1 Pedro 4:8-11 dice, Por sobre todas las cosas, ámense intensamente los unos a los otros, porque el amor cubre infinidad de pecados.
En un día caluroso de verano, mi amiga Celia, vio a una mujer parada delante de un semáforo con un cartel en la mano. A lo que pasaba manejando más cerca de la mujer, ella trató de leer lo que el cartel decía, asumiendo que era una petición de comida o de dinero.
Pero en vez, se sorprendió mucho al ver estas tres palabras: “¡TU TIENES PROPÓSITO”! Dios nos ha creado a cada una de nosotras con un propósito específico. Primeramente, ese propósito es para darle honor a Él, y una manera de hacerlo, es atendiendo a las necesidades de otros.
Por ejemplo, una mamá, con hijos chiquitos, puede encontrar propósito, no solo sonándoles las narices a sus hijos, sino también hablándoles acerca de Jesús. Un empleado,en un trabajo que no lo llena, puede encontrar propósito, haciendo su trabajo conscientemente, recordando que él está sirviendo al Señor.
Una mujer, que ha perdido la vista, todavía puede encontrar propósito orando por sus hijos y nietos, e influenciándolos a confiar en Dios. El Salmo 139 dice que antes de que naciéramos, todos los días de nuestra vida ya estaban escritos en el libro de Dios. Antes de que nos formara, los anotó Dios, y no faltó uno solo de ellos.
Nosotros alabamos a Dios porque Sus obras son formidables… porque todo lo que hace es maravilloso. “Aun cuando las cosas no parezcan tener sentido, Dios todavía tiene un propósito para tu vida”.
9 Bríndense mutuo hospedaje, pero no lo hagan a regañadientes. Durante un viaje de investigación, que hicimos a Alemania, me quedé fría cuando me enteré que nos hospedaríamos en un monasterio. Me imaginaba un lugar todo lúgubre, austero, sin calefacción, los pisos de piedra fríos, y camas duras.
Sin embargo, me encontré con una habitación calientita, muy acogedora, y cómoda. Mi colega me dijo, “Los monjes tratan a sus invitados como ellos tratarían a Cristo”. Aunque ellos no viven con tanta comodidad, viven contentos ofreciendo cariño y hospitalidad.
¿Se han dado cuenta que parece más fácil darle la bienvenida a Cristo en nuestro corazón, que abrirles nuestra vida a otros? Ya sea si se trata de ofrecer un cuarto en nuestra casa, o de dar de nuestro tiempo. Muchas veces tratamos a la gente, más como intrusos, que como invitados.
Nosotras honramos a Cristo, dándole a Él el mejor cuarto, que es nuestro corazón. Y también ofreciendo una buena hospitalidad a otros. “CONOCER EL AMOR, es abrir nuestro corazón a Jesús… Y DEMOSTRAR EL AMOR, es abrir nuestro corazón a otros”.
10 Ponga cada uno al servicio de los demás el don que haya recibido, y sea un buen administrador de la gracia de Dios en sus diferentes manifestaciones. 11 Cuando hable alguno, hágalo ciñéndose a las palabras de Dios; cuando alguno sirva, hágalo según el poder que Dios le haya dado, para que Dios sea glorificado en todo por medio de Jesucristo, de quien son la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
Cada creyente, en cada iglesia, ha recibido, por lo menos, un don espiritual de Dios… para el uso de la iglesia. Dentro del Cuerpo de Cristo, el amor del uno por el otro, encuentra su expresión en el uso de dones espirituales, no para exaltarnos a nosotras mismas, o como una forma de atraer la atención de otros, sino para el beneficio de todos.
Por lo tanto, cada cristiano es capaz de ministrar a otros dentro del Cuerpo de Cristo. La palabra “don” significa literalmente “un regalo de gracia”.
Cuando los cristianos reciben la gracia de Dios de esta manera, tienen la responsabilidad de compartir este don con otros cristianos.
En este pasaje podemos dividir, los muchos dones de gracia, en dos grandes categorías: HABLAR Y SERVIR. Hablar incluye, no solo predicar y enseñar, sino muchas otros dones, como el evangelismo, hablar en lenguas, la profecía, dar ánimo y aliento, y el liderazgo.
Servir incluye cualquier tipo de ministerio de asistencia y de estímulo, que se enfoca directamente al beneficio de otros dentro del cuerpo de Cristo, tales como contribuir a las necesidades de otros, la sanidad, los poderes milagrosos, y demostrando misericordia.
Los creyentes deben de tomarse estos dones, bien en serio, y ejercerlos con una actitud de dependencia en Dios (ciñéndonos a las palabras de Dios… y haciéndolo por medio del poder de Dios).
Cuando los dones de gracia son aplicados de esta forma, la atención y elogio del creyente o la creyente van a Dios, que es el que ha dotado al creyente… por empezar.
Corrie Ten Boom, sobreviviente de un campo de concentración durante la II Guerra Mundial, y a la vez cristiana, se volvió en una oradora muy conocida, a lo que viajaba alrededor del mundo.
Miles de gente asistían a sus reuniones, a lo que ella compartíacon ellos cómo había aprendido a perdonar a sus captores, al igual que Cristo le había perdonado a ella, sus pecados.
Después de cada reunión, la gente se le acercaba para elogiarla por sus cualidades tan piadosas, y le agradecían por alentarlas en su caminar con el Señor. Corrie decía, que ya en su habitación en el hotel, ella se ponía de rodillas, y le presentaba a Dios todos esos elogios en gratitud. Ella los llamaba “dándole a Dios “un ramillete de alabanzas”.
El Señor nos ha dado a cada una de nosotras DONES PARA MINISTRARNOS -- UNOS A OTROS, para que en todas las cosas, Dios sea glorificado por medio de Jesucristo de quien son la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Me encanta lo que 1 Corintios 4:7 dice, 7 Porque ¿quién te hace superior? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no te lo hubieran dado?
Para aprender a ser humildes, deberíamos seguir el ejemplo de Corrie. Si recibimos un elogio o un halago, por algo que hemos dicho o hecho, démosle a Jesús un “ramillete de alabanzas” para la gloria que solo Él se merece. “La alabanza es la flor más bella que brota del alma”.