Pediatras y sicólogos están encontrando que los padres de hoy son muy tolerantes... muy indulgentes. No quieren ponerle restricciones a sus hijos ¡para nada! Básicamente los dejan hacer lo que les da la gana.
Muchas veces son los colegios los que están reemplazando a los papás o mamás. Pero lo que tus hijos realmente necesitan, es dirección, amor y estímulo de tu parte.
No dejes que tus hijos se críen solos. ¡Edúcalos tú!
Efesios 6:4 dice, 4 Ustedes, los padres, no exasperen a sus hijos, sino edúquenlos en la disciplina y la instrucción del Señor.
Si los dejáramos de su cuenta, los niños se volverían en unos tiranos... en unos rebeldes. Así que es necesario que sus padres los eduquen. La Biblia nos presenta claramente lo que pasa cuando los padres descuidan a sus hijos, ya sea dándoles el mal ejemplo, o no disciplinándolos debidamente. De cualquier forma, los resultados nunca son buenos.
David malcrió a su hijo Absalón, y le dio el mal ejemplo. Los resultados fueron terribles. El sacerdote, Elí, no disciplinó a sus hijos, y ellos trajeron deshonra a su nombre, y derrota a la nación de Israel.
En los últimos años de su vida, Isaac consintió a su hijo Esaú, mientras que su esposa, Rebeca, engreía a Jacob, y el resultado fue un hogar dividido. Jacob también demostró favoritismo por su hijo, José, CUANDO DIOS PROVIDENCIALMENTE, rescató al muchacho, y lo hizo hombre en Egipto.
Ser padre o madre no es fácil. Pero si Dios te ha dado el privilegio de serlo, nada en esta vida es más importante. Pero requiere tiempo, trabajo, buena comunicación y disciplina. Algunas madres provocan a sus hijos, y los desalientan... cuando les dicen una cosa y hacen otra. Siempre culpándolos... nunca alentándolos.
Siendo contradictorias e injustas en su disciplina, y demostrando favoritismo en el hogar. También, haciendo promesas que no cumplen, y no dándole importancia a los problemas de sus hijos.
La madre y el padre cristianos necesitan la plenitud del Espíritu Santo para poder percibir las necesidades y los problemas de sus hijos. El padre cristiano debe de amar y cuidar a sus hijos. No es suficiente alimentarlos físicamente, proveyendo comida, techo, y abrigo, si no también, alimentarlos emocional y espiritualmente.
Lucas 2:52 habla del desarrollo de Jesús, cuando era niño, como un ejemplo para nosotras, diciendo, “Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres. SABIDURIA habla del desarrollo intelectual del niño, ESTATURA de lo físico, EN GRACIA PARA CON DIOS de lo espiritual, y EN GRACIA CON LOS HOMBRES de lo social.
¡Este es un desarrollo balanceado! Dios mira a los padres, al padre y a la madre, para el tipo de educación que los niños necesitan... necesitan una educación balanceada. La frase edúquenlos en la disciplina indica aprendizaje por medio de disciplina.
Algunos sicólogos modernos están en contra de este tipo de disciplina porque la consideran anticuada y pasada de moda; y muchos educadores están siguiendo esa misma filosofía. Nos dicen “Dejen que los niños se expresen como quieran. Que hagan lo que quieran. Si los disciplinan, van a malograr sus caracteres. No los van a dejar florecer.” Los van a frustrar...
La disciplina es el “fundamento básico” de la vida, y la evidencia del amor y del cariño. Hebreos 12:6 dice, “Porque el Señor al que ama, disciplina.” Sin embargo, debemos de estar seguras de disciplinar a nuestros hijos de buena manera.
Para comenzar, debemos disciplinar con amor. y no con rabia. No sea que, lastimemos el cuerpo o el espíritu de la criatura, o a lo mejor, ¡AMBOS! No los disciplines cuando estás furiosa. Espérate a estar calmada.
Y si nosotras no somos disciplinadas, no podremos disciplinar a nuestros hijos tampoco. Y eso de “perder la paciencia” nunca forjará un mejor niño, o un mejor padre o madre. Además, nuestra disciplina tiene que ser justa y firme. Una disciplina firme, pero amorosa, le da seguridad al niño.
Cuando yo era chica, mi papá y yo teníamos la relación más bella que padre e hija puedan tener. Él siempre había querido tener una hija con ojos azules. ¡Y la tuvo! ¡Me tuvo a mí!
Yo recuerdo, especialmente, nuestros sábados por la tarde juntos, cuando yo estaba sentaba en el suelo jugando “jacks” junto a la cama de mi papá. Mientras él descansaba, le encantaba verme jugar... y teníamos las conversaciones más dulces... Mi vida era realmente maravillosa.”
¡Pero algo inesperado sucedió! Tres días después de que cumplí once años, mi papá falleció a los 42 años de edad. Murió del riñón a consecuencia de una diabetes. Quedé desolada. ¡Había perdido a mi héroe... a mi amigo... a mi papá! A pesar de que han pasado muchos años, todavía lo extraño.
Muchas veces pienso, “Que pena que mi papi no pudo estar conmigo en mi graduación... que se perdió mi boda... que no estuvo cuando mis hijos nacieron... ni cuando mis nietos nacieron...
Hace un año, estaba de visita en casa de una amiga, y comenzamos a conversar acerca de nuestros papás. “Mi papá, me dijo ella, nunca me quiso. A pesar de que siempre anhelé su amor, él nunca me lo dio.” Pero, a fin de cuentas, siento que estoy en mejor situación que tú, Carmen.
Como yo nunca sentí el amor de mi papá, realmente no sé cómo se siente perderlo. No puedes perder lo que nunca has tenido. No puedes extrañar lo que nunca has sentido.” Carmen, tú tuviste un papá maravilloso. Eras la niña de sus ojos... él te adoraba. Pero lo perdiste cuando eras solo una niña.”
Yo le dije, “No cambiaría nada por todo el oro del mundo. Prefiero haber sentido este tipo de cariño, y haberlo perdido, que no haberlo sentido nunca.” Mi papá me modeló, con su ejemplo, el amor de mi Padre celestial.
Así que hace veinte años, cuando acepté a Cristo en mi vida, pude aceptar el amor de mi Padre Celestial de una manera maravillosa, porque el amor de mi Padre Celestial lo vi reflejado, muchos años antes, en mi padre terrenal.
Hay algo, que cada una de nosotras, tenemos en común: Todas tenemos... o hemos tenido, un papá. Tal vez tengas un papá amoroso, como el mío. Capaz tengas un papá distante, poco cariñoso... duro; o capaz, tu papá te abandonó en algún momento de tu vida, o te descuidó, o te maltrató, o abusó de ti.
Cuando la vida duele, cuando te sientes que nadie te quiere, y cuando tus sueños se desvanecen, quiero que sepas que tienes un Padre en el cielo que te ama. Que te ama apasionadamente. Te ama tanto que mandó a Su único Hijo para que muriera por ti... para que tú pudieras ser Su hija y gozar de Él para siempre.
¿Estás enseñándoles a tus hijos la Palabra de Dios... a que amen y obedezcan a Jesús, o estás permitiendo que la televisión, los dibujos animados, o la escuela dominical sean sus guías? ¿Andas criticándolos, y menospreciándolos? ¿O los afirmas y los alientas?