Efesios 6:1-3 dice, 1Hijos, obedezcan a sus padres en el nombre del Señor, porque esto es justo. 2 Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; 3 para que te vaya bien, y tengas una larga vida sobre la tierra.

El propósito de este pasaje es de traer AL HOGAR la ética de Efesios 4 – que dice que la humildad, la mansedumbre, y el amor tolerante deben de existir, primeramente, dentro de la familia. Desgraciadamente, MUCHA GENTE, incluyendo a las cristianas, tiene una doble personalidad... una personalidad pública, y otra privada.

Parecen tan dulces y tan buenas en público, PERO EN SU CASA, son unos demonios. Las personas más allegadas a nosotras son las que pagan “el pato” por nuestros malos humores... ¡SON A LO QUE PEOR TRATAMOS! Las cristianas deberíamos tener una sola personalidad, de lo contrario, no estaremos viviendo la verdad de la Palabra.

Debemos de vivir fielmente la humildad, la mansedumbre, y el amor tolerante del evangelio -- tanto en público como en privado. El testimonio más importante, que tenemos, está en juego. ¡Es nuestro testimonio dentro del hogar!

Es bien triste cuando los hijos le dan la espalda a la fe cristiana de sus padres. Pero es trágico, cuando la mala conducta y la hipocresía de sus padres, causan que ellos lo hagan. La integridad de la fe comienza en la familia.

La relación entre madre e hijo es el área en la cual el niño aprende a someterse, a respetar a sus mayores y a toda autoridad sobre él – ¡INCLUYENDO A DIOS! Así que no te dejes engañar por la televisión, o el internet, o nuestra cultura indulgente. Deja que la Biblia sea la voz de sabiduría, que corta a través del bullicio de nuestra sociedad.

Si quieres a tus hijos , enséñales el valor y la bendición de la obediencia. Colosenses 3:20 afirma este mismo mandato, 20 Ustedes los hijos, obedezcan a sus padres en todo, porque esto AGRADA al Señor.

Obedecer significa “HACER” lo que “OTRA PERSONA” dice que hagas. Honrar significa respetar y querer. Los niños deben de obedecer a sus padres mientras estén bajo su techo, pero deben de honrarlos para toda la vida.

Básicamente, a los hijos se les pide que le devuelvan a sus padres lo que ellos les dan: respeto. Cuando los hijos son obedientes, ellos le prestan atención a sus padres, le expresan su gratitud, y buscan como ayudarlos. Este es el comportamiento que Dios espera de los hijos cristianos.

2 Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra

Este mandamiento tiene una promesa adjunta. “Para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” La chica o chico cristiano, que honra a sus padres, podrá recibir dos bendiciones: Le irá bien, y vivirá largamente en esta tierra. Esto no significa que cada persona que muere joven, ha deshonrado a sus padres.

Aquí Pablo nos da un fundamento: Que cuando los hijos obedecen a sus padres, como al Señor, ellos se van a poder librar de muchos pecados y peligros. Y así evitar las cosas que amenazan, o acortan sus vidas.

Pero la vida no se mide solamente por la cantidad de tiempo, sino también por la calidad de vida. Dios enriquece la vida del hijo, O DE LA HIJA OBEDIENTE, sin importar, cuanto tiempo pueda vivir en la tierra. El pecado nos roba... La obediencia siempre nos enriquece.

Por ejemplo, la chica que anda acostándose con hombres, que es licenciosa, puede adquirir cualquier cantidad de enfermedades venéreas. No solo estará pecando contra Dios, si no que estará pecando contra su propio cuerpo... exponiéndose a quedar estéril para toda la vida, O A TENER OTROS SINTOMAS AUN PEORES, incluyendo la muerte.

Por eso Dios dice “Obedece mis mandamientos. Lo hago por tu bien.” Conforme los hijos obedecen el mandamiento de honrar a sus padres, ellos demuestran una actitud de amor y respeto, que los llevan consigo a su relación con Dios.

Conforme los hijos obedecen el mandamiento de honrar a sus padres, ellos demuestran una actitud de amor y respeto, que los llevan consigo a su relación con Dios.

Y cuando las personas cuidan de los ancianos con amor, los ancianos viven una larga vida, y los jóvenes ayudan a pasar LOS VALORES DE LA FE a la próxima generación.

Algunas culturas honran a sus ancianos. Ellos respetan su sabiduría, se someten a su autoridad, y se esmeran para que se sientan cómodos y contentos. La cristiana debe de hacer lo mismo. Cuando los ancianos son respetados, larga vida no es un peso para ella. Al contrario, es una bendición.

“Había una vez un viejito. Pobrecito, sus manos le temblaban todo el tiempo. Cuando comía, muchas veces, no embocaba el tenedor en la boca… babeando parte de su comida en el mantel. El viejito vivía con su hijo casado, ya que no tenía a donde ir. Y la nuera no estaba contenta con este arreglo.

“No puedo tolerar esto,” le dijo a su esposo, “Yo no seré feliz, mientras tenga a este viejo, sentado a mi mesa.” Así que ella y su esposo cogieron al viejito del brazo, suave… pero firmemente, y lo llevaron a un rincón de la cocina. Ahí lo sentaron en un banco y le dieron su comida en un tazón de arcilla.

Desde ese momento, el viejito comía SIEMPRE SOLO en el rincón, mirando hacia la mesa, donde comía su familia, con ojos tristes.

Un día, sus manos temblaron más que de costumbre, y el tazón de arcilla se le cayó y se rompió. “Si eres un puerco,” le dijo la nuera, “de ahora en adelante, tendrás que comer de un plato de madera.”

Esta pareja tenía un hijo de cuatro años, al que querían mucho. Una noche, el papá del chico lo notó jugando con algunos pedazos de madera, y le preguntó lo que estaba haciendo.

“Papi, estoy haciendo un plato de madera,” lo dijo con una sonrisa “de oreja a oreja”, como esperando la aprobación de su papá, “para que cuando sea grande, les pueda dar de comer a ti y a mamá.” El hombre y su esposa se miraron… quedaron mudos… y se pusieron a llorar.

Inmediatamente fueron al rincón, y trajeron al viejito de regreso a la mesa. Lo sentaron en una silla cómoda, y le dieron su comida en un plato normal. Desde ese momento, nadie lo volvió a regañar cuando derramaba la comida, o rompía algo.

¿Saben qué? Este es uno de los cuentos de los hermanos Grimm, escritos en el siglo diecinueve. Esta anécdota tiene la crudeza y la simpleza de esos días pasados. Tal vez se necesita crudeza para ilustrar la cruda verdad del quinto mandamiento:

Honra a tus padres, si no quieres que tus hijos te deshonren a ti. En otras palabras, la sociedad que destruye a la familia, ¡SE DESTRUYE ASÍ MISMA.