDA ALGUNA… DESCANSO. ¿Cómo podemos llegar a ese lugar? POR DECISIÓN PROPIA. Simplemente, decidir creer en Su sabiduría, Su poder, y Su amor.
Pero también ayuda a enfocarnos en las palabras que siguen a este verso. ¡Dios será exaltado entre las naciones! ¡Él será enaltecido en la tierra! Y Dios será exaltado y enaltecido en nuestras propias vidas y circunstancias también. ¡GARANTIZADO!
Y pase lo que pase… ¡El Señor estará con nosotros! COMO SIEMPRE… ¡SU PRESENCIA ES LA CLAVE! Si realmente creemos eso… si realmente nos penetra en el corazón… y si vivimos en aquel lugar conociendo y viviendo en la Presencia de Jesús… ¡LA PAZ VENDRÁ! Podremos respirar hondo, quedarnos quietas, y reconocer que Él es Dios.
Antes de entregarle mi vida a Cristo, yo sentía un gran vacío en mi corazón… ¡QUE NADA PODÍA LLENAR! Pero nunca me olvidaré el día en que Jesús vino a mi vida… Hace 20 años, Él me dijo a través de Su Palabra, “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Y nadie viene al Padre si no es por Mí.”
En ese momento, yo acepté a Jesús como si Señor y Salvador. ¡Mi vida cambió de una forma increíble.¡ESTABA TAN EMOCIONADA! Pero en menos de un mes, todo lo que podía salir mal, ¡SALIÓ MAL! Perdí mi negocio y mi estabilidad económica. Y todas las cosas que eran importantes para mí.
En ese tiempo, yo pensaba que mi carrera, mi educación, mi dinero, mi éxito, y mi prestigio eran las cosas que me definían. ¡Las cosas que me daban valor! En medio de mis lágrimas y dolor, hubiera sido tan fácil alejarme de Jesús. Sin embargo, ¡YO QUERÍA ESTAR CON MI SALVADOR!
No quería renunciar a ese amor… a ese gozo… Y A ESA SALVACIÓN ETERNA, que había encontrado en Cristo. ¡Entonces me di cuenta que mi valor estaba en Él! ¡Nada ni nadie se compara a Jesús! Me aferré a Su promesa de que Él nunca me dejaría ni me abandonaría. ¡Y Él cumplió Su promesa!
Traté de conseguir trabajo pero nadie me contrataba. Como tenía una Maestría en Negocios Internacionales, estaba o muy calificada, o no calificada para los trabajos disponibles.
Como no podía entender lo que estaba pasando en mi vida, clamé al Señor, “Por favor, Señor, ayúdame a entender. ¡No sé qué hacer! ¡Quiero hacer Tu voluntad! ¡Pero ando desesperada!
Un día, después de todo un año de luchas, escuché al Señor hablarme al corazón, de forma clarísima a través del Salmo 46:10: “Quédate quieta y reconoce que Yo soy Dios.” Y me lo repetía una y otra vez, “Quédate quieta y reconoce que Yo soy Dios.”
A lo que manejaba mi carro, prendí la radio, y una canción comenzó, “Quédate quieta y reconoce que Él es Dios.” Se me salían las lágrimas. ¡Dios me estaba hablando!
Luego fui a la tienda a comprar una tarjeta para el día del padre, y esta tarjeta prácticamente me saltó encima, decía, “Quédate quieta y reconoce que Yo soy Dios.”
Ese domingo, cuando fui a la iglesia, el encargado de la alabanza comenzó a cantar un solo, “Quédate quieta y reconoce que Él es Dios.” Y ese miércoles en la iglesia, el pastor comenzó el servicio, orando, “Quédate quieta y reconoce que Yo soy Dios.” ¡Dios me lo repitió cinco veces… en cinco días!
“Señor,” le pregunté con lágrimas de emoción, “¿Me estás tratando de decir algo?” ¡ERA OBVIO! ¡A VECES SON TAN DURA! En ese tiempo yo todavía era “relativamente nueva en la fe”, así que no entendía bien todo esto. Dios me estaba hablando a través del Salmo 46:10. Él me estaba diciendo que confiara en Él. ¡Que tuviera paciencia!
Que Él tenía un plan para mi vida, y que lo cumpliría a Su debido tiempo. Que tenía que dejar de hacer las cosas a mi manera… ¡Y HACERLAS A SU MANERA!
Por eso, cuando tengo dudas o me enfrento a dificultades, CUANDO LA CAUTELA DICTA UNA COSA, PERO LA FE DICTA OTRA, necesito recordar que Dios todavía está en control de todo, ¡Y QUE PUEDO CONFIAR EN ÉL! Todavía me habla suavemente, y me dice: “Quédate quieta, y reconoce que Yo soy Dios.”
Quedarnos quietas nos da la oportunidad de mirarnos a nosotras mismas… ¡COMO REALMENTE SOMOS! Muchas cristianas viven en un mundo de ensueño. Ellas realmente nunca han visto la verdad acerca de si mismas. ¿HAS PENSADO TÚ ACERCA DE ESTO?
A lo mejor hay una razón por la cual tu matrimonio se deshizo. O estás perdiendo trabajo tras trabajo, o todavía no tienes suficiente dinero para vivir. Capaz hay una razón por la cual todavía batallas CON LAS MISMAS COSAS que te han obsesionado toda tu vida.
A lo mejor sigues gastando demasiado dinero. ¡Sigues usando las tarjetas de crédito como si nada! Todavía no te has dado cuenta de cuáles son las medidas que tienes que tomar. Quedarte quieta es una oportunidad de ver la verdad, y de estar al tanto de tu realidad.
Quedarte quieta te da el privilegio de conocer quien es Dios… REALMENTE. ¡TÚ TE PUEDES APOYAR EN ÉL! ¡ÉL PUEDE LLEVAR TUS CARGAS! ¡Él se puede convertir en tus muletas! Él puede lidiar con cualquier cosa que estés pasando en tu vida. Cuando tú te quedas quieta, aprenderás a reconocer quien es Él.
Entonces, Él le dará a tu vida la estabilidad que necesitas. A lo mejor necesitas chequear tu agenda, y hacer un poco de cirugía con tu lápiz. Recorta tus llamadas telefónicas. ¡No necesitas estar tan ocupada! A lo mejor tu agenda revela, que últimamente, estás poniendo a Dios a un lado. ¿Por qué no pones a Dios en tu agenda?
¿O por qué no separas algún fin de semana para quedarte quieta y reconocer que Él es Dios? Uno de los grandes regalos que le puedes ofrecer a Dios, ES EL REGALO DE LA QUIETUD, buscando periódicamente momentos de silencio y tranquilidad -- para que puedas poner en orden tu vida con Jesús.
¡ASÍ QUE! “Quédate quieta, y reconoce que Él es Dios.”